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UNPROFOR, el gran fracaso de las Naciones Unidas

UNPROFOR, el gran fracaso de las Naciones Unidas

Por el Teniente Coronel D. Manuel Badás Ramos.

La misión de Naciones Unidas denominada UNPROFOR (United Nations Force Protection, Fuerza de Protección de Naciones Unidas), es sin duda una de las misiones especialmente históricas de la gran organización.

Y no por buenas razones, precisamente. Las muchas contradicciones e indefiniciones contenidas en su mandato, modificado en un número excesivamente grande de resoluciones del Consejo de Seguridad, y actuando en unos casos bajo Capítulo VI de la Carta, y en otros bajo Capítulo VII, la llevó a constituirse en uno de los grandes fracasos de la organización mundial. Tanto es así que se la considera la última misión de “tercera generación”, y a partir de ella comienzan las misiones de “cuarta generación”, con mandatos más coherentes, adaptadas a las exigencias de la situación sobre el terreno y, por tanto, más eficaces.

Pero el fracaso general del conjunto de la misión no fue óbice para el éxito obtenido por los diferentes contingentes españoles que en ella participaron, bajo le denominación española de “Operación Alfa/Bravo”. Tras el período inicial, consistente fundamentalmente en la escolta de convoyes civiles con material de ayuda humanitaria desde la ciudad croata de Split, en el año 1993 se pasó a un despliegue estático por casi todo el territorio de Bosnia-Herzegovina, y las operaciones pasaron al control de zona, a base de patrullas, puntos de control (los famosos check-point) y a un mayor contacto con todas las facciones en conflicto.

En este periodo, hasta finales de 1995, cuando UNPROFOR terminó su existencia y el mando de la operación pasó a manos de OTAN (IFOR), la presencia española consiguió la pacificación de Mostar, una de las más importantes de Bosnia-Herzegovina, y que había sido escenario de incruentos combates. Por su avenida principal, “el Bulevar”, discurría la línea de confrontación, la línea que separaba las zonas dominadas por croatas y por bosniacos musulmanes, y la huella estaba bien patente en las fachadas de los edificios de la avenida, acribillados con impactos de todo tipo de calibres.

La actividad de reconciliación llevada a cabo por las diversas Agrupaciones españolas tuvo su culmen con el cambio de nombre de la plaza principal de la ciudad, donde desembocaba el Bulevar: pasó a llamarse, desde septiembre de 1995, “Plaza de España”, tras un acuerdo firmado por los alcaldes croata y bosniaco de ambas zonas de la ciudad.

Por la zona musulmana, bosniaca, de la ciudad, lo que conoceríamos en situaciones normales por “el casco viejo” de la ciudad, discurre el río Neretva, y uno de los puentes que lo cruzaba estaba declarado patrimonio de la humanidad: el “Stari Most”, o puente viejo. Un puente de piedra de un solo arco, que el ejército croata se tomó todo el tiempo que necesitó para destruirlo a base de disparos de cañón de carro de combate.

Durante la primera mitad del año 1995, la unidad de Ingenieros de la Agrupación española construyó una pasarela metálica para dar de nuevo paso peatonal entre las dos orillas, una zona de cierta importancia comercial. La instalación de esta pasarela, además de contribuir al impulso de la actividad económica diaria, supuso una importante mejora en la calidad de vida de los ciudadanos bosniacos, que se ahorraban el caminar una buena distancia para cruzar de un lado a otro del río. En julio de 2004 la UNESCO terminó de construir el “nuevo Stari Most”, una réplica casi exacta del viejo puente, en el mismo lugar donde estuvo el histórico puente.

Mención aparte merece también la actividad desarrollada en el “corredor de Stolac”. Se trata de un estrecho paso de montaña que conectaba la zona de dominio bosniaco con la serbia. El corredor estaba muy fuertemente defendido por las fuerzas serbias, con puestos de vigilancia y tirador desplegados en ambas laderas, con dominio total sobre una estrecha carretera sembrada de minas “móviles”, un curioso ingenio para retirar y volver a desplegar cintas de minas contra-carro de forma muy rápida y por un solo hombre. En el interior de este corredor se celebraban los contactos entre los Mandos de la agrupación española y los jefes militares serbios de la zona, los responsables de los muy frecuentes disparos de artillería sobre objetivos civiles de la ciudad: el Hotel Ero, sede de las ONGs que operaban en la zona; la mezquita musulmana y las iglesias croatas, y también, de vez en cuando, sobre los destacamentos y check-points españoles.

Las condiciones del corredor de Stolac, que hacían a las fuerzas españolas discurrir por él en claras condiciones de desventaja, más la actitud altanera de los jefes serbios, sabedores de su posición de superioridad militar, imponían a estas reuniones un clima de alta tensión, de densa atmósfera, donde el menor error en la negociación podía originar una ruptura total de relaciones, sino algo peor. En una de estas ocasiones, cuando el Coronel Jefe de la agrupación española quiso presionar al jefe militar serbio, éste le contestó abiertamente: “Coronel, yo puedo soportar hasta cien bajas diarias, ¿cuántas puede soportar usted?”.

La Agrupación española desplegaba en un total de 4 destacamentos: Mejdugorje, sede del cuartel general; Dracevo, donde se ubicaba el Grupo Táctico de infantería, el Escuadrón de Caballería, la unidad de Ingenieros, los apoyos logísticos y sanitarios, y la unidad de Policía Militar, proporcionada por la Guardia Civil; “Mostar Este” y “Mostar Oeste”, dos destacamentos de entidad Compañía de Infantería, uno en cada lado de la ciudad, y los que de verdad sufrieron, durante un buen número de noches, los bombardeos y hostigamientos de la artillería serbia, cuando disparaba sobre la ciudad de Mostar.

Respecto a estos dos destacamentos, se puede ilustrar con un hecho relativamente frecuente, lo relatado al principio sobre el mandato de las resoluciones del Consejo de Seguridad, y la muy escasa autorización que otorgaban a la fuerza militar de UNPROFOR para el uso de la fuerza: el Oficial de servicio en el Cuartel General de la Agrupación, en Medjugorje, recibía la llamada del jefe de alguno de los dos destacamentos de Mostar, en mitad de la noche, informando de que estaban siendo bombardeados por la artillería serbia, y que abandonaban los contenedores dormitorios para trasladarse a los refugios subterráneos que al efecto se habían excavado en el interior del destacamento. Hay que vivirla para comprender la sensación de impotencia del Oficial de Servicio de Medjugorje, quien no podía hacer otra cosa que anotar la novedad en el diario de operaciones, y rezar por sus compañeros.


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