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Las vacunas “made in Spain” contra el COVID-19

Las vacunas “made in Spain” contra el COVID-19

La vacuna Pfizer-BioNTech ya ha sido administrada a más de un millón de españoles durante esta primera fase de vacunación que comenzó a finales de diciembre y que actualmente tiene por objetivo inmunizar a ancianos y trabajadores en residencias, personal sanitario y adultos con necesidades especiales. Cuando se complete, y asumiendo que las vacunas continúen llegando al ritmo esperado, la campaña pasará a la siguiente fase, muy probablemente en marzo.

Con un ojo puesto en las deficiencias de distribución y de administración de las vacunas contra COVID-19, y a la vista del desperdicio de miles de dosis por supuestamente no inyectar a los pacientes la sexta dosis contenida en los viales, existe otro cuello de botella que podría evitar que las inoculaciones se aceleren significativamente en un futuro cercano: la capacidad de Pfizer y Moderna para aumentar la producción y entregar las tan demandadas dosis.

En su lucha contra el coronavirus actualmente Europa y la práctica totalidad del mundo dependen fundamentalmente de dos vacunas autorizadas: Pfizer-BioNTech y Moderna. Sin embargo, son muchos los países que participan en la carrera por desarrollar sus propios remedios, entre ellos España. Según un recuento de la Organización Mundial de la Salud (OMS) en estos momentos existen 64 vacunas experimentales que ya se están probando en humanos y 173 en fases de investigación previas.

Por lo que respecta a nuestro país, existen tres investigaciones próximas a obtener luz verde para dar el paso a la experimentación con humanos, una vez superada con éxito la fase pre-clínica con animales, y que podrían estar listas hacia  finales de 2021.

El Centro Nacional de Biotecnología del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CNB-CSIC) trabaja actualmente en dos ensayos liderados por los doctores Mariano Esteban y Juan García Arriaza, por un lado, y Luis Enjuanes e Isabel Solá; Paralelamente, el Centro de Investigaciones Biológicas (CIB) trabaja en su propia línea de investigación con el profesor Vicente Larraga a la cabeza.

Según los datos que han trascendido por el momento, el proyecto más avanzado es el que lideran los doctores Esteban y Arriaza, apostando por una variante inactivada del virus de la viruela, empleado como vehículo para transportar una proteína del coronavirus capaz de estimular la defensa del sistema inmunitario. Se espera en las próximas semanas se de paso a la investigación con humanos, tras haber demostrado una alta eficacia en las pruebas con ratones.

Por su parte el director del Laboratorio de Coronavirus del Centro Nacional de Biotecnología del CSIC, Luis Enjuanes, considera que no es descabellado hablar de una vacuna funcional antes de fin de año. La investigación de los doctores Enjuanes y Solá se basa en replicaciones de ARN mediante dos formulaciones, eliminando las partes más dañinas del patógeno, para obtener su genoma de modo que se elimine la capacidad para propagarse de una célula a otra.

Carrera de obstáculos

Sin embargo, tal y como han reconocido los propios responsables, el proceso de desarrollo de una vacuna española contra el COVID-19 se ha convertido en toda una odisea plagada dificultades, teniendo que sortear importantes carencias en materia de infraestructuras y no pocas trabas burocráticas. A lo anterior se suma una financiación considerablemente inferior a las inversiones con las que trabajan otros países como EE.UU, Rusia o Reino Unido.

Entre los principales hándicaps: una precariedad laboral extrema, un presupuesto exiguo y la escasez de fábricas de vacunas humanas e incluso problemas en la disponibilidad de animales para experimentación. A la luz de todos estos obstáculos el doctor García Arriaza alertaba sobre la necesidad de prepararnos adecuadamente ante la posibilidad de una nueva pandemia, con el fin de evitar situaciones de dependencia puramente externa como la que vivimos en estos momentos.

El reciente éxito en los ensayos con ratones se vio demorado por la falta “ratones humanizados” con los que realizar las pruebas pertinentes. Los roedores llegaron a España el pasado mes de agosto, a cargo de una empresa norteamericana, The Jackson Laboratory, especializada en el suministro de este tipo de ratones modificados genéticamente. De modo que tal y como lamentan los responsables “la eficacia podría haber sido probada mucho antes, pero no disponíamos de ratones”.

Por si no fuera suficiente tener que jugar al gato y al ratón con estos roedores tan especiales, los investigadores se toparon con otro problema “simiolar”, ya que España no cuenta con macacos para realizar este tipo de pruebas. Gracias a un acuerdo con el Centro de Investigación Biomédica en Primates (Rijswijk, Países Bajos), los ensayos previsiblemente darán comienzo “en las próximas semanas”, Este tipo de ensayos con primates tendría un coste de entre medio millón y un millón de euros, según los investigadores.

Finalmente el grupo gallego Zendal, entre cuyas actividades se incluye la investigación, desarrollo y fabricación de medicamentos y vacunas tanto humanas como animales, será el encargado de la producción. Sin embargo, en un primer momento la viabilidad del proyecto se vio condicionada por la ausencia de empresas para producir la vacuna en humanos.

Actualmente su filial Biofabri se encuentra fabricando los lotes que se emplearán en las pruebas clínicas y tal y como han señalado desde el consorcio CSIC-Zendal «el proceso industrial está a punto para la fabricación de lotes comerciales tan pronto como la fase de desarrollo clínico concluya». La empresa gallega, afincada en O Porriño, también ha firmado un acuerdo con Novavax para la producción del antígeno de la vacuna de la biotecnológica estadounidense.

La financiación ha sido otro de los principales escoyos, ha reconocido el doctor Esteban, comparando los apenas 700.000 euros de presupuesto con los que han tenido que sacar adelante el proyecto de una vacuna nacional frente a los cientos de millones con los que trabajan por ejemplo los investigadores de la Universidad de Oxford.

Sin embargo, el proyecto ha logrado salir adelante pese a las dificultades y en los próximos meses está previsto que se realice un primer ensayo con 112 personas, para evaluar la respuesta inmune y la seguridad de la vacuna, al que seguirá un segundo ensayo con más de 20.000 voluntarios antes de 2022.

¿Cómo funcionan?

El prototipo impulsado por los doctores Esteban y García emplea una versión atenuada del virus Vaccinia, una variante que ya fue utilizada en la erradicación de la viruela allá por la década de 1970, ahora modificado con información genética del nuevo coronavirus. La vacuna emplearía el virus como vehículo para transportar la proteína S del SARS-CoV-2 que estimularía  la defensa inmunitaria contra la enfermedad.

Dicha proteína vendría a ser la “llave” que posibilita la entrada del coronavirus en las células humanas, de modo que incorporada a la vacuna, se generaría tan pronto como el virus penetre en la célula y será la encargada de enseñar al sistema inmunitario cómo reconocer al coronavirus real y cómo eliminarlo.

Los ensayos con ratones han mostrado una eficacia del 100% y apuntan a que serán necesarias dos dosis para neutralizar la multiplicación del virus en los pulmones. Tal y como han explicado los propios responsables los resultados son muy prometedores habiendo observado que la vacuna genera “una respuesta inmunitaria robusta con producción de anticuerpos neutralizantes y activación de linfocitos T en ratones”, confiriendo una protección absoluta frente al COVID-19 en este tipo de roedores susceptibles a la infección por SARS-CoV-2.

Según explican desde el CSIC,  lo verdaderamente relevante es que la vacuna produce altos niveles de anticuerpos IgG específicos frente a la proteína S de la COVID-19 y a su dominio de unión con la proteína ACE2, que sirve de receptor de las células humanas. Además, las muestras serológicas de los ratones vacunados neutralizaron de forma muy potente al SARS-CoV-2 en cultivos celulares.

El modelo de los doctores Enjuanes y Solá, al igual que ocurre con Pfizer y Moderna, utiliza ARN mensajero, pero replicándolo de forma que este sería capaz de autoamplificarse pero no de propagarse, «lo cual lo hace muy seguro», ha afirmado el doctor Enjuanes, quien ha afirmado no tener conocimiento de ninguna otra vacuna que se esté desarrollando siguiendo estos mismos parámetros.

Este modelo se está desarrollando con dos formas de producción y administración. La primera, «químicamente definida», que daría lugar a la producción de la ya mencionada proteína S del virus, «máximo inductor de anticuerpos neutralizantes». En la segunda el ARN se envolvería en partículas análogas a virus (VLP), que «se parecen a un virus pero al que le faltan varios genes y proteínas».

El proyecto que encabeza Vicente Larraga, director del laboratorio de Parasitología Molecular del Centro de Investigaciones Biológicas Margarita Salas (CIB-CSIC), también es muy prometedor. Se trataría de una vacuna que “utiliza un plásmido sintético” y estaría basada en una anterior que desarrollaron para la leishmaniosis.

A diferencia de otras que necesitan temperaturas muy bajas, esta vacuna podría conservase a temperatura ambiente y manteniéndose estable hasta los 37 grados, “lo que abre las posibilidades de hacerla llegar a África, Sudamérica o el sudeste asiático, convirtiéndola en una ventaja objetiva».


Analista especializado en el entorno de la información y Defensa.

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