La parada militar con la que el pasado sábado Corea del Norte conmemoraba el 75 aniversario del gobierno del país bajo dictadura de los Kim, reveló alguna que otra sorpresa que tiene atareado a más de un analista y a distintas agencias de seguridad e inteligencia a lo largo y ancho del mundo. Un nuevo misil balístico intercontinental (ICBM), cuyas dimensiones superan todo lo visto hasta el momento, ha acaparado la mayor parte de la atención y tiene a muchas mentes brillantes tratando de adivinar las capacidades específicas del artefacto, y en términos generales, las implicaciones que su existencia puede tener para las relaciones internacionales.
La existencia del misil demuestra que Corea del Norte ha estado trabajando ininterrumpidamente para mejorar sus capacidades de guerra nuclear, incluso durante la fiebre negociadora entre el presidente Trump y el líder norcoreano Kim Jong-un. Este nuevo sistema no hace más que reforzar el estatus de Corea del Norte como potencia nuclear y sugiere que Pyongyang no tiene previsto «bajar las armas» fácilmente.
No hay duda de que el nuevo misil de Corea del Norte es grande. Sus dimensiones superan con creces al Hwasong-15, puesto a prueba en 2017. A primera vista estaríamos hablando de un misil con suficiente peso de lanzamiento como para portar múltiples ojivas o una ojiva mayor de alto rendimiento, amén de las múltiples ayudas de penetración adicionales que suelen acompañar a estos sistemas de armas. Una amenaza que podría poner en riesgo a un gran número de objetivos en todo el territorio continental de los EE.UU. y en el resto del mundo.
Un reto para cualquier sistema de defensa antimisiles; y uno que podría llegar a superar la barrera norteamericana de Alaska. Cuando tratamos con este tipo de armamento ninguna opción de defensa es absoluta pero en este caso concreto las perspectivas son, si cabe, mucho menos alentadoras. El coste que supondría incrementar el número de interceptores sería muy superior al que tendría que asumir Corea del Norte, pudiendo limitarse a construir en serie “gemelos” de este gigante y colocar en cada uno más ojivas nucleares. La ventaja de costo-beneficio se decanta definitivamente hacia el lado de Pyongyang, y este misil pone de manifiesto la fragilidad de los actuales sistemas de defensa antimisiles basados en interceptores.
Lo cierto es que un misil de estas dimensiones no se fabrica de un día para otro y el líder norcoreano ya hizo alusión a su baza secreta en el mes de enero, cuando habló de su “nueva arma estratégica”. En un primer momento se pensó que podría tratarse de un misil balístico intercontinental (ICBM) de combustible sólido o un submarino de misiles balísticos. Las dudas parecen haberse despejado.
No parece probable que se trate de una “falsificación”. Según los expertos un misil falso no pasaría los filtros de la comunidad de inteligencia y sería contraproducente para la credibilidad del régimen de Kim Jong-un.
Con unas elecciones presidenciales a las puertas EE.UU tendrá que decidir el nuevo rumbo que tomará la diplomacia con Corea del Norte, en la medida en que estas nuevas capacidades han dado al traste con el discurso actual. El esfuerzo diplomático podría subir la apuesta en este sentido, pero la mayoría de voces advierten de que el único resultado se traduciría en “concesiones a las demandas norcoreanas”, en forma de: un tratado de paz que incluyese la retirada de las fuerzas estadounidenses de la península de Corea; el levantamiento total de las sanciones económicas; y tal vez una retirada de las fuerzas estadounidenses con capacidad nuclear de la región.
A cambio Corea del Norte tendría poco que ofrecer. Lo cierto es que, con este misil recién estrenado, no parece probable que la desnuclearización se encuentre entre los primeros puntos de la agenda de Kim Jong-un de cara a una eventual cumbre futura, especialmente si tenemos en cuenta el peso que Corea del Norte está otorgando a la expansión de su arsenal nuclear.
Un nuevo rumbo podría contemplar: el refuerzo de las de opciones ataque rápido para contrarrestar la amenaza de los ICBM sobre el terreno; el desarrollo de una vigilancia espacial eficaz y la presencia de vehículos aéreos no tripulados (UAV) operando en entornos cercanos, los cuales permitirían monitorizar los ICBM y facilitarían atacarlos antes del lanzamiento.
Eventualmente, Kim Jong-un podría tomar la decisión de iniciar las pruebas de su nuevo “juguete”. Un as en la manga en cualquier mesa de negociación, con el plus añadido que acarrearían unos resultados exitosos, los cuales fortalecerían la credibilidad en lo que respecta a las capacidades de misiles balísticos intercontinentales de Corea del Norte.
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