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La llegada de los romanos a Hispania: dos siglos de sangre y luto

Por D. Enrique Embajador Pandora.

Como sabemos, el motivo de la presencia de Roma en Hispania no fue otro que el de privar a Aníbal, de la gran base logística que nuestra Península constituía para su ejército expedicionario en Italia.

Con la llegada de las legiones de Cneo Escipión, se inició la presencia física de Roma en Hispania, que se había de prolongar durante ¡más de seis siglos! Cissa (Tarragona), Hibera (en la desembocadura del Ebro), Cástulo (Cazorla), Ilurci (¿Lorca?), Cartago Nova, Bécula (Bailén), Ilipa (Alcalá del Río), son hitos que marcaron el declive cartaginés y la ascensión romana en España, hasta finalizar con la entrega de Gades (Cádiz) en el 206 a. C.

Pero Roma no se marchó; descubrió, como antes Cartago, las posibilidades que ofrecía la Península Ibérica y nuestros ancestros comprobaron que había finalizado una etapa negativa para ellos para entrar en otra peor.

Ahora estaba Roma frente a Hispania y su proceder hasta la caída de Numancia estuvo jalonado de acciones de una dureza sin límite. Así, dos caudillos ilergetes, antaño admiradores y aliados de Roma, Indívil y Mandonio, fueron de los primeros en caer y ejecutados sin piedad. A ellos les sucederán los 6.000 de Valdano, con su caudillo Caro; los 2.000 del primer ataque a Numancia; los habitantes de Coca, mandados asesinar por Lúpulo, pese a que se habían rendido y aceptado las condiciones que se les impusieron; las 400 manos de jóvenes de Lutia que Escipión hizo cortar por su intento de apoyo a Numancia; y, por fin, el prácticamente exterminio de la población numantina tras los nueve meses de asedio.

Durante su permanencia en Hispania, Cartago buscaba apoderarse de nuestras riquezas a fin de pagar la deuda impuesta por Roma como resultado de la I GP; pero Roma unió a una voracidad similar en beneficio del Estado, otra de la misma intensidad, en beneficio de sus cónsules y pretores, que no dudaron en forzar a los naturales del país a sublevarse, dado que “la paz no era un buen negocio para los pretores romanos, ya que ésta no ofrecía oportunidades para enriquecerse, razón fundamental que les movía a prestar servicio en Hispania”.

Tras la rendición de Numancia (134 a.C.), aún transcurrieron más de un centenar de años hasta que “la paz romana se impusiera en Hispania” y este recorrido estuvo plagado de acciones heroicas en las que nuestros antepasados hubieron de pagar un alto precio. En el 114 a.C. Appiano refiere cómo Cayo Mario se ve obligado a someter por la fuerza a los rebeldes lusitanos; acción que se repite en el 109 y en el 94 a. C. cuando otra vez un Escipión, también de nombre Publio Cornelio Escipión Nasica, como su antepasado cien años antes,  tuvo que luchar de nuevo contra los lusitanos en la Ulterior (1).

Por lo que respecta a los celtíberos, mantuvieron el espíritu de independencia marcado por Numancia, rechazando la invasión germánica de cimbrios y teutones acaecida en los años 104 y 103, acciones que les fortalecieron para enfrentarse de nuevo a Roma.

Ante esta actitud, Roma respondió con una  represión de las más crudas y despiadadas que puedan imaginarse, ya que, según Appiano, el cónsul pasó a cuchillo a cerca de 20.000 arévacos, sin que se conozcan muy bien ni las razones ni las circunstancias de esta matanza (2).

Aún mostraron los celtíberos su rebeldía al combatir junto a Sartorio entre los años 82 y 72 a.C. dando lugar a otra actuación que emulaba a la de Numancia, cuando una nueva ciudad mártir, Calagurris, siguió el sendero marcado por aquella.

Todavía demostraron una vez más nuestros antecesores su valor indómito en las guerras cántabro-astures, forzando de nuevo a los romanos a un esfuerzo denodado para dominar los últimos rescoldos de la independencia hispana. Corría el año 19 a.C, 199 años después de que Cneo Escipión pisase por primera vez tierras españolas.

Hispania quedaba dominada después de dos siglos de sangre y luto. Más arriba han quedado apuntadas algunas cifras sobre el volumen de víctimas hispanas, pero se aventuran entre 150.000 y 200.000 las que hubo de soportar Roma para vencer a aquellos nuestros ancestros. Baste decir a modo de colofón final que la Galia fue sometida en ocho años y que los ligures, pueblos indómitos de montaña, ofrecieron resistencia durante ochenta (3).

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(1) GRAN HISTORIA DE ESPAÑA: ”Los romanos en la Península Ibérica”, Club Internacional del Libro, Madrid, 1994, vol. 3, p. 122.
(2) Ibidem, p. 122.
(3) Ibidem, pp. 177 y 178.