“Sea lo que sea, temo a los dánaos incluso cuando traen regalos”
Eneida, Libro II
Del mismo modo que Laocoonte advirtió a sus compatriotas de las desastrosas consecuencias que traería “fiarse del caballo”, hay quienes miran con sospecha los presentes de la diplomacia china, al mismo tiempo que cuestionan sus intenciones en estos tiempos de crisis. No hace mucho hablamos del protagonismo que han adquirido las operaciones de influencia y el ámbito cognitivo en el juego de poder a nivel internacional, y para China en particular, especialmente a la hora moldear la opinión pública.
La crisis sanitaria que estamos sufriendo y las consecuencias económicas que el COVID-19 está dejando a su paso han hecho tambalearse los cimientos mismos de occidente. El estancamiento comercial, las restricciones a la libertad de tránsito a nivel nacional e internacional y el bloqueo político de unos gobiernos desbordados por la pandemia, son solamente los vientos que anuncian el huracán que está por venir.
El gigante asiático, que hasta hace unas semanas era el epicentro del brote y que parecía trastabillar afectado por el mismo virus que hoy se extiende por Europa y el resto del mundo, ofrece ahora su ayuda a sus vecinos europeos. Decenas de vuelos cargados con material sanitario han despegado de China en los últimos días, y con la promesa de Xi Jinping, secretario general del Comité Central del Partido Comunista y presidente de la Comisión militar Central china, de que el flujo de suministros y recursos médicos seguirá llegando a Europa. Jack Ma y Alibaba o el gigante tecnológico Huawei, ya han ofrecido importantes donaciones.
El panorama geopolítico también ha experimentado una serie de síntomas a raíz del brote y a medida que han ido apareciendo los diferentes focos por todo el planeta. Las relaciones internacionales funcionan, en muchos casos, como un sistema compuesto por múltiples engranajes, donde el movimiento de una pieza normalmente provoca una realineación del resto y en no pocas ocasiones fricciones desagradables. En el caso de China, su estrategia internacional en materia de política exterior ha resultado en una combinación perfecta entre el soft (suave) y Sharp (agudo) power con el que ha conseguido ganarse muchos corazones y mentes en una Europa sumida en el caos y la tragedia.
Esta “diplomacia de las mascarillas” construida sobre el envío masivo de material y personal médico, el apoyo económico y en el marco de un discurso amable, ha sido tildada de oportunista por algunas voces preocupadas por las “verdaderas” intenciones o “planes” que pueda tener China a medio y largo plazo.
Es indudable que la distribución de unos recursos que escasean y que en muchos casos resultan vitales, ha sido utilizada como medio para ganarse el favor de la población a lo largo de la historia. En el caso de China es también indiscutible que le está sirviendo para lavar una imagen que ha sido difamada, con mejor o peor criterio, a lo largo de su historia reciente. Los duelos entre grandes potencias pueden no diferir en mucho de las discusiones más zafias y los cruces de acusaciones, fundados o no, son frecuentes en el esfuerzo por manchar la reputación del adversario, jugando con las percepciones de la gente durante el proceso.
Para algunos, China ha mostrado al mundo una imagen de eficiencia a la hora de afrontar la crisis del coronavirus, para otros solamente la ha “vendido”. En cualquier caso su estrategia de apoyo a occidente de momento ha servido para ganarse el favor de los más escépticos con la forma en la que se está manejando la situación en sus respectivos países, al mismo tiempo que refuerza su credibilidad e influencia en el seno de los diferentes estados europeos.
Por otra parte, al poner la gestión que China ha hecho de las crisis, eficaz al menos en apariencia, cara a cara con la que están desarrollando otros países y a la vista de las dificultades que están afrontando, el país asiático sale reforzado como alternativa en el juego de alianzas, con una imagen de socio fiable frente a una actuación europea más bien renqueante.
La solidaridad no ha sido indiscriminada y aquellos que han criticado el socorro chino han quedo excluidos del tablero diplomático. Prueba de ello es la relativa “frialdad” con la que China está tratando a aquellos países que tradicionalmente han optado por guardar las distancias.
Como ya anunciábamos, China tiene muy presentes los beneficios que puede generarle el contar con apoyos nacionales en territorio europeo, entre ellos: una mayor apertura a la inversión o la expansión de sus diferentes proyectos económicos, tecnológicos, políticos e ideológicos. Y no nos engañemos, todos estos objetivos requieren de un considerable respaldo de la sociedad civil en estos territorios.
Otra característica de la estrategia china tiene que ver con los esfuerzos que desde hace tiempo ha manifestado a la hora de establecer relaciones de dependencia a largo plazo a través del endeudamiento, algo que ha sido objeto de no pocas críticas.
Al poner sus recursos a disposición de otros estados en situaciones de emergencia como la generada por el coronavirus, China puede llegar a obtener un acceso significativo a las infraestructuras críticas de determinados países, al mismo tiempo que fomenta sentimientos de gratitud y reciprocidad entre los gobernantes a diferentes niveles de la administración (presidentes de las diferentes Comunidades Autónomas, alcaldes, etc.).
Los más críticos deberían ir aceptando que estos son movimientos propios de la política exterior contemporánea. Y probablemente, comprender las intenciones chinas requerirá algo más que una visión en blanco o negro, donde los propagandistas del régimen busquen elevar el proceder chino a la categoría de “caridad desinteresada”, mientras los fiscales se limitan a reducirlo al mero oportunismo. Probablemente ninguna sea correcta, al menos por sí sola, y para comprenderla debamos pensar en ella como una recopilación de las estrategias diplomáticas más exitosas de nuestra historia, adaptadas a nuestro tiempo y aplicadas en el momento idóneo.
El tiempo dirá si efectivamente se trataba de un “Caballo de Troya”.
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