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Yemen. La hipoteca geopolítica del Golfo Pérsico

Yemen. La hipoteca geopolítica del Golfo Pérsico

La guerra civil que padece Yemen es la consecuencia de un país que ha vivido en la inestabilidad desde su unificación en 1990, y que encontró su punto de ebullición con la deposición del dictador Abdullah Saleh en 2011. Aquello que empezó como la caída un gobierno despótico, hoy alcanza una magnitud geopolítica que alimenta la lucha internas y perpetúa la guerra a merced de los intereses regionales.

Abdullah Saleh

Abdullah Saleh

La centralización de poder en Yemen fue una de las causas principales de las fracturas de la sociedad yemení, y la carencia de representación político la razón de su marginación. Hoy, ese poder encuentra su mayor representación en los Huthis de Ansar allah y el  Gobierno de Mansur Hadi; un escenario donde el centro de gravedad está sujeto al poder de las armas, bajo una estrategia que escasea de proyección política real. Cada grupo involucrado tiene su respaldo económico y su agenda militar, en consonancia a un metabolismo tribal que el Estado yemení históricamente denigró. En consecuencia, la regionalización del poder ha propiciado que no haya un actor que se imponga al resto, un hecho que ha alimentado el rechazado a las negociaciones, y la consecuente prolongación de un estado de guerra que se ha saldado en torno a 56.000 bajas registradas.

En este contexto el tiempo juega en contra de la vía diplomática y futuro de Yemen como nación; mientras Yemen siga con caracteres de Estado fallido la condensación de grupos yihadistas, como Ansar al Sharia, se hará más difícil de extirpar para un Estado que carece estructuras para contrarrestar el fundamentalismo, y cuya situación es el teatro de operaciones perfecto para desarrollar su radicalismo.

Gran parte de la atención que ha recibido Yemen en la esfera internacional es fruto de la inquietud que genera Irán en Washington y Riad; prueba de ello es la prioridad de la agenda militar anteponiéndose al apoyo humanitario. El discurso agresivo del presidente estadounidense y el afán hegemónico del nuevo heredero al trono saudí, Mohamed bin Salman (MbS), han dado todavía más combustión a una guerra local, hasta tornarla en otro caso de juego de poder en Oriente Próximo. Yemen ostenta la trascendencia portuaria de Adén y el peso geoestratégico del estrecho de Bab el Mandeb, razones que, sumadas a la lucha contraterrorista, han servido como justificante para las intervenciones de Arabia Saudí, EAU y su coalición contra el Movimiento Huthi.

Éste, conocido también por Ansar Allah, es visto como la mayor amenaza yemení para Riad. Su cercanía geográfica y sus vínculos con Irán hacen que Arabia Saudí sea la nación más interesada por el destino de Yemen, al que la Casa Saud ve como territorio dentro de su esfera de influencia. Sin embargo, el movimiento huthi no ha demostrado un alineamiento político como el que prueban Hezbolá o Bashar al Assad a Teherán. Se trata de una alianza estratégica por parte de la agrupación yemení como fuente de recursos. Los Huthis tiene un organigrama funcional y solvente, el liderazgo eficiente de Al Malik Houthi, y una causa política bien delineada donde la religión no es piedra angular. Esto no ha convencido a Riad, que se ha implicado hasta tal grado que el conflicto en Yemen es ahora una hipoteca exterior para el reino saudí.

Emiratos Árabes Unidos, que comenzó como escudero de Riad, se ha erigido como un actor determinante, capaz en su movilización militar y resolutivo en su lectura diplomática. A pesar de compartir aspectos con Arabia Saudí mantiene ciertas diferencias. Su rechazo a aliarse con el partido islamista Islah, y su decisión por respaldar líderes locales que siguen su línea de interés, como los secesionistas del sur o tradicionalistas del Islam (sin perspectiva de islam político), ha otorgado a EAU mayor poder de decisión. El ejemplo más reciente es la situación en el puerto de Hodeidah, en la costa suroccidental; un punto estratégico por su potencial logístico, ya que este enclave recibe el 80% de las importaciones en un país que ya depende de la ayuda humanitaria casi en su totalidad. La importancia de este lugar quedó constatada con la ”Operación Victoria Dorada” lanzada el pasado junio, un despliegue aéreo y naval encabezado por Arabia Saudí con intención de dar un golpe de efecto en la contienda. En la búsqueda de tal punto de inflexión, Emiratos Árabes Unidos aspiraba a sacar partido de su posición militar, y así ganar potestad diplomática en negociaciones venideras.

Distribución territorial de Yemen

Por su parte, Irán se ha implicado lo justo en Yemen para asegurar la inversión Saudí en una guerra cuya complejidad puede acarrear para Riad una derrota no sólo militar, si no de peso geopolítico y propagandístico en todo Oriente. Definitivamente, Yemen ha probado ser una guerra de desgaste por la perpetuidad que ha supuesto hasta la fecha. Teherán es consciente de que la afinidad con los Huthís es más estratégica que orgánica, ya que Ansar Allah, liderado por Al Malik Houthi no abandera fuertes tintes religiosos en su proyecto político. A pesar de que históricamente los zaydies (chiíes) y los suníes han vivido en armonía, hoy el conflicto en Yemen se presenta como un choque religioso para tapar las razones geopolíticas y las disputas hegemónicas entre Riad y Teherán. Para la nación persa, Yemen no tiene el peso del Líbano o Siria, pero eso no impide que puedan sacar provecho de la coyuntura de los Huthis para forzar a sus enemigos a dispensar los recursos.

Al Malik Houthi, líder del Movimiento

A principios de año se nombró a Martin Griffiths como mediador de Naciones Unidas en aras de encontrar nuevas vías al diálogo, principalmente abortadas por la negativa de las partes a sentarse a negociar. Ante tal situación, Griffiths ha propuesto concesiones que desbloqueen la situación, como reabrir el aeropuerto, el intercambio de prisioneros o reactivar el servicio del Banco Central; todo en pos de mostrar las condiciones que den motivos para el diálogo. Las conversaciones a comienzos de diciembre en Estocolmo pretenden a allanar el terreno para sentar unas bases mínimas entre las representación Huthies de Ansar Allah y el Gobierno de Mansur al Hadi. La idea primordial es concienciar de la vía política como única forma para acabar con la guerra; Griffiths es consciente de la prematuridad del contexto para intentar alcanzar una solución política en estos momentos.

 En últimas fechas ha quedado patente cierta flexibilidad de todas las partes, incluidos los agentes externos como Arabia Saudí o Irán. De hecho, la el Gobierno de Hadi y la coalición internacional que le respalda han permitido la evacuación de heridos huties a Omán por primera vez en años; una visión compartida por el ministro de exteriores Iraní, Javad Zarif. No obstante, aún si las palabras son un primer paso, los resultados de las conversaciones de Estocolmo serán una prueba para ver qué concesiones están dispuestos a hacer cada uno de los implicados por alcanzar la paz. La negativa de los Huthis a abandonar las armas es el primer escollo que debe tratar la ONU, así como el rechazo de legitimidad entre las partes, y la falta de representación en Estocolmo de agentes yemenís con poder en su territorio. Los precedentes de Ginebra en 2015, Kuwait 2016 y una vez más en Ginebra el pasado septiembre son un ejemplo más de la fracturada relación entre las partes.

El puerto de Hodeida parece ser una llave en las negociaciones. El enclave, de gran importancia estratégica, representa la resistencia huthi, además de la única vía para el soporte humanitario. Es por ello que se baraja la posibilidad de dejar la zona bajo control de Naciones Unidas, un primer paso para poder comenzar con la hoja de ruta, y centrar la atención en tornar Yemen en un Estado funcional. Por el momento, las rondas en Suecia han permitido alcanzar un alto el fuego en Hodeida y su provincia, punto caliente del conflicto, y que incluye también el despliegue de fuerzas neutrales en la zona.

El primer y mayor problema de Yemen se encuentra en que el poder estatal se ha visto sustituido por un orden comandado por facciones y grupos con agendas antagónicas, cuyos intereses están sufragados por poderes regionales desde Riad, Abu Dhabi y Teherán, verdaderos regidores del conflicto . Mientras esto siga así las negociaciones no tendrán el peso real para cerrar la guerra, dado que están unidos a poderes más amplios, ajustados a unas ambiciones geopolíticas que pueden variar de tensión, pero que están muy lejos de desaparecer. En los últimos meses parece que la presión hacia Arabia Saudí por el caso Khashoggi y el retorno a las sanciones iraníes han cambiado la tesitura en Occidente, cuanto menos como proveedor de armas de Riad y Abu Dabi, pero queda por ver hasta qué punto esto afecta a la Casa Saud y a sus aliados en su implicación en Yemen.

Este país meridional de la península arábiga es escenario de otra partida geopolítica más; como lo son Libia, Siria o Líbano, entre otros. Hasta que no se presione a los responsables directos, los actores implicado – los yemenís – estarán a merced de unos intereses lejos de su alcance; condiciones que impiden la resolución del conflicto a corto plazo.


Analista independiente, especializado en Conflictos Armados, Terrorismo y Geopolítica

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