El patio trasero de Europa (II)

Por Luis A. Moreno Hernández

Situación geopolítica del conflicto de Malí.

El 22 de marzo de 2012 un grupo de militares desencadenó un golpe de estado contra el Presidente Amadou Toumani Touré, disolviendo las instituciones democráticas. El movimiento golpista, autodenominado Comisión Nacional para la Reconstrucción de la Democracia y la Restauración del Estado legitimó su acción aduciendo a la inoperancia del gobierno para la resolución del conflicto que se venía desarrollando en el norte del país por parte de los rebeldes tuaregs[1].

Sin embargo, en vez de ser un freno a los separatistas del norte, esta acción sirvió de ayuda a los separatistas e islamistas que operan en la provincia de Azawad. Las milicias tuareg vieron aumentados sus efectivos por combatientes que regresaban de las luchas producidas con anterioridad en Libia, contando con el apoyo de los grupos yihadistas presentes en el Sahel y con Al Qaeda en el Magreb Islámico (en adelante AQMI). Un ejército mal equipado se vio obligado a retroceder ante el avance rebelde, y en poco tiempo las ciudades de Gao y Tombuctú cayeron en poder de los tuaregs, que sin ninguna oposición en la provincia de Azawad, han declarado la independencia del territorio.

La región independizada del norte de Malí cuenta con cerca de un millón y medio de habitantes, siendo un vasto territorio desértico de unos 850.000 km2,, con fronteras  principales con Mauritania, Argelia y Níger. Los países de la zona temen que la incapacidad del gobierno de Malí derive en un empeoramiento de la seguridad en la región, pudiendo convertirse en una importante base de operaciones para el terrorismo yihadista en el norte y oeste de África. La situación en el norte de Malí ha pasado de ser un movimiento de tuareg (digamos moderados) a un movimiento encabezado por los islamistas radicales de Ansar al Din (“Defensores de la Fe”) con el apoyo de AQMI: su objetivo principal es imponer la ley islámica en todo el territorio de Mali.

Tal y como nos cuenta Fernando Reinares[2], en el norte de Malí tres organizaciones armadas se encuentran implicadas en la situación que vive actualmente la región: AQMI, Ansar al Din y el Movimiento por la Unicidad y la Yihad en África Occidental. Todas ellas han sustituido los planteamientos originales del movimiento tuareg y han implantado en la zona norte un régimen que pretende aplicar la Sharia como fuente de derecho (azotes públicos a una pareja por no estar casados y convivir juntos, prohibición de enseñar en las escuelas filosofía o biología, e incluso separación en las escuelas por cuestión de sexo). Todos estos movimientos integristas se vienen moviendo por el Sahel, zona desértica caracterizada por tener en aquella región unas fronteras difíciles de definir y de controlar, situación que se ve favorecida por la escasa capacidad de las autoridades para poner orden en la zona (en términos generales, las autoridades suelen tener problemas a la hora de extender su autoridad más allá de la capital del país).

Allí cuentan con instalaciones para el entrenamiento de grupos yihadistas, actividades que son financiadas gracias a los millonarios rescates que se pagan tras el secuestro de ciudadanos occidentales[3]; en la página web del Ministerio de Asuntos Exteriores de España nos avisa del peligro existente al viajar a Malí:

“… sigue vigente la recomendación de abstenerse totalmente de viajar a este país en las presentes circunstancias. Se recuerda que existe un serio riesgo de que se produzcan secuestros en todo el país o en determinadas zonas. Debido a la presencia de elementos de Al Qaeda en el Magreb Islámico (AQMI) en la región del Sahel, y la presencia de bandidismo, el riesgo de secuestro de ciudadanos occidentales se ha intensificado en los últimos años. Se han venido así produciendo varios secuestros en la región del Sahel, habiendo sido asesinados los rehenes en algunos casos. 

Según fuentes muy bien informadas, AQMI proyecta llevar a cabo otros secuestros de ciudadanos occidentales en la región del Sahel y con tal objetivo en fechas recientes grupos terroristas han intensificado su potencial relación con traficantes y grupos dedicados a la delincuencia organizada para localizar en la región del Sahel a posibles futuras víctimas. Desde abril de 2010, se ha iniciado una activación de los movimientos de los terroristas en relación con esos proyectos de secuestros de nacionales de países occidentales…”[4].

Sin embargo, no es ésta la única fuente de ingresos con la que cuentan, ya que al dominar la región saheliana han impuesto el cobro de peaje tanto para las organizaciones humanitarias que actúan en la zona, como a los traficantes de armas y de drogas que atraviesan el Sahel en su camino hacia Europa.

Esas tres organizaciones coordinaron sus esfuerzos alrededor de 2011 con la intención de aprovechar la situación creada con la rebelión tuareg. En esta ocasión, la rebelión se ha materializado con mayor fuerza independentista, sublevación que ha sido promovida por individuos de origen tuareg que tras haber servido al régimen del Coronel Gadafi en Libia, aportaron su experiencia y sus armas en el conflicto del norte de Mali[5].

El establecimiento en la zona de un poder yihadista se ha visto favorecido por la guerra que se libró en Libia, principalmente por el nulo control de sus fronteras sur (como he dicho anteriormente, las fronteras son bastante difusas en el Sahel, como es lógico por otro lado). El tráfico de armas libias hacia el sur ha sido determinante a la hora de recrudecer el conflicto, y esta situación ha desencadenado la impotencia a la que se ven abocados los miles de habitantes del norte de Mali que no desean vivir bajo la Sharia (lo cual ha derivado en la migración de unas 320.000 personas de la región hacia otras zonas de Malí e incluso hacia otros países[6]).


[1] La presencia del Pueblo Tuareg en varios estados tiene su explicación en el reparto colonial del Siglo XIX y posterior descolonización tras la Segunda Guerra Mundial, donde las potencias occidentales establecieron los parámetros a la hora de establecer las fronteras entre los nuevos estados, obviando la existencia de un pueblo que quedaría sin estado propio.

[2]http://www.realinstitutoelcano.org/wps/portal/rielcano/contenido?WCM_GLOBAL_CONTEXT=/elcano/Elcano_es/Zonas_es/ARI52-2012

[3] De hecho, fue en esta zona en la que estuvieron secuestrados dos españoles, Ainoa Fernández y Enric Gonyalons, y una italiana, Rosella Uru.

[6] Según Amnistía Internacional, esta crisis humanitaria se está viendo agravada por la sequía y hambruna que afecta a millones de malienses.

 


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