Tras la retirada de Estados Unidos de Afganistán, muchos soldados y ex espías del país perseguidos por los talibanes y sin ingresos, han comenzado a ver en el Estado Islámico, una válvula de escape. Mientras, la organización terrorista ofrece importantes sumas de dinero a sus nuevos miembros en Afganistán.
Antiguos miembros del servicio de inteligencia y de unidades militares de élite afganas, actualmente perseguidos por los talibanes, comienzan a unirse a la única fuerza que actualmente desafía a los nuevos gobernantes del país.
Según líderes talibanes, antiguos funcionarios de seguridad de la República afgana, han reconocido que el número de desertores que se ha unido al grupo terrorista es relativamente pequeño, pero parece que dicha cifra podría incrementarse en lo sucesivo. Es importante señalar que estos nuevos reclutas contribuyen al Estado Islámico con significativos conocimientos y experiencia práctica en materia militar y de inteligencia, lo que podría suponer un refuerzo en la capacidad de la organización extremista a la hora de contrarrestar el dominio talibán.
Algunos ex funcionarios han informado acerca de los registros que los talibanes realizan en sus hogares, y al parecer habrían comenzado a exigir que se presenten ante las nuevas autoridades del país. Residentes del distrito de Karabaj, al norte de Kabul, señalaron que algunos de sus familiares, ex miembro de alto rango de las fuerzas especiales de Afganistán, desaparecieron en septiembre y ahora supuestamente formarían parte de la célula del Estado Islámico en la región.
Un antiguo miembro de los servicios de inteligencia de Afganistán manifestó que, en ciertas zonas del país, el Estado Islámico “se ha convertido en un reclamo muy atractivo” para ex miembros de las fuerzas de seguridad y de las fuerzas armadas nacionales que actualmente no tendrían otra forma de sobrevivir. “Si hubiera alguna resistencia se habrían unido, pero por el momento el Estado Islámico es el único grupo armado capaz de enfrentarlos” añadió.
Cientos de ex oficiales de inteligencia, soldados y policías de la república afgana se encuentran actualmente sin trabajo y temen por sus vidas, a pesar de las promesa de los talibanes. Solamente una parte, en su mayoría miembros de la Dirección de Seguridad Nacional, han regresado a sus puestos en la administración bajo la estricta supervisión talibán. Según ha trascendido, la mayor parte de los empleados gubernamentales haría meses que no recibirían paga alguna por sus servicios.
A pesar de que tanto los talibanes como el Estado Islámico afirman perseguir la imposición de un orden islámico radical en Afganistán, ambos grupos tienen profundas discrepancias religiosas, ideológicas y políticas. Los talibanes siguen en su mayoría la escuela hanafí del islam suní y creen en un estado-nación afgano que mantenga buenas relaciones con todos los países, incluido Estados Unidos. Además consideran a la minoría chiíta como aliados musulmanes.
Por otro lado el Estado Islámico sigue una tradición islámica salafí, mucho más rígida, que considera a los chiítas como traidores a los que se debe destruir y buscan la instauración de un califato islámico mundial mediante una conquista militar.
Bajo la influencia de los primeros líderes del Estado Islámico en Siria e Iraq, el grupo yihadista Estado Islámico Provincia de Jorasán (ISKP) fue fundado en 2014 por militares talibanes afganos y paquistaníes, que consideraban que los dirigentes talibanes, que por aquel entonces perseguían entablar conversaciones de paz con Estados Unidos, no eran suficientemente radicales. El grupo controlaba varios distritos al este de Afganistán hasta que un ataque talibán en 2015 debilitó la posición de la organización terrorista de forma drástica. Sin embargo, el ISPK ha recuperado gran parte de su actividad aprovechando el colapso de Afganistán.
El grupo acabó con la vida de 200 afganos y 13 miembros de las fuerzas armadas estadounidenses en el aeropuerto de Kabul el pasado mes de agosto. Desde entonces han llevado a cabo una serie de ataques contra los talibanes, especialmente en la provincia oriental de Nangarjar, aunque recientemente también han comenzado a actuar en Kabul. También han reivindicado el bombardeo a las mezquitas chiíes en las ciudades de Kunduz y Kandahar el pasado octubre, en los que murieron más de 100 personas.
Si bien Estados Unidos ha comenzado a facilitar a los talibanes cierta información sobre el Estado Islámico, por el momento los funcionarios talibanes evitan en la medida de lo posible reconocer dicha cooperación, y en general minimizan la gravedad que supone el Estado Islámico.
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