El grupo islamista del líder rebelde, Ahmad al Sharaa, comienza imponiendo su autoridad en el Estado sirio con la misma rapidez con la que se ha apoderado del país; desplegando la policía, instalando un gobierno provisional y reuniéndose con enviados extranjeros, lo que está suscitando preocupación en relación a la influencia que pretenden tener los nuevos gobernantes del país.
Desde que el grupo Hayat Tahrir al-Sham de Sharaa ha derrocado del poder a Bashar al-Assad liderando una alianza rebelde, sus burócratas, que hasta la semana pasada dirigían una administración islamista en un remoto rincón del noroeste de Siria, se han trasladado a la sede del gobierno en Damasco.
El nombramiento el lunes de Mohammed al-Bashir, jefe del gobierno regional de Idlib, enclave de Tahrir al-Sham, como nuevo primer ministro interino de Siria ha subrayado la condición del grupo como el más poderoso de los grupos armados que lucharon durante más de 13 años para poner fin al férreo gobierno de Assad.
Aunque el grupo formaba parte de Al Qaeda antes de romper lazos en 2016, Tahrir al-Sham había tranquilizado a líderes tribales, funcionarios locales y sirios de a pie durante su marcha hacia Damasco para tomar el poder asegurando que protegería las confesiones minoritarias, ganándose una amplia aprobación. El mensaje ayudó a suavizar el avance de los rebeldes y Sharaa, también conocido como Abu Mohammed al-Golani, lo ha repetido desde el derrocamiento de Assad.
En el despacho del gobernador de Damasco, Mohammed Ghazal, el hombre traído de Idlib para dirigir los asuntos ha desestimado las preocupaciones de que Siria se estuviera orientando hacia una forma islámica de gobierno. “El gobierno islámico no existe. Al fin y al cabo, somos musulmanes y se trata de instituciones civiles o ministerios”, ha declarado Ghazal, un ingeniero civil de 36 años criado en Emiratos Árabes. “No tenemos ningún problema con ninguna etnia ni religión. Quien creó el problema fue el régimen de Assad”, ha añdido.
Sin embargo, trayendo a altos administradores de Idlib para dar forma al nuevo gobierno provisional, Tahrir al-Sham está generando malestar. Fuentes de la oposición y diplomáticos sirios han manifestado a medios de comunicación internacionales su preocupación por el carácter inclusivo del proceso hasta el momento.
Bashir ha afirmado que solamente permanecerá en el poder hasta marzo. Pero Tahrir al-Sham, que sigue clasificado como grupo terrorista por Estados Unidos, Turquía y otros gobiernos, todavía no ha explicado los detalles clave del proceso de transición, incluida su opinión sobre la creación de una nueva Constitución.
“Estáis trayendo ministros solamente de un color, debería haber participación de otros” ha declarado Zakaria Malahifji, secretario general del Movimiento Nacional Sirio, que en su día fue asesor político de los rebeldes en Alepo. En su opinión, la falta de consultas para formar un gobierno provisional es un paso en falso. “La sociedad siria es diversa en cuanto a culturas y etnias, así que francamente esto es preocupante”, manifiesta Malahifji.
Al igual que otros miembros del Gobierno de Salvación de Idlib, Ghazal ha asegurado que ha dado garantías a los empleados y les ha instado a volver al trabajo. Sus prioridades para los próximos tres meses son poner en marcha los servicios básicos y racionalizar la burocracia.
Policías traídos de Idlib están dirigiendo el tráfico en Damasco, tratando de restablecer cierta normalidad desde que el Tahrir al-Sham ordenó a los grupos armados que abandonaran la ciudad.
Aunque el grupo islamista es predominante entre las facciones que lucharon contra Assad, otras siguen armadas, sobre todo en las zonas fronterizas con Jordania y Turquía. Durante la guerra, las facciones rebeldes se enfrentaron a menudo entre sí, dejando un legado de rivalidades y enemistades que se considera uno de los muchos riesgos para la estabilidad en la Siria posterior a Assad. Entre las cuestiones que se deberán determinar en los próximos tres meses figura si Siria debe tener un sistema de gobierno presidencial o parlamentario.
La revuelta siria se derivó de los levantamientos de la Primavera Árabe de 2011 que derrocaron a autócratas en Egipto, Túnez, Libia y Yemen, dando lugar a periodos de transición turbulentos y con frecuencia, violentos.
En una entrevista en medios de comunicación internacionales, el Primer Ministro Bashir asegura que prioridades son restaurar la seguridad y la autoridad del Estado, traer a casa a millones de refugiados sirios y proporcionar servicios esenciales. A la pregunta de si la nueva constitución siria sería islámica, ha respondido que “estos detalles” se aclararán en el proceso constituyente.
En el plato internacional, el gobierno de Biden ha instado a Tahrir al-Sham a que no asuma el liderazgo de forma automática de Siria, sino que lleve a cabo un proceso inclusivo para formar un gobierno de transición, según funcionarios estadounidenses y un asesor del Congreso informado de los primeros contactos de Estados Unidos con el grupo.
El secretario de Estado de Estados Unidos, Antony Blinken, ha señalado que la transición en Siria debe conducir a una “gobernanza creíble, inclusiva y no sectaria”, en consonancia con la Resolución 2254 del Consejo de Seguridad de la ONU. Dicha resolución, aprobada en 2015, demanda un proceso dirigido por Siria y facilitado por la ONU, que establezca en un plazo de seis meses una gobernanza no sectaria y fije un calendario para un proceso de redacción de una nueva Constitución. También requiere elecciones libres y justas.
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