Al final, Ceuta quedó para España

Por G.B. D. Agustín Alcázar Segura (R)

Al ser proclamado Felipe II como rey de Portugal, Ceuta, junto con las restantes posesiones de este país, pasó a ser española.

Inmediatamente, las relaciones del sultán de Marraquech con España resultaron pacíficas e incluso amistosas, lo que se tradujo en la situación concreta de Ceuta. No obstante, esta actitud es la que adopta la monarquía, lo que no impide que las tribus fronterizas hostiguen a las fuerzas ceutíes que salen al campo para obtener leña y dar forraje al ganado, por lo que son frecuentes las acciones de castigo de la guarnición que, profundizando en sus salidas, llegan hasta las puertas de Tetuán o razian los ganados de los cavileños.

Normalmente, la suerte favorecía a las armas españolas, sin embargo como trágica excepción, el 9 de Diciembre de 1588 las fuerzas ceutíes sufrieron uno de los mayores descalabros de su historia. En la fecha señalada, buena parte de la guarnición y, a su amparo, no pocos paisanos, salieron a forrajear y a recoger leña. Cuando más confiados estaban, una gran multitud de lugareños cayó sobre ellos causándoles 45 muertos y llevándose 203 cautivos. Si se tiene en cuenta que el total de la población ceutí rondaba los 2500 habitantes, ¡de un solo golpe se perdió el 10% de ella! Después de seis años  de negociaciones, el 23 de Octubre de 1594, se consiguió rescatar a 175, habiendo muerto 28 en el cautiverio.

Para paliar esta situación, Felipe II envía a Ceuta al maestre de campo D. Mendo Rodríguez de Ledesma con su Tercio de Infantería Española, que permaneció en la plaza entre 1593 y 1597. Posteriormente, en 1598, vinieron de Andalucía cinco compañías que permanecieron hasta el año 1599[1].

Las agresiones continuaban y, por ende, las incursiones de castigo. Así, en Noviembre de 1616, se organiza una expedición a Negrón, desplazándose la infantería en barcos y un cuerpo de caballería por tierra, que regresa victoriosa, con tal cantidad de ganado, “que no quedó casa alguna en Ceuta que no recogiese alguna res, sobrando después 1.120 cabezas de ganado”; en Junio de 1624 se hace una incursión victoriosa hasta cerca de Tetuán; en 1627 se rechaza un ataque moro cuando en el campo se hacía leña para la plaza; en Mayo de 1629, el gobernador D. Jorge de Mendoza, rechaza un ataque a las fuerzas de protección de los caballos que pastaban fuera de las murallas, de modo que causa más de 200 muertos y apresa buen número de contrarios; en 1634, el adalid Andrés Araña persigue una partida que había sorprendido a la escolta del gobernador, la derrota y rescata a los prisioneros, y en 1636 se apresa un bien armado bergantín berberisco con toda su tripulación[2].

Durante 1640 se desata sobre la frágil monarquía de Felipe IV una crisis interior de incalculables consecuencias. El teatro donde se desarrollan los acontecimientos ofrece plurales escenarios, si bien los focos más peligrosos fueron: Andalucía, donde el duque de Medina Sidonia soñó con un trono; Aragón con la rebelión del duque de Híjar; Cataluña, donde la rebelión estuvo a punto de alcanzar la secesión y en Portugal donde lo logró. Esta última, acabaría al fin (1668) desgajándose del tronco de la monarquía española.

Sin embargo, cuando llegó a Ceuta la noticia del movimiento revolucionario de Portugal, los más principales caballeros de la ciudad acordaron mantenerse fieles a España y exponérselo así al gobernador militar de la plaza D. Francisco de Almeida. Como éste vacilara y no fuera claro en sus respuestas, le destituyeron.

Más tarde, al concertarse la paz entre ambas naciones, según el Tratado de 13 de Febrero de 1668, ratificado en Madrid el 30 del mismo mes, las dos naciones se comprometían a restituirse las plazas conquistadas durante la campaña, salvo Ceuta, que quedaba para España.

[1]CONTRERAS GÓMEZ, Julio: Ceuta. XX siglos de historia militar. Ed. Papel de Aguas. Ceuta, 2001. p, 113.

[2] SERVICIO HISTÓRICO MILITAR. Estado Mayor Central del Ejército: Historia de las campañas de Marruecos. Tomo I. Imprenta del Servicio Geográfico del Ejército. Madrid, 1947. p, 117.