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El crimen organizado transnacional y el Estado-Nación

Dr. Jorge Corrado*

“Un estratega debe pensar en términos de paralización y no de matanzas. Hasta en el plano más inferior de la guerra, un hombre muerto es simplemente un hombre menos, mientras que un hombre desmoralizado es un portador de miedo altamente infeccioso, capaz de esparcir una epidemia de pánico. El verdadero propósito de la estrategia es disminuir las posibilidades de resistencia del oponente. El objetivo de la estrategia deberá ser librar la batalla bajo las circunstancias más ventajosas. Lo perfecto en estrategia será producir una decisión sin llegar a ningún combate serio”
Liddel Hart, estratega e historiador británico, 1928

A partir del 11 de septiembre una nueva guerra mundial ha dado comienzo y al mismo tiempo, una gran confusión conceptual obnubila entre nosotros la verdadera comprensión del fenómeno que tenemos delante de nuestros ojos. Preguntas tales como: ¿Qué tenemos que ver nosotros con todo esto?, ¿Si estamos tan lejos, para que involucrarnos?, ¡Este problema es de “los otros” y no mío! ¡La culpa es de ellos!, son una clara demostración de lo afirmado. Estos interrogantes y afirmaciones se formulan diariamente. Años de desinformación, unidos a una patética incultura política dirigencial, no hacen más que acrecentar la “confusión” e “incertidumbre” en que se encuentra nuestra sociedad.

La primera pregunta que deberíamos responder, sería: si hay una guerra, ¿quiénes son sus actores?, ¿quién es el agresor?. A nuestro criterio los actores enfrentados son el Crimen Organizado Transnacional y el Estado-Nación Secular, como dos categorías o estructuras que luchan para conseguir, mantener o disponer de sectores de poder, a nivel global. Los primeros, desde la legitimidad; los segundos, desde el terror salvaje, desde el retorno al “estado de naturaleza”. El agresor es el “crimen organizado internacional” que ha emergido de modo sorpresivo e imponderable desde las sombras, donde permanecía clandestinamente desde hace siglos, tolerado desde siempre por algunos estados seculares, para enfrentarlos hoy ferozmente. Como punto de partida de nuestro análisis, estableceremos claramente los conceptos planteados:

El “Crimen Organizado Transnacional”, según lo ha definido Interpol, es “Cualquier grupo con una estructura corporativa cuyo objetivo primario fuere obtener dinero a través de actividades ilegales y a menudo del miedo y la corrupción de los organismos estatales.»

El Comité Especial de las Naciones Unidas, reunido para elaborar la “Convención Contra la Delincuencia Organizada Transnacional”, propuso la siguiente definición:

“Se entiende por grupo delictivo organizado a un grupo estructurado, existente durante un período de tiempo y que tenga por fin la comisión de un delito transnacional grave, mediante la acción concertada, utilizando la intimidación, la violencia, la corrupción u otros medios para obtener, directa o indirectamente, un beneficio económico u otro beneficio de orden material».

La Organización de las Naciones el Unidas considera que el crimen organizado transnacional “destruye las bases mismas del orden democrático y de la seguridad internacional , valores consagrados en la Carta”.

El “crimen organizado global” es un problema que transciende las categorías lógicas de la guerra fría y que ha intentado hasta el 11 de septiembre, con algún éxito, sustituir u ocupar las instituciones de los Estados débiles, por compra de voluntades, sin que el ciudadano común advierta tal circunstancia.

El Estado-Nación ha sido definido por Mancini como: «La sociedad jurídicamente organizada, capaz de imponer la autoridad de la Ley en el interior y de afirmar su personalidad y responsabilidad frente a otros actores externos».

O, como diría José Ingenieros con mayor amplitud: “La Nación es la Patria de la vida civil. Su horizonte es más amplio que el geográfico del terruño, sin coincidir forzosamente con el político, propio del Estado. Supone comunidad de origen, parentesco racial, ensamblamiento histórico, semejanza de costumbres y de creencias, unidad de idioma, sujeción a un mismo gobierno. Nada de esto basta, sin embargo. Es indispensable que los pueblos regidos por las mismas instituciones se sientan unidos por fuerzas morales que nacen de la comunidad en la vida civil”.

Renán lo definió como: “Temple uniforme para el esfuerzo y homogénea disposición para el sacrificio. Es conjunción de ensueños comunes para emprender grandes cosas y firme decisión de realizarlas. Es convergencia en la aspiración de la justicia, en el deber del trabajo, en la intensidad de la esperanza, en el pudor de la humillación, en el deseo de la gloria.”

En el ámbito internacional, el ejemplo más acabado de la confrontación entre el Crimen Organizado y el Estado-Nación, lo tenemos en la ex URSS, donde este tipo de criminalidad se ha impuesto como factor de poder a raíz del colapso y disolución del Imperio totalitario en 1989/91. El Presidente de Rusia, Vladimir Putin, dijo recientemente: “El Crimen Organizado Transnacional es el problema número uno en este país, agravado por la corrupción, que al mismo tiempo se generaliza”.

En una encuesta realizada en Rusia en el 2000, donde se preguntaba «quien gobierna en éste país», el 23% dijo «la mafiocracia», el 22% «nadie», el 19% «no saben quien» y, solamente el 14% dijo: «el Presidente Putin”. Si hoy efectuáramos un relevamiento semejante en nuestro país, creemos que los valores podrían ser similares.

Durante la “guerra fría” Occidente tenía la posibilidad de interactuar con el bloque soviético y sus aliados, bajo las reglas internacionales de comunicación, si bien no existía cooperación. Pero con el crimen organizado transnacional ésta posibilidad ha quedado trunca. Las normas tradicionales de la diplomacia y el derecho internacional no
son de aplicación con grupos que no aceptan la negociación y que utilizan las amenazas, la intimidación y el terror como instrumentos de coacción, al extremo de poner al mundo en el umbral del empleo QBN.

¿Qué tipos de actividades ilegales desarrolla el Crimen Organizado Transnacional?

Podemos citar a manera de ejemplo:
_ Tráfico de drogas
_ Tráfico de armas
_ Tráfico de personas
_ Tráfico de órganos humanos
_ Lavado de dinero
– Tráfico de tecnología y material nuclear, químico y bacteriológico.

En cuanto a las motivaciones que los orientan, deben distinguirse ambiciones económicas y/o políticas, puesto que, si bien la mayoría de estos grupos delictivos persiguen grandes beneficios económicos, hay algunos que agregan fines políticos; en particular en nuestra Iberoamérica. Podemos entonces decir que la globalización de la criminalidad organizada acompaña a la globalización financiera y económica, a nivel mundial, regional o local y, en nuestra Región, lo hace en alianza con el terrorismo revolucionario remanente de la guerra fría.

Ya en febrero de 1997, George Tenent, ex Director de la CIA, señaló que:
“la principal amenaza para la seguridad de los EEUU en el siglo XXI, es el Crimen Organizado Transnacional”, razón por la que la comunidad de inteligencia de dicho país está, desde entonces, orientada a estudiarlo y combatirlo. Y distinguía tres factores de gran envergadura como sus componentes:

a) El tráfico ilegal de tecnología nuclear, armas químicas o bacteriológicas.
b) El Terrorismo internacional.
c) El Narcoterrorismo.

El Secretario General de las Naciones Unidas Boutros-Ghali dijo en 1994, en Nápoles:

“El Crimen Organizado Transnacional ataca los valores fundamentales consagrados en la Carta de la Organización y por ello requiero el compromiso de todos los estados parte, en la lucha conjunta y cooperativa”.

También sostuvo que las causas de este mal se identifican con la nueva permeabilidad de las fronteras, la apertura a de las economías nacionales y la dinámica del comercio internacional. Durante los diez años de la posguerra fría (1991/2001), las organizaciones criminales transnacionales tendieron a explotar, progresivamente, la difusión mundial de sofisticadas redes financieras, de información y transporte. Las mafias y redes delictivas con bases en América del Norte, Europa Occidental, China, Colombia, Medio Oriente, Japón, Nigeria y Rusia, expandieron la escala y el alcance de sus actividades. Para operaciones determinadas, constituyeron flexibles alianzas entre sí y con elementos violentos locales, remanentes de la posguerra fría.

Corrompieron a los líderes de estados inestables, económicamente frágiles, decadentes o corruptos, se infiltraron en bancos y empresas en dificultades y cooperaron con los movimientos revolucionarios, para controlar extensas áreas geográficas, de carácter estratégico. Sus fuentes de ingresos son el narcotráfico, la trata de blancas y de niños, el fraude financiero, el chantaje y diversas formas de contrabando: humano, de materiales tóxicos, desechos peligrosos, armas ilícitas y tecnologías militares convencionales o QBR.

Si no logramos abarcar, en breve plazo, la naturaleza y estructura conceptual del conflicto mundial actual, no podremos ni siquiera comenzar a analizar el desarrollo de esta guerra en nuestra región. No entenderemos su entidad y en consecuencia reaccionaremos inadecuadamente y fuera de oportunidad, tardíamente. El Crimen Organizado Transnacional, que entre nosotros es “narcoterrorismo”, tiene como objetivo la paralización y feudalización de los Estados-Nacionales iberoamericanos, o lo que queda de ellos.

¿Cómo hemos reaccionado ante esta lucha entre el Crimen Transnacional y el Estado- Nación, en nuestra Región? En el espacio sudamericano, el narcotráfico, el narcoterrorismo, el lavado de dinero y la drogadicción, equívocamente han sido puestos bajo el mismo rótulo de análisis como: «el problema de las drogas». Se los ha abordado desde el punto de vista periférico o táctico, pero no en su estructura conceptual. No lo hemos focalizado en su esencia. Si bien el denominador común es la droga -lícita o ilícita-, aquellas son cuatro cuestiones igualmente graves, pero sustancialmente distintas.
La droga, desde una perspectiva estratégica, es un viejo arsenal, que prosperó como silencioso «imponderable» ante la inesperada situación que se inició en 1989/91, en varios sentidos:

• el explosivo aumento del intercambio comercial internacional, con su consecuente menor control aduanero y simultáneamente el grave deterioro institucional de los Estados Nacionales, como consecuencia de la guerra fría.

• Y ahora, en ésta alarmante e inédita realidad en las primeras décadas del Siglo XXI, ya no frente a una amenaza, sino en el conflicto estratégico estelar de Iberoamérica se intentan tardíamente acciones operativas improvisadas, que puedan aparentar algún nivel de seguridad frente al flagelo, absolutamente incomprendido por las dirigencias políticas.

Sobre nuestro continente, en progresiva crisis social y económica, el narcoterrorismo se extiende como mancha de aceite sobre el agua, mientras la dirigencia diletante prosigue evadiéndose, con el debate periférico de la cuestión.

Si analizamos la situación de todos los países latinoamericanos, desde México hasta la Argentina, veremos que existe un problema estratégico grave y diferenciado, en común: el narcotráfico y su consolidada alianza fáctica con los grupos revolucionarios remanentes de la guerra fría, cuya expresión más acabada es Colombia, donde el Estado debilitado ha perdido la libertad de acción y ya fue reemplazado por un Pseudo-Estado-Narcoterrorista, conducido por las FARC, en unos 100.000 Km² de su territorio, convertido de hecho en la articulación con el Conflicto Imperial Mundial, centrado hoy en la región del Indico-Asiático, pero que sabemos se desplazará a todos los rincones del mundo -en donde las mafias aniden– como lo expresan reiteradas Resoluciones del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas en las últimas semanas.

Explicar la evolución del narcoterrorismo desde su erupción social o desde sus dramáticas secuelas estratégicas, donde se entremezclan el espionaje y la cibernética, la infiltración y la acción psicológica, elementos de Estrategia, de Geopolítica, de Sociología, de Teología, de Economía, de Defensa Nacional, etc., nos proporciona una idea de la complejidad del conflicto en acto y la magnitud de los intereses en juego.

Colosales, incontrolables, tremendos, multinacionales, los intereses que movilizan a éste “negocio” que no paga impuestos, no necesita salones de exposición, no abona tributos ni tasas fiscales, pero que corrompe a las sociedades productoras, distribuidoras y consumidoras, desde sus cimientos. No respeta estructuras jurídicas, gobiernos, ideologías, tratados, convenciones, ni estamentos sociales. Desencadena como torrente un efecto catastrófico: la corrupción del Poder Político por vía del cohecho, que conlleva a la pérdida del Estado-Nación. Feudaliza, divide, ocupa y segrega a las Instituciones, es decir al Estado Nación. Pero además, el macro-terrorismo y en nuestro caso el narcoterrorismo, opera como verdadera arma «neutrónica», CONSTITUYENDOSE ASÍ EN UNA NUEVA FORMA DE AGRESIÓN ESTRATÉGICA, que apunta prioritariamente a los pilares básicos del individuo, de la sociedad en su conjunto y del Estado Nación, en su esencia.

Iberoamérica está en guerra. Argentina está en guerra. No existen dudas al respecto.

Las bajas suman millones. Unos caen víctimas de las guerrillas narcoterroristas. Otros sufren daño cerebral irreversible por el bazuco o el paco, la droga barata de los pueblos esclavos, mucho más mortífera que los productos refinados que se expenden en las calles de Nueva York. Las víctimas inocentes son los niños famélicos que habitan en cada villa o favela de América Latina. En los últimos 20 años se han corroído y feudalizado los cimientos culturales y por ende institucionales en la región, mientras tanto el narcoterrorismo se ha apoderado de las tierras fértiles y ha esclavizado literalmente a los campesinos para cultivar coca, marihuana o amapola. Prácticamente la totalidad de la cocaína consumida en EEUU proviene de Iberoamérica, como así también casi el 50% de la heroína.

El consumo de drogas de todo género, en nuestra América, aumentó vertiginosamente en los últimos 10 años y el número de seres arruinados por la drogadicción equivale ya, en porcentaje, al 30% del sector social desarrollado. Los carteles han creado mercados internos y la nueva “Guerra del Opio”, que enfrenta América toda, solo difiere de la de siglos pasados en que ahora nuestra región padece esta inédita agresión a través de un proceso de recolonización y transculturización, que hace palidecer la primera Guerra del Opio, impuesta por el Imperio británico.

Hace más de 20 años que el Crimen Organizado Transnacional actúa sobre las generaciones de jóvenes iberoamericanos. Ahora es el eje de la más grave amenaza estratégica que ha enfrentado el Estado Nación y la civilización occidental, desde el siglo XIV.

Lenta y tardíamente los gobiernos occidentales han reconocido el alcance del problema. Y aquellos dirigentes políticos que han sido cómplices manifiestos, tendrán que rendir cuentas de su participación, tanto ideológica como económica, en los próximos años. Pero todavía persiste entre nosotros una gran confusión que impide una clara compresión de la esencia de una agresión que hemos tratado de describir, muy sintéticamente.

Sepamos que en nuestra Patria, por efecto de la reciente legislación de Defensa Nacional (1988/1991), ésta agresión estratégica no tiene planeamiento y está en manos de la desbordada seguridad pública, en plena guerra mundial. Allí está la causa originaria de nuestro tan “debatido” problema de la inseguridad, el cual se ha transformado en la prioridad Nº1 de nuestra sociedad. La sangre de nuestros conciudadanos y agentes de seguridad que a diario se derrama en las calles de Argentina no es más que el reflejo dramático de la incomprensión e ineptitud dirigencial para ver lo que tienen delante de sus ojos, de entender la realidad que nos rodea en éstos tiempo de cambios cualitativos acelerados y de los riesgos en acto.

Mientras esta confusión persista, no habrá claridad conceptual, no habrá previsiones estratégicas ni creatividad en el Estado. No lograremos encontrar un camino para salir de la “parálisis” en que nos encontramos, por negarnos a comprender la realidad que nos rodea. Nuevamente lloraremos sobre la leche derramada y la culpa, nuevamente, será de “los otros”.

*Vicepresidente del Instituto de Estudios Estratégicos de Buenos Aires.
*Coordinador General Académico y Profesor a cargo de la Lic. En Ciencia Política y Relaciones Internacionales de la Facultad de Derecho y Cs. Políticas, Universidad
Católica de La Plata


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