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¿Es la piratería somalí una amenaza a la seguridad internacional?

Por Fernando Ibáñez Gómez.

Director del curso «La piratería marítima: el caso de Somalia», que se imparte en el Campus Profesional de CISDE.

Si entendemos la seguridad sólo en su faceta estratégica y militar, parece evidente que la piratería somalí no es una amenaza a la seguridad internacional ni a los intereses nacionales de ninguna de las grandes potencias.

Tampoco es comparable a otras amenazas como el terrorismo o la proliferación de armas nucleares. Se trata, desde este punto de vista, de un fenómeno que puede ser objeto de contención por parte de las Fuerzas Armadas desplegadas en el Océano Índico o de los equipos de seguridad privada embarcados en los buques.

Sin embargo, si consideramos un concepto de seguridad amplio, próximo al de seguridad global o al de seguridad humana propuesto en 1994 por el Informe del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo, entonces, nuestra visión incluye no sólo el matiz militar de los conflictos sino también otras vertientes de la seguridad como la humanitaria, la medioambiental, la migratoria y la alimenticia. Todas ellas escasean notablemente en Somalia. En este sentido, sí que podemos concluir que la piratería somalí es una amenaza a la seguridad, particularmente, de la propia Somalia y de sus países vecinos.

Una amenaza a la seguridad de Somalia porque la piratería somalí ha demostrado ser una amenaza para el reparto de ayuda humanitaria del Programa Mundial de Alimentos de la ONU (WFP). Uno de cada tres somalíes depende de esta ayuda que llega en un 90% por mar. Seis cargueros contratados por el WFP han sido atacados desde 2005 y cuatro de ellos fueron secuestrados. Desde 2008 los cargueros navegan escoltados y no se ha producido ningún secuestro más. Sin embargo, siguen presentes los problemas para hacer llegar los alimentos al interior de Somalia y, por ejemplo, la distribución en Mogadiscio se ha visto afectada por las luchas de poder, incluso, entre responsables gubernamentales.

En un país devastado por la pobreza y por una guerra civil que ya se prolonga dos décadas, el rápido enriquecimiento de unas pocas personas, gracias al pago de rescates, supone un evidente riesgo para la seguridad de Somalia. Estos nuevos ricos podrían acabar convirtiéndose en señores de la guerra o pretender influir en el conflicto interno somalí, apoyando financiera o políticamente a aquellos grupos de contendientes con los que logren llegar a acuerdos que les permitan la utilización de sus bases piratas. Hasta ahora esto lo habían resuelto sobornando a las autoridades locales o regionales. Pero, paradójicamente, la presión militar internacional ejercida en el Golfo de Adén contra los piratas ha empujado a éstos a posicionar sus bases más al sur, precisamente en el área de actuación del grupo rebelde Al Shabab, la filial de Al Qaeda en Somalia. La creación de un corredor de seguridad en el Golfo de Adén ha puesto, indirectamente, en contacto a piratas e insurgentes.

También se ha reportado que algunas de las embarcaciones utilizadas por los piratas podrían estar sirviendo para transportar refugiados e inmigrantes económicos de Somalia a Yemen y volverían cargadas de armas desde la otra orilla del Golfo de Adén.

Asimismo, los países de la región del Cuerno de África ven amenazada su seguridad por la presencia de la piratería somalí. Las aguas de prácticamente todos los países cuyas costas bañan el Índico occidental han sido visitadas por los piratas. Por ejemplo, la importancia del sector pesquero en Mozambique explica la preocupación entre sus autoridades cuando los piratas somalíes hicieron acto de presencia por primera vez en el dominio marítimo de dicho país en el último trimestre de 2010, logrando secuestrar un pesquero de bandera mozambiqueña. Por su parte, la economía de Seychelles depende, sobre todo, de las licencias de pesca y del turismo, y los ataques continuados de los piratas en su archipiélago no son una buena publicidad para ninguna de las dos actividades. Tampoco cabe descartar que se produzca un efecto contagio de la actividad pirata en los nacionales de los Estados de la región.

Otro problema no menor que puede generar la piratería marítima es de seguridad medioambiental. El movimiento de crudo por la zona de operaciones de los piratas somalíes implica una elevada presencia de buques petroleros. Casi 400 petroleros y buques cisterna han sido atacados por piratas somalíes entre los años 2005 y 2012. Las posibilidades de que un ataque sobre uno de estos barcos pueda terminar en un derramamiento de crudo en el mar, con el consiguiente desastre medioambiental, existen por pequeñas que sean. En abril de 2008 los disparos de los piratas durante el ataque al buque cisterna Takayama alcanzaron a los tanques de combustible y parte del crudo se derramó en el mar.

Se calcula que el 90% del comercio mundial viaja por mar. Existen más de 100 puntos críticos para la navegación marítima, auténticos cuellos de botella (“choke points”) que por sus características geográficas son extremadamente vulnerables. El área de actuación de los piratas somalíes ha incluido tradicionalmente uno de estos lugares estratégicos: el estrecho de Bab el Mandeb. Más de 20.000 barcos lo atraviesan cada año. El 7% del comercio marítimo, el 4% de la producción total de crudo y el 12% del petróleo que se transporta por mar lo atraviesan. La seguridad marítima de esta zona no es, pues, un asunto baladí y explica, entre otras razones, la concentración de navíos que se ha producido frente a las costas de Somalia. También países con intereses específicos como Irán, cuyos petroleros surcan varias veces al día el Golfo de Adén, se han mostrado dispuestos a proteger a sus barcos mientras transitan el área.

El hecho de que el Océano Índico occidental se haya convertido en un área de alto riesgo para la navegación implica que las compañías de seguros han aumentado las primas que deben abonarse para poder asegurar a los mercantes y la carga que transportan. Si los costes económicos y el riesgo de navegar por la zona de operaciones de los piratas se acaban considerando excesivamente elevados, la industria podría optar por que sus barcos circunvalen África en lugar de atravesar el Golfo de Adén.


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