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En defensa de nuestra industria de Defensa

En defensa de nuestra industria de Defensa

Carlos González de Escalada Álvarez/ Sevilla

Es necesario reivindicar el papel de nuestra industria de Defensa como un sector digno del máximo respeto. Flota en ciertos ambientes una visión enrarecida de que todo lo relacionado con el ámbito militar contribuye a la guerra y es algo intrínsecamente malo o socialmente reprobable. Nadie dice que la guerra sea deseable, pero lo que sí puede ser es justa.

La acción de un guerrero, de un defensor, puede ser necesaria y hasta noble llegado el caso. Al igual que un policía repele a un malhechor con su arma; un soldado combate en defensa de nuestra sociedad. Y esto es bueno. Soy de los que consideran que la labor de nuestras fuerzas en Afganistán, Libia, Somalia o Uganda es digna de admiración.

Sociedad indefensa
Y siguiendo este argumento, sepamos que estos soldados y marineros no nos defienden con tirachinas, sino con armas. Hay quién argumenta con toda seriedad que las armas no deberían existir, porque así no habría guerras. Sin embargo, no podemos hacer abstracción de la naturaleza humana, donde también cabe la maldad. Las sociedades con menos armas, las más indefensas no están libres de la guerra, al contrario, se ven más amenazadas.

España tiene una industria de Defensa raquítica en comparación con otros países de nuestro entorno. Como ya expliqué en mi artículo Requiem por la industria de defensa española, con alrededor de 6.000 millones de euros al año, la producción militar de las empresas españolas es minúscula si se considera con otros sectores y apenas alcanza el 0,5% de nuestro Producto Interior Bruto, a pesar de los programas de grandes sistemas de armas.

Esta incipiente industria, es prácticamente simbólica si se excluyen las firmas responsables de los grandes proyectos industriales: Airbus, Navantia, Indra, Thales y Eurocopter. Por eso necesita el apoyo y el respeto de nuestras autoridades y el respaldo de la opinión pública. El ministro de Defensa, Pedro Morenés, ha prometido ayudarlas en el exterior. Pero es necesaria una mayor concreción. 

También se detecta en el ámbito castrense una cierta percepción negativa sobre los productos y servicios de la empresa privada, como si el beneficio privado fuera algo que enriquece «a los listos», en vez de ser considerados como impulsores de la creación de riqueza. No existe el grado deseable de interacción, complicidad y compenetración de las Fuerzas Armadas con sus proveedores; algo más frecuente entre la industra de defensa norteamericana o británica con sus clientes militares.

 También existe una cierta tendencia a conservar estructuras existentes, antes de apostar por la externalización. La racionalización de recursos, a veces se evita por dolorosa. Imaginemos, por ejemplo, el número de centro formativos, sin apenas alumnos, que dependen de las Fuerzas Armadas.

La industria de defensa española necesita nuestro reconocimiento. Hemos de multiplicar foros y encuentros que favorezcan la cooperación indutrial. Y no fiarlo todo a la expansión internacional. Es mucho lo que podemos hacer de puertas para adentro.


Doctor en Ciencias Sociales por UDIMA. MBA por la Henley Business School (Reino Unido). Máster Oficial en Seguridad, Defensa y Geoestrategia por la UDIMA. Licenciado en Ciencias de la Información por la Universidad de Navarra. Fundador y Presidente de CISDE. Director general de SAMU. Numerario de la Academia Andaluza de la Historia.

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