Nadie murió nunca por un arresto

Carlos González de Escalada Álvarez/ Sevilla

El ministro de Defensa, Pedro Morenés además de una crisis financiera sin precedentes, ha heredado una reforma importante de su predecesora en el cargo, Carmen Chacón. Se trata del cambio en el Régimen Disciplinario de las Fuerzas Armadas. Durante su mandato, la ministra sintió urgente la necesidad de impulsar una reforma que civilizara un poco los arcaicos sistemas disciplinarios de nuestro guerreros ante faltas leves, graves y muy graves.

Como no, en una sociedad como la nuestra, tan de “derechossssss”, a  muchos parece un disparate que a un soldado se le pudiera arrestar por una falta leve, privarle de su sacrosanta libertad, consagrada en la Constitución. Qué es eso de que a alguien se le retenga contra su voluntad por algún pecadillo laboral, por algo que ha hecho sin darse cuenta “en su puesto de trabajo”. Cómo va a ser que los militares tengan ese menoscabo inaceptable a sus sagrados derechos ciudadanos. Hay que actuar -debió de pensar el equipo de Carmen Chacón.

No tan rápido. El matiz de la profesión castrense proviene del hecho de que el “puesto de trabajo” de un soldado o un marinero se puede convertir rápidamente en un “puesto de combate”; donde el individuo debe estar dispuesto a cumplir con su deber, incluso a costa de su propia vida. No en vano, al besar la bandera, se jura defender a España incluso si para ello fuera preciso “derramar hasta la última gota de vuestra sangre”.

Sociedad de las comodidades
Esto es algo que en la sociedad de las comodidades y las libertades suena completamente a chino. Pare usted a alguien al azar por la calle y pregúntele si estaría dispuesta a morir en el cumplimiento de su deber, y pensará que ha perdido usted el seso. Nuestra sociedad, aunque no nos guste está engranda para satisfacer al individuo, nunca el bien social.

Los que consideran que el arresto por una falta disciplinaria es desproporcionado, deben entender lo complicado que resulta adiestrar una fuerza para que tengan un grado mínimo de cohesión y disciplina. Si un guerrero no es capaz de soportar una pequeña privación de libertad ¿será capaz de soportar los riesgos, austeridades y las fatigas de una guerra? Hay que preparse para los escenarios duros, no para los habituales.

El recluta moderno, precisamente porque viene de un régimen de libertad y derechos, está poco acostumbrado a recibir órdenes, y no digamos ya a cumplirlas. Los “chavales” entran en los centros de reclutamiento mascando chicle y chateando, móvil en mano, y en pocas semanas hay que convertirlos a algo que se asemeje a un colectivo capaz de combatir. Los mandos instructores necesitan herramientas, y el arresto es algo que entiende todo el mundo como un correctivo justo: sabías que no se podía hacer, aun así lo has hecho y tienes que pagar las consecuencias. Hacerlo sin arrestos es posible, pero más difícil si queremos evitar que “los chavales” nos tomen por el pito del sereno y terminen insultando en grupo a su sargento.

Para los no iniciados, explicaremos que el arresto no supone esposar al reo y meterlo en un cuarto oscuro cargado de grilletes. Salvo faltas rayanas al delito, conlleva la imposibilidad de abandonar la unidad, presentándose a los superiores de guardia a unas horas estipuladas. Además, fuera del ámbito de la formación castrense el arresto resulta muchísimo más raro.

Parte del problema es que las Fuerza Armadas se parecen cada vez más a un “Ejército de Funcionarios” con su burocratización y con sus sindicatos (llamados asociaciones). El ejercicio de la acción colectiva, tan fomentada por el Gobierno socialista, ha conllevado que muchos militares no conciben el recurso individual a apelar sobre lo que es justo, algo sí contemplado, sino al ruido colectivo, con toda la parafarnala sindical: camisetas, manifestaciones, ruedas de prensa. Los sindicatos de militares están ahí.

En nuestra sociedad, todos quieren tener muchos derechos, eso está bien, pero a veces se nos olvida la esencia de lo que somos. Hoy en las unidades la disciplina no es lo que era hace años, las fórmulas de cortesía militar están más que atemperadas y el “tuteo de buen rollo” es mucho más común de lo que resulta estético o presentable.  

Pues no señor, los militares están para combatir en la defensa de España, no para mover importantísimos papeles en los despachos. Y sí, hemos de aceptar que un militar tiene menos derechos constitucionales que un peluquero. Y no pasa absolutamente nada; al revés tienen el privilegio de poner sus vidas en peligro por defender a la sociedad que les dio su ser.

No se debe generalizar, por supuesto, la mayor parte del estamento castrense ha soportado de forma admirable recortes, bajadas de soldada y vicisitudes.  Otros por el contrario, braman. Y yo claro que os entiendo, si queréis más derechos, más paga y más días libres, como todo el mundo; pero es que a lo mejor entonces os habéis equivocado de profesión. Nadie os obliga a vestir el uniforme.

De todas formas, creedme, nadie se ha muerto nunca por sufrir un arresto.


Doctor en Ciencias Sociales por UDIMA. MBA por la Henley Business School (Reino Unido). Máster Oficial en Seguridad, Defensa y Geoestrategia por la UDIMA. Licenciado en Ciencias de la Información por la Universidad de Navarra. Fundador y Presidente de CISDE. Director general de SAMU. Numerario de la Academia Andaluza de la Historia.

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  1. juams1968@hotmail.com

    6 septiembre 2012

    No se olvide que, cuando se habla de arrestos, no debería referirse solo a «reclutas» o «soldados». El régimen disciplinario de las FAS (y por lo tanto, sus sanciones) son aplicables a todos los militares en activo, incluyendo también a oficiales y suboficiales.

  2. ATILA

    28 julio 2012

    Estimado Director:

    Sólo felicitarle por su magnífico artículo.

    No saben cuánto bien hacen los comentarios desde la óptica civil protegiendo al Ejército y sus valores…

    Sigan así…

    BRIGADA ATILA