Bosnia, ¿misión de paz?

Por G.D. D. Francisco Javier Zorzo Ferrer (R).

Jefe de la AGT. “Málaga” en BiH.

En agosto de 1992, el Parlamento español aprobó, por unanimidad, la propuesta del Gobierno de Felipe González de enviar tropas para tomar parte en la Misión de Protección de las Naciones Unidas en Bosnia Herzegovina. Su acrónimo era UNPROFOR. En la unanimidad de la aprobación cabría destacar la postura del Grupo Parlamentario de Izquierda Unida. Su parlamentario, el malagueño, Antonio Romero, hizo patente su satisfacción porque la mayoría de las tropas que habrían de enviarse procederían de La Legión. Curiosamente en el Programa electoral de las próximas elecciones municipales, en el apartado dedicado a Defensa preconizaban la disolución de esas Fuerzas especiales. Curioso.

Como consecuencia de que, en aquellos momentos, la orgánica de la La Legión no incluía Unidades de Apoyo Logístico, Zapadores, Transmisiones y Caballería, hubo que recurrir a la Brigada Paracaidista (Apoyo logístico y Zapadores), Brigada de Caballería, Mando de Transmisiones y varias Unidades más, para organizar la Agrupación Táctica, hasta el punto de que al comienzo de la Misión teníamos personal perteneciente a 61 Unidades diferentes. Posteriormente, este elemento contrario al más elemental concepto de organización, se resolvió muy satisfactoriamente. La real improvisación que predominó en la constitución de la Agrupación Táctica “Málaga” fue la causa de esa indeseable situación. Pese a ello, la actuación de la Agrupación Táctica fue ejemplar. Sembramos el camino para el resto de las Operaciones en el Exterior en conflictos bélicos y, actualmente, nuestras Fuerzas son de las más experimentadas y mejor preparadas de las que toman parte en este tipo de misiones fuera de nuestras fronteras.

La Legión estuvo representada por el Tercio “Alejandro Farnesio», con sede en Ronda (Málaga). Además el Mando de La Legión, y los otros tres Tercios, formaron parte de esta primera Agrupación que fue desplegada en BiH. En aquellos momentos, el gobierno español estaba considerando, precisamente, la disolución de La Legión. En palabras del TG. JEME de aquel momento, me fue confirmado que había tenido en sus manos el Decreto de disolución. Sin ninguna duda, la actuación de nuestros legionarios y resto de soldados sirvió para que a nuestros políticos y, me temo, que también a algunos mandos militares, se les abrieran los ojos y comprendieran de verdad lo que significaba La Legión del siglo XX. Mantenía el espíritu y las tradiciones impulsadas por su fundador, el entonces Teniente Coronel Millán-Astray, y añadía una preparación profesional del más alto nivel. Aquellos legionarios no habían aprendido a ser buenos soldados “por generación espontánea”. Cualquier persona medianamente inteligente entendería que su formación era consecuencia de una preparación sin descanso y una entrega sin límites.

La misión de las fuerzas bajo la bandera azul de la ONU era la de “protección de la ayuda humanitaria que había de hacerse llegar a los necesitados en el interior de Bosnia”, como consecuencia de la guerra declarada, desde hacía un año, entre las naciones que formaban la antigua República de Yugoslavia. Se presentó ante la opinión pública española como una “misión de paz”. Sin aparente riesgo para los profesionales que tomarían parte en aquella operación.

Para combatir los eufemismos que utilizaban los políticos para tratar de “engañar” a los españoles presentando que la actuación de nuestras tropas era, mayoritariamente, de paz, sin riesgo para nuestras tropas, voy a referirme a unas cuantas acciones bélicas a las que tuvimos que enfrentarnos en aquella primera participación en Bosnia. Posteriormente, las Agrupaciones Tácticas “Canarias” y “Madrid” desarrollaron su labor en una gravísima situación bélica, que originó la muerte de 21 de los componentes de nuestras Unidades en los Balcanes. Durante nuestra estancia en Bosnia, entre Noviembre de 1992 y finales de Abril de 1993,  en nuestra zona de responsabilidad, todavía los bosniacos eran aliados de los croatas y se enfrentaban conjuntamente a los serbios. Posteriormente, al romperse la alianza entre bosniacos y croatas, la situación se agravó hasta los extremos de todos conocidos.

A mediados de Septiembre, una comisión de oficiales españoles, liderados por el entonces General de Brigada Martínez Coll, fuimos a Zagreb (Croacia) para tomar parte en la Conferencia de Planeamiento de UNPROFOR y posteriormente nos desplazamos a Bosnia para tratar de localizar una posible ubicación para nuestras tropas. En las proximidades del río Neretva, los serbios decidieron “saludarnos” con un breve bombardeo contra los vehículos de Naciones Unidas, fácilmente identificables por su color blanco. Tres granadas hicieron explosión a unos 300 metros de nuestros vehículos. Sin consecuencias, gracias a Dios. Antes de llegar a desplegar en la Zona de Operaciones aprendimos rápidamente que la “Misión de Paz” iba a ser, cuando menos, peculiar.

Para entrevistarnos con los serbios había que establecer previamente contacto con ellos para que nos autorizaran a cruzar la línea de frente, con el consiguiente conocimiento de los croatas. En la carretera de Stolac a Bileja tenían que retirar previamente las minas contracarro y contrapersonal colocadas como lógicas medidas defensivas.

En una de nuestras primeras visitas, en la que el General Martínez Coll y el Jefe de las tropas croatas, el Brigadier Petkoviç, iban a entrevistarse con el General Grubaç, jefe de la División serbia, justo en el momento en que se iba a traspasar las líneas croatas, los serbios comenzaron un bombardeo masivo, que  obligó a ambos generales y su escolta a refugiarse en el sótanos de una vivienda, frustrándose, por tanto, la entrevista que había sido acordado con la antelación suficiente. Todavía, mientras nos retirábamos, continuaron bombardeándonos. No hubo bajas, afortunadamente.

En otra ocasión, cuando yo personalmente había acordado una entrevista para preparar posteriores reuniones entre las fuerzas en conflicto, una vez retiradas las minas contracarro croatas sembradas en la carretera, al tratar de atravesar las líneas fuimos recibidos por un intenso tiroteo de armas automáticas desde las líneas serbias. Lo de “misión de paz” estaba cada vez más claro. Para nosotros.

Más adelante, en esa misma carretera, cuando el equipo que iba a preparar la zona de reunión de los contendientes en el que se celebraban los necesarios contactos para resolver temas de interés mutuo (presentación de quejas, intercambio de cadáveres, etc), el vehículo que iba a la cabeza del convoy se “encontró” con una mina Claymor de fragmentación, que a los serbios se les había “olvidado”(¿?) retirar. La explosión nos produjo tres heridos, afortunadamente no graves. En el vehículo que absorbió la explosión pudimos contar unos 300 impactos de metralla. ¿Misión de paz?.

A petición de Naciones Unidas variamos el sistema de escolta a los convoyes de ayuda humanitaria colocando sendos puestos de observación al comienzo y al final de la carretera del Neretva que une Metkoviç, en la frontera bosnio-croata, con Sarajevo, pasando por Mostar, con objeto de dar a aviso a los convoyes de la situación bélica del momento y detenerlos cuando los combates eran fuertes. De vez en cuando, los serbios bombardeaban nuestras posiciones. Cuando les presentamos la correspondiente queja, nos dijeron (no lo pudimos comprobar al ciento por ciento) que los croatas colocaban sus morteros amparándose en nuestro despliegue para bombardear, a su vez, las posiciones enemigas.

El Representante de Naciones Unidas que estaba al frente del Alto Comisionado para los Refugiados (ACNUR) era un español, José María Mendiluce, con el que, además de la lógica relación funcional por los cometidos de ambas organizaciones, manteníamos una estrecha relación y un pleno entendimiento. En una ocasión, en el que estábamos entrevistándonos con él en su sede en Mostar, comenzó un bombardeo de tales dimensiones que tuvimos que sacarlos de la ciudad, escoltando a sus vehículos hasta lejos de la zona de acción de las bombas serbias, en su camino hacia Kiseljak (Cuartel General de UNPROFOR) y Sarajevo. Nuestros políticos seguían hablando de “misión de paz”. En el fondo, a nosotros nos daba un poco de risa. Lo lamentable es que aquellos políticos debían de creer que los españoles eran tontos o algo así.

Incidentes menores, como los referidos hubo, como es comprensible, unos cuantos más. Lamentablemente, cuando la Agrupación Táctica “Málaga” regresó a España, la situación empeoró hasta tal punto que tuvimos nuestros primeros muertos. En accidentes y por acciones de fuego. En la Agrupación “Canarias”, también mayoritariamente legionaria, murieron tres militares españoles por acción del fuego croata. Dos tenientes (Muñoz Castellanos, del II Tercio y Aguilar, del I Tercio) y un Caballero Legionario  (León Gómez, del IV Tercio). Con la Agrupación “Madrid”, basada fundamentalmente en la Brigada Paracaidista, los croatas mataron al Capitán Álvarez, Jefe del Equipo TEDAX (Desactivación de Explosivos), cuando trataba de desactivar una mina que habían colocado en las inmediaciones de la carretera del río Neretva, con gran riesgo para cuantos transitaban por ella.

Finalmente y gracias a Dios, la sociedad española ha aprendido que tiene unas Fuerzas Armadas en las que se puede confiar y aquel intento de esconder el ambiente en el que nuestros soldados llevaban a cabo sus misiones en el exterior ya ha desaparecido. Los militares somos conscientes del riesgo que corremos cuando, ordenado por el gobierno de turno, salimos fuera de nuestras fronteras para que nuestro mundo pueda contar con el máximo grado de seguridad posible. Nos duele en lo más profundo de nuestros corazones cada vez que se produce una baja, pero sentimos el inmenso orgullo de que nuestros soldados han dado su vida por  sus semejantes. No hay mejor forma de morir.


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  1. esau

    17 febrero 2013

    Curioso que este magnífico artículo sobre la experiencia de nuestras fuerzas en Bosnia comience con un ataque a un partido político, no sabía que se iba a politizar tan pronto un observatorio, cuyo fin no es ese, ya para el caso, podría haber dicho aquello de «que coñazo» en relación a asistir a un desfile militar, o recordar a la final del artículo a aquellos que apoyaban los silbidos y gritos durante el homenaje a los caídos de los mencionados desfiles, curioso.