El «Chiringuito Nacional»

Carlos González de Escalada Álvarez/ Sevilla

Es sabido que hay dos Españas y que una de ellas, tiene por fuerza que helarnos el corazón. Pues bien, desde hace algún tiempo tengo el corazón bajo cero ante la que yo bautizo como la “España del Chiringuito” compuesta por aprovechateguis, caraduras y sinvergüenzas; contrapuesta a la España de la gente honrada, trabajadora y contribuyente.

España ha alcanzado un grado alarmante de degeneración institucional, cosa que escribo sin el menor ánimo de ser pesimista o cenizo. Muchos honrados contribuyentes, fritos a impuestos, nos preguntamos cómo es posible que algunos políticos y algunos partidos roben directamente de las arcas públicas o se dediquen a chanchullos y que muchos responsables salgan sacudiéndose el polvo de la chaqueta cuando les descubren. Lo hemos visto en el caso de los ERE de Andalucía; en el caso Palma Arena del Gobierno balear; ahora con las millonadas del Clan Pujol y por último con el mangazo de Unió Democrática de Catalunya. Incluso el marido de toda una Infanta está imputado por haber dado grandes sablazos a administraciones públicas.

 Me parece perfecto que la justicia actúe y saque a la luz desmanes y presuntos casos de corrupción. Pero también compruebo como en muchos casos, las repercusiones legales se concentran sobre un grupo de subalternos, mientras que los grandes jefes se van de rositas. Esto genera un estado de desmoralización colectiva que agrava el efecto psicológico de la crisis: mientras cargos públicos desaprensivos roban cientos de miles o incluso millones de euros, todo un Hospital Universitario Virgen de Macarena en Sevilla, hacina tres pacientes, con sus familiares, por habitación (nadie me lo ha contado, yo lo he visto). Los gravísimos casos de corrupción que han ido apareciendo son el síntoma de nuestro sistema alcanza las mayores cotas de descomposición de la democracia. Nunca antes había habido tantos casos. 

Pecata minuta
Sin embargo, los casos claros de corrupción son pecata minuta si pensamos en el Chiringuito Nacional que tenemos montado en otro aspecto. El Gobierno de Rajoy ha listado cerca de 5.000 entes públicos paralelos a la Administración General del Estado, con un coste todavía no contabilizado, pero enorme para el contribuyente. Una máquina burocrática que muchas veces tiene escasa o nula utilidad para el ciudadano y que sin embargo cuestan miles de millones a nuestras arcas.

Bien está que la Administración preste servicios a los ciudadanos, lo inaceptable es que haya chiringuitos para colocar enchufados del partido o pagar favores políticos que nos cuestan los dos ojos de la cara. Y lo más sangrante es que mientas estos refugios de paniaguados, ganapanes, dinosaurios y viejasguardias permanecen intactos; comprobamos cómo los colegios tienen menos profesores interinos; los centro de salud reducen horarios; la obra pública está congelada y a todos nos meten la mano en el bolsillo con nuevas subidas de impuestos, tasas, actualizaciones, luz, agua, gas, IBI, multas de tráfico, ecotasas, contribuciones y qué sé yo.

Y no digamos nada, como estos chiringuitos se tomen en serio tu trabajo, porque entonces se convierten en fábricas de producir dificultades varias en la vida cotidiana del contribuyente. Se ponen a diseñar nuevas exigencias y al sufrido emprendedeor, al comerciante o al autónomo, que bastante tienen con sobrevivir, le piden toda suerte de papeles y le ponen toda suerte de trabas para cualquier cosa. Casi mejor que los chiringuitos no hagan nada y así por lo menos no entorpecen la economía.

Si no me creen, hagan una prueba: arriende el amable lector una parcelita de 1.000 metros cuadrados y dispóngase a criar media docena de borregos en ella. Le pedirán que se convierta usted en explotación ganadera y le someterán a usted y a sus bichos a todo tipo de controles (guías, microchips, revisiones veterinarias, cuentas de explotación, «gestión de residuos orgánicos». Una vez que haya tenido tenido bastante, pruebe entonces a vender sus «cabaña», preferiblemente en otra comunidad autónoma y, a poder ser, trate de transportarla usted en un remolque de su propiedad. Flipará el amable lector en colores con la cantidad de papeles y trámites que le pedirán si no quiere que el Seprona se lo coma a usted por sopas y le crucifique a multas.

Esta desproporción entre una burocracia mastodóntica, absurda, y una clase productiva raquítica y sobrefiscalizada es inmoral, injusta y nos convierte en un país de risa. Nos convierte en la España del «Chiringuito Nacional».

Casi mejor volver a ser un país de charanga y pandereta, así por lo menos nos reiríamos más y lo pasaríamos mejor.


Doctor en Ciencias Sociales por UDIMA. MBA por la Henley Business School (Reino Unido). Máster Oficial en Seguridad, Defensa y Geoestrategia por la UDIMA. Licenciado en Ciencias de la Información por la Universidad de Navarra. Fundador y Presidente de CISDE. Director general de SAMU. Numerario de la Academia Andaluza de la Historia.

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