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La poco reconocida contribución española a la Revolución Militar

tercios

Ricardo Portabella.

La estructuración del modelo oficial del ejército español era el aspecto más importante en la vida del teórico militar español de la Edad Moderna. El ejército Español fue el crisol donde el discurso humanista del Renacimiento y la tecnicidad de la revolución científica se fundió con las aspiraciones de promoción del oficial de carrera basadas en el mérito y en el reconocimiento.

Estereotipos establecidos por la literatura, otra que la militar, explicaría las razones por las cuales las contribuciones de la ciencia española militar no se han considerado adecuadamente en la historiografía de la Revolución Militar.

El paradigma del soldado español presentado por historiadores como Michael Roberts, Raffaele Puddu y otros, es la del caballero, no la del técnico. [1]

En opinión de Fernando González de León, España tuvo uno de los mejores ejércitos de la era moderna; sin embargo, la tesis de la «Revolución Militar», propuesta por Michael Roberts y otros, representa que este ejército era una institución anclada en el siglo XV con técnicas anticuadas y con oficiales al mando, “inflexibles y poco realistas, Don Quijotes.”[2]

Una lectura cuidadosa de las principales obras que la ciencia militar ha producido por oficiales españoles a finales del siglo XVI y principios del XVII revela que lejos de estar «frustrada a no progresar», estos soldados teorizaban basándose en la experiencia, en los méritos y los conocimientos técnicos.

La idea de que las fuerzas españolas fueron dirigidas por caballeros incapaces de innovar y adaptarse a las técnicas militares en evolución tiene su origen en la obra de Raffaele Puddu, il Soldato Gentiluomo, de 1982.

Su investigación sobre el ethos militar español del siglo XVI, presenta al oficial español en gran parte como cruzado caballero con un “amor perdurable por su espada y un desprecio pronunciado por armas de fuego modernas en otras palabras, un Don Quijote.” [3]

 David Parrott, reconoce por otro lado cómo, en 1634, un ejército Imperial conservador en la táctica y únicamente con la participación de tres tercios españoles: el Sagunto, Sicilia y Flandes, pudo «borrar» al nuevo modelo de ejército sueco en Nördlingen.

¿Por qué, en 1634, un ejército español tácticamente conservador acabó con el nuevo modelo sueco en Nördlingen? Geoffrey Parker sugiere que Michael Roberts exageró enormemente la inflexibilidad y tradicionalismo en los ejércitos conservadores y en particular los tercios españoles.

Geoffrey Parker, argumenta David Parrott, defiende que es posible trazar una tendencia a los desarrollos tácticos similares si se remonta al condottiero del siglo XV y que la voluntad de dar soluciones a los problemas técnicos y tácticos militares no se limitaba solamente a los holandeses y a los suecos.

En materia de desarrollo de la capacidad y eficacia de la fuerza de fuego, el uso de la caballería, el despliegue de unidades pequeñas y eficaces, el ejército español era igual de innovador que sus rivales. [4]

La superioridad de los Tercios españoles se debía a una excelente coordinación entre las diferentes armas, pero sobre todo por una disciplina estricta en el combate y la capacidad de los mandos a organizar pequeños grupos como las mangas que les permitía adaptarse a diferentes situaciones en el combate.

Fernando González de León está de acuerdo con M. Roberts en que una revolución militar se llevó a cabo en Europa, pero no está de acuerdo en que la innovación militar táctica de Mauricio de Nassau ni de Gustavo Adolfo, fuera suficiente para desencadenar una revolución en los asuntos militares.

Fernando González de León, señala que los tercios[5] también fueron igualmente innovadores y profesionales; tenían estrictos estándares formulados sobre la base de la experiencia, méritos y conocimientos técnicos; la calidad de la caballería y su despliegue en unidades pequeñas, el ejército español estaba tan avanzada como sus rivales. (Figura 8).

Como prueba de la densidad de los trabajos realizados por los militares españoles están las obras de Sancho de Londoño, Escalante, Valdés, Collado, Marcos de Isaba y sobre todos Álvaro Navia Osorio y Vigil, Marqués de Santa Cruz de Marcenado.

Figura 8

Figura 8

Figura, 8. El Tercio en formación de combate mostrando su enorme capacidad de fuego con las “mangas” de mosqueteros desplegadas.[6]

Entre los soldados profesionales fue el capitán Martín de Eguiluz, militar y erudito, cuyo tratado Milicia, Discurso y Regla Militar, escrito en 1586 y publicado por primera vez en Madrid en 1592 y reeditado en 1593, se utilizó como un manual para oficiales y ahora es una fuente primaria importante para los estudiosos de doctrina.[7]

Uno de los principales puntos sobre la que se basa la teoría de Michel Roberts es la contramarcha,[8]que permitía el fuego de volea continuo sobre el enemigo. Considerado por muchos historiadores como la pieza central de la Revolución Militar. El origen y la aplicación de esta maniobra sigue siendo controvertido, como antes hemos expuesto,[9] la mayoría de los historiadores entre ellos Michel Roberts, no han considerado al capitán Martín Eguiluz como el autor de esta innovación y atribuyen a Mauricio de Nassau la misma.

Lo cierto es que los españoles la emplearon en la batalla de Bicoca (1522) y que Martín de Eguiluz la describe en su Milicia, Discurso y Regla militar.

Otra fuente primaria importante es Los Comentarios de Coronel Verdugo,[10] que es un diario que ofrece el punto de vista de una experiencia de la vida real en un tercio; provee una percepción de la forma en que trabajó, así como los análisis de su composición operacional.

Coronel Verdugo escribió este diario para explicar o dar cuenta a sus superiores de su gestión como gobernador de la Provincia de Frisia[11] y los continuados conflictos entre los tercios españoles y el nuevo modelo de ejército de Mauricio de Nassau.

David Parrott, está de acuerdo con F. González de León y señala que «maniobras» y ejercicios de práctica dependían menos de los oficiales que de la experiencia de los veteranos, soldados que fueron colocados en las tres posiciones importantes en cada línea: chef de file, chef de demi – file et chef de serre – file.

En opinión de David Parrott, los oficiales no fueron el principal determinante, como Michel Roberts sugiere, cuando se habla de las tácticas de Gustavo Adolfo. [12]

Gustavo Adolfo también adaptó su táctica para estar más cerca de lo que veíamos en los tercios de la época. Al principio los suecos empezaron con un pequeño batallón como unidad básica de combate. La experiencia de la guerra entre Suecia y Polonia de 1626 le convenció de que a pesar de que las pequeñas unidades tenían sus ventajas, no eran suficientes y en consecuencia, creó unidades más grandes o brigadas, que se situaban muy cerca en tamaño a los tercios.

Hugo Cañete argumenta que:

 “Gustavo Adolfo instituyó una serie de reformas que incrementaron en gran medida la efectividad de las armas de fuego portátiles. Aligeró el peso del mosquete y simplificó su proceso de carga. Además, sus mosqueteros experimentaron con la ejecución sucesiva de “descargas de fuego” realizadas por trozos de una formación, mientras el resto se preparaba para realizar la siguiente. Se trata de la famosa contramarcha, y aunque en la historiografía extranjera se atribuye el mérito de su creación a Mauricio de Nassau, lo cierto es que los españoles llevaban décadas practicándola, que se sepa al menos desde la Batalla de Bicoca en 1522. ”[13] Ver figura. 9.

Fig 9

Figura 9

Figura. 9. “Táctica de disparo de los tercios españoles: si era necesario, una manga de arcabuceros sería enviada en vanguardia. Desde esta formación, los oficiales elegirían una sección de un mínimo de 15 hombres desplegada en 5 filas de 3 tiradores. La sección avanzaría hacia el enemigo. Cuando la sección estaba a quemarropa (30 m), la primera hilera dispararía calmadamente y entonces va a retaguardia para recargar. La segunda y tercera hilera haría lo mismo. No es un fuego continuo, lo importante era la precisión del disparo. Cuando cada arcabucero había disparado 4 balas, la sección volvería a  la manga. Los oficiales podían destacar varias secciones como esa para arrasar y desorganizar al enemigo.” [14]

En 1568, Guillermo de Orange y su hermano Luis de Nassau invadían Holanda al mando de un ejército formado por luteranos alemanes, rebeldes holandeses y hugonotes franceses. Los ejércitos españoles al mando de Sancho de Londoño derrotan en la batalla de Dahlen a un ejército rebelde que les duplicaba en número.

En la batalla de Jemmingen, el ejército español al mando del duque de Alba entre los que figuraba el Tercio Viejo de Lombardía y el Tercio Viejo de Sicilia al mando del maestre de campo Julián Romero, destruyó por completo al ejército de Luis de Nassau.

En la batalla de Jodoigne el ejército español al mando del duque de Alba con los tercios viejos al mando de Julián Romero, Sancho Dávila y Lope de Figueroa, derrotaron al ejército de Guillermo de Orange. Las bajas holandesas fueron sustanciales: unos 3.000 muertos por apenas unas decenas de bajas españolas.

La guerra de los Ochenta Años daba sus primeros pasos y en el mismo momento el modelo oficial del Tercio comenzó a tomar forma en el maestro de campo (o comandante tercio) con el Discurso de Don Sancho de Londoño, Tratado sobre el Camino de Reducción de Disciplina Militar a su antigua y Mejor Forma, dedicado al duque de Alba y publicado por primera vez en Bruselas en 1587, una obra muy demandada que ya iba por su sexta edición en español, en francés y una traducción al inglés.[15]

Luis Collado, ingeniero al servicio de las fuerzas españolas en Lombardía, escribió la Plática Manual de Artillería (Manual Práctico de Artillería; Milán, 1592) que representa otra importante aportación española al arte de la guerra y a la historia militar. Ver figura, 9. Fernández González de León nos explica que,

“aunque pretende ser un manual práctico de enseñanza para oficiales de artillería, la obra ofrece un estudio completo de la historia de la artillería, desde catapultas anteriores a la invención de la pólvora y el desarrollo de cañón.”[16]

Las piezas de artillería más antiguas estaban formadas por piezas de hierro forjado, posteriormente se fabrican de hierro colado y bronce. Antes del siglo XVI la artillería española en los galeones, las piezas grandes solían montarse sobre afustes con dos ruedas.

No obstante, a finales del siglo XVI se generalizan los afustes de cuatro ruedas más marineras. Estas evoluciones de la artillería española fueron pioneras en el arte de la guerra y en mi opinión un elemento más determinante en la Revolución Militar que los de M. Roberts.

La aportación de la ingeniería española fue muy importante, la enorme variedad de piezas y calibres hizo que ya en tiempos de Carlos V se intentara simplificar.

La artillería se almacenaba en los arsenales reales lo que implicaba la administración de un sistema complicado y que permitía aprovechar mejor el armamento disponible.

Fig 10

Figura 10

Figura, 10. Piezas españolas del siglo XVI: a: Culebrina; b: Cañón; c: Pedrero; d: Mortero; según grabado del ingeniero militar lebrijano Luis Collado (1592). Las piezas navales no se diferenciaban a principios del siglo XVI de las terrestres y se montaban sobre cureñas del mismo tipo, lo que dificultaba su maniobra a bordo.

Podríamos encontrar más ejemplos de contribuciones españolas a la ciencia militar como a la llamada Revolución Militar. La aportación española a la Revolución Militar no se ha apreciado en la historiografía a pesar de trabajos tan brillantes e importantes, como el del historiador Fernando González de León, entre otros.

Se ha preferido esta inexacta imagen del soldado español propuesta por historiadores como Puddu y Michael Roberts: la del caballero y no la del técnico.

Prefiero pensar que hay fundamento más que suficiente para considerar la aportación española a la Revolución Militar, con el título del capítulo VII: docto caballero y experimentado militar.

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[1] Fernando Gonzalez de Leon, “Doctors of the Military Discipline: Technical Expertise and the Paradigm of the Spanish Soldier in the Early Modern Period,” The Sixteenth Century Journal 27, no.1 (spring 1996): 85.

[2] Ibíd., 61.

[3] Ibíd., 62. Raffaele Puddu, citado por Fernández de León, “Su investigación sobre el ethos militar español del siglo XVI, presenta al oficial español en gran parte como cruzado caballero con un amor perdurable por su espada y un desprecio pronunciado por armas de fuego modernas en otras palabras, un Don Quijote.”

[4] David Parrott, “Strategy and Tactics in the Thirty Years War: The Military Revolution,” in The Military Revolution Debate Readings on The Military Transformation of Early Modern Europe, ed. Clifford Rodgers (Boulder, Colorado: Westview Press, 1995), 227.

[5] Fernando Gonzalez de Leon, describe los tercios como cuadrados tácticos de soldados con picas y mosquetes que se movían como un cuerpo único.

[6] Angel Martin Fernandez,

http://armamento-en-castilla-y-leon.blogspot.sg/2014/11/fernando-alvarez-de-toledo-y-pimentelel.html.

[7] David Parrott, “Strategy and Tactics in the Thirty Years War: The Military Revolution,” 73.

[8] Se atribuye la contramarcha a Mauricio de Nassau basándose en un estudio que él mismo realizó en 1594. La innovación táctica consistía en disparar al unísono varias filas, tres filas, de arcabuceros retirándose después al final de la formación, ocupando su puesto sus inmediatos seguidores, repitiendo la maniobra y así tenían tiempo de cargar su arma y volverla a disparar cuando estuvieran nuevamente en primera línea. Maniobra que conseguía un fuego continuo de volea.

[9] Ver página, 11.

[10] Juan Domingo Roncallolo, Comentario del Coronel Francisco Verdugo, de la guerra de Frisia: en los XIV años que fue Gobernador y Capitán general, de aquel Estado, y Ejercito, por el Rey D. Felipe II N.S.

Primera publicación 1610 Copyright © 2012 Francisco Medina y Hugo Cañete. 2012: Ediciones Platea S.C.P.

[11] Frisia, es una de las provincias que junto con Groninga, Drente, Overijssel y Lingel formaban la parte septentrional de los Países Bajos.

[12] David Parrott, “Strategy and Tactics in the Thirty Years War: The Military Revolution,” in The Military Revolution Debate Readings on The Military Transformation of Early Modern Europe, ed. Clifford Rodgers (Boulder, Colorado: Westview Press, 1995), 229.

[13]Hugo Cañete,   http://www.gehm.es/edad-moderna/las-innovaciones-de-gustavo-adolfo-i-la-infanteria/.

[14] http://www.oocities.org/es1617/tactica.html.

[15] Fernando González de León, “Doctors of the Military Discipline” The Sixteenth Century Journal 27, 1 (spring 1996): 65.

[16] Ibíd.,71.


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