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De enemigo a batir a aliado potencial

De enemigo a batir a aliado potencial

bombardeo aéreo sobre Yugoslavia

Redacción

Durante esta semana, diversas autoridades de la Alianza Atlántica han visitado Montenegro con la finalidad de evaluar si el país ha progresado en las reformas necesarias para aproximarse a los requisitos exigidos para unirse a la organización militar. A pesar de no ser el único país que busca entrar en la OTAN (lo buscan, también, Macedonia, Bosnia-Herzegovina y Georgia), Montenegro es el país con mayores posibilidades de unirse en un futuro cercano.

En declaraciones a Reuters, el Ministro de Exteriores, Igor Luksic, se mostró confiado en que “las condiciones están ahí para que los Estados miembros de la Alianza tomen la decisión de invitar a unirse a Montenegro en diciembre”. Sin embargo, las encuestas realizadas muestran que la decisión del gobierno ha creado una gran división entre la población y, si bien, dichas encuestas indican una victoria para aquellos favorables a la entrada de Montenegro en la OTAN, la ventaja es tan pequeña que puede no ser lo suficientemente convincente para la Alianza.

Desafiando a Rusia
Para la OTAN, la entrada de Montenegro no supondría ningún cambio trascendental en su posición estratégica. El país tiene una población de unas seiscientas mil personas (algo más que Málaga pero inferior a la de Zaragoza) y un presupuesto de defensa de veintiocho millones de dólares (unos veinticuatro millones y medio de euros), un presupuesto ínfimo comparado con los casi seis mil millones que España destinará a defensa a 2016, por no hablar del presupuesto de países como Gran Bretaña, Francia o Estados Unidos.

Sin embargo, la entrada de Montenegro supondría, no sólo que toda la costa del Mar Adriático (con la excepción de una pequeña parcela perteneciente a Bosnia-Herzegovina) sería territorio de la OTAN, sino que, además, tendría un importante valor simbólico ya que supondría un claro desafío a Rusia en un momento en el que las relaciones entre ambas partes están cada vez más deterioradas.

Durante años, el Presidente ruso, Vladimir Putin, se ha quejado de la expansión oriental de la OTAN argumentando que, con esta acción, la organización ha roto las promesas realizadas al final de la Guerra Fría. En 2007, durante un discurso en la Conferencia de Seguridad en Múnich, Putin consideró “obvio que la expansión de la OTAN no tiene relación alguna con la modernización de la propia alianza o con el mantenimiento de la seguridad en Europa” y continuó afirmando que “por el contrario, representa una seria provocación que reduce la confianza mutua”.

La colérica reacción rusa a la posible entrada en la OTAN de Georgia, antigua república soviética con la que Rusia se enfrentó militarmente en el verano de 2008, puso fin al proyecto de adhesión georgiano. Asimismo, en un artículo publicado en 2014 en la revista Foreign Affairs, John Mearsheimer, uno de los mayores expertos mundiales en relaciones internacionales, consideró que la única culpable de la situación en Ucrania era la política de expansión de la Alianza Atlántica, una opinión secundada por Putin en marzo de 2014 cuando, en referencia a la ciudad portuaria de la Península de Crimea en la que Rusia tiene una base naval, aseguró que no podía “imaginar que viajáramos a Sebastopol para visitar a marinos de la OTAN”.

Por tanto, la entrada en la Alianza de otro país del Este y uno que, además, es eslavo y en el que el 40% del mercado inmobiliario está en manos rusas, supondría un golpe de efecto por parte de la OTAN. En un artículo de opinión publicado el año pasado en el Washington Post, Michael Haltzel, profesor de la Universidad Johns Hopkins, argumentó que la adhesión de Montenegro “demostraría que Moscú no ejerce un veto secreto sobre la membresía en la OTAN y alentaría a otros aspirantes potenciales como Finlandia y Suecia al mostrarles que la puerta sigue abierta”.

No obstante, por el momento, la decisión está en manos de los Estado miembros de la Alianza Atlántica. Estados Unidos ya se ha expresado de manera favorable aunque su apoyo queda condicionado a que el país demuestre que ha mejorado sus problemas de corrupción y, especialmente, a que la entrada en la OTAN cuente con el apoyo de la población montenegrina. En todo caso, Montenegro está decidido a hacer suya la idea de que el tiempo cura todas las heridas.


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