La Batalla de Baécula

GB. Agustín Alcázar Segura (R).

A través de sus servicios de inteligencia, Escipión supo que Aníbal había solicitado nuevas tropas para reforzar su ejército de Italia, para lo cual, su hermano Asdrúbal había reclutado un gran contingente de hombres en las zonas de Andalucía y en ambas Mesetas, cifrado en cerca de 30.000 guerreros, de los que unos 5.000 serían jinetes cartagineses y númidas, más unos 20 elefantes. Esta fuerza estaba concentrándose en la zona de Cástulo (Linares) para, desde allí partir hacia Italia atravesando el centro de Hispania. La fecha de su marcha se apuntaba hacia finales de la primavera del año 208 a.C.

Las fuerzas romanas estaban constituidas por las legiones Vª y VIª, ambas incompletas, que estaban de guarnición en la Península desde varios años atrás y las VIIª y VIIIª que habían venido a Hispania con Escipión; en total unos 10.000 hombres. Estas fuerzas se completarían con una fuerza similar de aliados itálicos.

La caballería romana estaba integrada por unos 4.000 hombres a los que había que sumar otros 2.000 que trajo consigo el rey de los edetanos Edecón.[1]

No conocemos los efectivos de infantería ibera que, a no dudar, participaron en la batalla, ni las fuerzas de Indíbil y Mandonio que también combatieron al lado de Escipión a juzgar por los regalos que éste les hizo al concluir la misma, como más tarde veremos.

Así pues, las fuerzas de Escipión no debían ser inferiores a los 30.000 hombres.

A fin de proteger la ciudad de Cástulo, los púnicos siempre habían dispuesto de un gran contingente de tropas en sus alrededores, cuya lealtad política se había asegurado Aníbal al casarse con Himilce, hija del reyezuelo del lugar, aparte de que su hijo, Aspar, permanecía allí mientras el general se encontraba en la campaña de Italia.

El ejército de Amílcar se encontraba distribuido en tres campamentos, el mayor de los cuales estaba ubicado al sur de Baécula (Bailén), al Sureste del camino que la unía con Cástulo, en una zona de montes no muy altos que descendían hasta el cauce del río Guadiel[2].

BATALLA DE BAÉCULA

Una tarde del mes de Junio de este 208 a.C., las tropas romanas procedentes del sur, en dirección de Orongis (Jaén), aparecieron frente a las posiciones cartaginesas, estableciendo su campamento en la zona donde hoy se ubica el pueblo de Jabalquinto.

Batalla de Bailén

Batalla de Bailén

A la mañana siguiente, Asdrúbal trató de sorprender a los romanos, enviándole su infantería ligera para hostigarlos y obligarles a plantear batalla en la planicie anterior a su campamento. Sin embargo, el sorprendido fue él al descubrir que los romanos habían desayunado hacia las cuatro de la mañana, se habían armado, y cuando salió el sol estaban prácticamente dispuestos para el combate.

Así, cuando aparecieron las tropas ligeras púnicas, las avanzadas romanas se desplazaban ya desde su campamento hacia el Guadiel, haciéndolas huir.

Escipión empleó la táctica de Aníbal en Cannas: doble envolvimiento y un amago frontal, con lo que cayeron las escasas guardias de Asdrúbal, y pronto la colina misma, a la que seguían llegando tropas formadas de los cartagineses para entrar en línea, las cuales caían capturadas o emprendían la desbandada[3].

A la vista del desastre que resultó la batalla, Asdrúbal huyó del campo de batalla y dirigiéndose al campamento donde estaban los elefantes y la reserva, los reunió y se dirigió a toda prisa hacia Despeñaperros. Escipión, temiendo el ataque de otros generales, no le persiguió.

Asdrúbal huyó con menos de un tercio de su ejército, ya que sus bajas habían sido de 10.000 muertos y 12.000 prisioneros. Escipión liberó a los prisioneros iberos y los envió a sus pueblos respectivos, vendió como esclavos a los cartagineses y premió a sus hombres con el saqueo de sus tres campamentos.

Asimismo, tras el combate, fueron premiados por Escipión los príncipes ibéricos, y de manera especial Indíbil, como nos indica Tito Livio cuando escribe: «Escipión hizo después regalos a los régulos y primates de los españoles y mandó que Indíbil, de entre la multitud de caballos que habían cogido al enemigo, eligiera trescientos a su placer». ¿Había realizado Indíbil alguna proeza que mereciera aquella distinción sobre los otros régulos hispanos allí presentes? Nada se deduce con seguridad de los textos históricos, pero no debió quedar disgustado Publio de su comportamiento; a no ser que supongamos que tal obsequio fue sólo una medida diplomática para ganarse de veras el corazón de aquel reyezuelo que, junto con Mandonio, eran «los dos más poderosos potentados de España por aquella época», según testimonio ya antes trascrito de Polibio[4].

Con esta victoria, no culminada con la persecución y aniquilación de su enemigo, Escipión había conseguido un gran éxito táctico, pero en el campo estratégico, no había logrado la destrucción total de las fuerzas de Asdrúbal impidiendo así que éste pudiera reforzar con ellas a su hermano en Italia.

––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––

[1] ALCAIDE José A.: 1000 años de ejércitos en España. Ed. Almena. Madrid 2000. p 24.

[2] PÉREZ GUALLAR, Manuel: Indíbil y Mandonio. Instituto de Estudios Ilerdenses de la Excma. Diputación de Lérida. Editora Leridana. Lérida 1956. p 50.

[3] GÁRATE CÓRDOBA, José María: Historia del Ejército Español. Tomo I. Servicio Histórico Militar. Gráficas BeCeFe SA. Madrid 1983. p 100.

[4] PÉREZ GUALLAR, Manuel: Indíbil y Mandonio. Instituto de Estudios Ilerdenses de la Excma. Diputación de Lérida. Editora Leridana. Lérida 1956. p 32.


ARTÍCULOS RELACIONADOS