La preocupación en la OTAN crece a medida que la guerra antisubmarina cobra protagonismo y el desafío que supondría contrarrestar la panoplia de submarinos, que países como Rusia o China podrían llegar a desplegar, en un hipotético conflicto se vuelve más real. El enfoque de la alianza a la hora de afrontar este peligroso juego del gato y el ratón ha puesto el acento en el adiestramiento conjunto para contrarrestar las ventajas de los adversarios en esta competición de alto nivel.
Recientemente Islandia ha sido el escenario de uno de los ejercicios más importantes en materia de guerra antisubmarina o ASW (Anti-Submarine Warfare, por sus siglas en inglés), el conocido como Dynamic Mongoose, que ha puesto a prueba las habilidades de barcos, submarinos y medios aéreos en la difícil tarea de detectar y dar caza a submarinos enemigos.
Aeronaves de patrulla marítima, submarinos franceses, alemanes, noruegos, estadounidenses y de Reino Unido se han adiestrado junto con buques de superficie de Canadá, Noruega, el Reino Unido y los EE.UU. Durante el ejercicio, el destructor estadounidense USS Roosevelt y otros cuatro barcos de superficie se turnaron para cazar y ser cazados por el submarino de ataque rápido norteamericano USS Indiana y otros cuatro submarinos en las aguas frente a Islandia.
Este tipo de ejercicios constituyen el escenario idóneo para poner a prueba las capacidades de los diferentes sistemas y perfeccionar el trabajo en equipo entre las naciones participantes. En este caso, maniobrar en un espacio “reducido” fuerza la interacción entre los submarinos y los buques en superficie, llevando al límite la pericia de los competidores.
Ejercicios como el Dynamic Mongoose permiten a los buques y submarinos trabajar en condiciones reales durante periodos de tiempo más largos. El entrenamiento habitual que podría durar dos o tres horas, en este caso se prolonga hasta las 22 horas ininterrumpidas.
Otra de las bondades que caracterizan este tipo de maniobras es la posibilidad de aprovechas las condiciones específicas propias del entorno donde se desarrollan. En un escenario real los buques deben enfrentarse a mares agitados y las aeronaves permanecer en el aire en situaciones difíciles.
Así mismo, bajo la superficie, los submarinos pueden aprovechar ese entorno real en su beneficio, controlando la temperatura del agua, la salinidad, la profundidad y los contornos del fondo marino, empleándolos para la evasión o para ocultarse y de este modo situarse en posiciones ofensivas ventajosas. En este trabajo el agua se analiza “minuto a minuto” ya que su estado influirá en el rango del sonar, un detalle nada trivial cuando uno juega al escondite.
Pero lo cierto es que, según reconocen los expertos, la caza efectiva de submarinos rara vez se hace en solitario. Múltiples fragatas trabajan junto con aviones y helicópteros, para obtener un mayor rango de alcance en la detección. Una aeronave podría arrojar una boya sonda desde el aire y escuchar las señales fuera del alcance del submarino enemigo, mientras un helicóptero haría lo propio sumergiendo su sonda a través de un cable desplegado por debajo del aparato.
En este caso las naciones participantes hicieron uso de helicópteros equipados con sonar especializados y aeronaves de patrulla marítima, incluido un Boeing P-8 Poseidon de la armada estadounidense, especialmente diseñado para llevar a cabo misiones de guerra antisubmarina, interceptación de embarcaciones, así como para ofrecer Inteligencia Electrónica (ELINT). Armado con cargas de torpedos, cargas de profundidad y misiles anti-buque AGM-84 Harpoon, también está capacitado para lanzar y monitorizar sonoboyas (boyas sonda).
Sin embargo, lo cierto es que las flotas de submarinos rusos y chinos se han vuelto mejores y más grandes, de ahí la atención, tanto tiempo como en recursos, que actualmente se le está dedicando a la guerra antisubmarina. A día de hoy la razón de ser de estos despliegues es fundamentalmente la detección de los submarinos rusos.
La Península de Kola, donde se encuentra la poderosa Flota del Norte, constituye una zona de especial interés estratégico cuando hablamos de guerra antisubmarina. Durante la Guerra Fría, la brecha Groenlandia-Islandia-Reino Unido (GIUK, por sus siglas en inglés) fue un importante dique entre la flota rusa y el paso libre hacía el Atlántico. En la actualidad la situación no es muy diferente y cualquier submarino ruso que logre atravesar la brecha podría amenazar el nexo Europa-EE.UU en el marco de un eventual conflicto.
Teniendo en cuenta que el Dynamic Mongoose involucró solamente a cinco submarinos y que Rusia podría reunir muchos más, la preocupación no resulta infundada. En octubre, la Flota del Norte envió 10 submarinos al Atlántico para poner a prueba las habilidades en materia de guerra antisubmarina de la OTAN.
Si a lo anterior sumamos el que este tipo de aparatos son realmente difíciles de detectar estando sumergidos, la cosa se complica. Lo más efectivo sería colocar en frente nuestros propios submarinos y desgraciadamente no parecen ser suficientes. Por todo ello cada vez se hace más hincapié en la adquisición de vehículos submarinos no tripulados que serían utilizados para neutralizar determinados submarinos, mientras que los aparatos tripulados se dedicarían a cazar y eliminar a los objetivos prioritarios.
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