El pasado 24 de junio la guerra en Ucrania quedaba eclipsada por los acontecimientos en Rusia. El grupo Wagner, entidad paramilitar al servicio del Estado, se sublevaba de la mano de su líder, Yevgueni Prigozhin. En sus acusaciones a través de las redes sociales apuntaba a la élite rusa, concretamente a la esfera militar, sector al que llevaba criticando meses por incompetencia y falta de apoyo.
A pesar de la niebla alrededor de este capítulo, el simbolismo que acopia este acontecimiento es innegable. Hasta la fecha, había escasos indicios de la falta de inconsistencia en las instituciones dentro del propio país, sin embargo, tras la toma de Rostov del Don por el Grupo Wagner ha quedado en evidencia que el poder de Putin no es tan firme como se presuponía.
Es pronto para sacar conclusiones, pero el reflejo de unas fuerzas fragmentadas en Rusia deja el poso de inestabilidad interna. No obstante, falta información para saber en qué grado. Tampoco se puede pasar por alto el momento de esta maniobra que ha dinamitado la relación entre empresa y Estado hasta la fecha. Tras ser la punta de lanza que tomó Bakhmut en mayo, el pasado 24 de junio Prigozhin hacia uso de las redes sociales para lanzar el mensaje definitivo contra las instituciones a las que llevaba criticando abiertamente durante meses.
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Qué es el Grupo Wagner
Esta compañía militar privada surgió en 2014 y desde entonces su resonancia no ha parado de crecer por su papel en diferentes escenarios de alto valor estratégico para Rusia. Se trata de una empresa militar que sólo trabaja para el Estado ruso. En un comienzo, gran parte de sus miembros eran antiguos militares del Ejército, incluso de alta cualificación procedentes de operaciones especiales, un factor que puede dar una idea del rendimiento que esta organización ha dado en los enclaves en los que se ha desplegado. El último la guerra de Ucrania, dónde tuvo un papel clave en la toma de Bakhmut, una de las pocas victorias rusas en el último año.
Esta organización fue subvencionada por el Estado, que proporcionó 1.01 mil millones de dólares entre mayo de 2022 y mayo de 2023. Por su parte, Prigozhin obtuvo 80 mil millones de rublos a través de su empresa de catering, Concord, como proveedora de alimentos a las FFAA rusas durante el mismo periodo. Estos datos reflejan el grado de vinculación entre el Kremlin y el Grupo Wagner. De hecho, Prigozhin ha llegado a tal posición por sus vínculos con el propio Putin, y con el paso del tiempo el empresario ha ido ampliado sus áreas de negocios hasta ser una figura de gran utilidad para el líder del Kremlin.
En cuanto a la configuración de la compañía, el 20% de Wagner lo componen antiguos miembros de las FFAA, sin embargo, hay estimaciones que hablan que el 80% lo conforman antiguos presidiarios. Son porcentajes que hay ido cambiado a medida que su papel y la necesidad de sus servicios iban en aumento. En el último año, la guerra en Ucrania exigió engordar sus filas con gente menos cualificada.
Otro aspecto a señalar del grupo Wagner es que la única figura que se nombra y destaca es la del empresario que puso la compañía en marcha y consiguió situarla en el radar del Kremlin. Sorprende que no se conozca el nombre de los comandantes del Grupo Wagner, aquellos que están en el terreno y planifican y ejecutan los planes de guerra en el campo de batalla. La manera de monopolizar la imagen de la organización por parte del oligarca es un factor que no debe pasar desapercibido.
Las vértebras del poder de Vladimir Putin
Para entender la posición de Prigozhin hay que hablar del entramado de poder dentro de la élite rusa. El epicentro de ese poder es Vladimir Putin y debajo de él está un círculo de funcionarios y oligarcas fieles. Figuras que sustentan un poder definido dentro del organigrama dictaminado por el Kremlin, cuya influencia y posición dependen directamente de Vladimir Putin. Es por eso que estas facciones y figuras tienen disputas entre sí por sobresalir en influencia. El caso más evidente de los últimos meses ha sido entre Prigozhin y Shoigu. Por ello, esta última acción de Wagner es también el resultado de las dinámicas de poder internas: el líder de la compañía militar llevaba meses criticando abiertamente la falta preparación, de medios y material del que disponía el Grupo Wagner en el frente. De ahí su crítica pública a organismos oficiales. Putin es quien está en potestad de bascular el orden de fuerzas y quien permite el choque como forma de que nadie acapare suficiente poder para competir con él. Ésto explicaría por qué Putin permitió las críticas públicas de Prigozhin durante meses.
El oligarca es un perfil definido con una visión muy marcada. En tiempos de guerra los nacionalismos se acentúan por naturaleza propagandística y ello catapulta a figuras del perfil del líder de Wagner. Prigozhin es el primero, pero hay más personajes con poder en Rusia que pueden enarbolar tal discurso agresivo y crítico con las élites gubernamentales. Difícilmente surgirá una figura que utilice las mismas armas que Prigozhin, pero los sucesos del pasado 24 de junio han dejado un precedente, más allá de las verdaderas intenciones del empresario ruso. No obstante, cualquier posibilidad, aunque hoy parezca remota, debería ser de otro perfil, más sutil y con otros recursos, para ser alternativa al líder que hasta hace poco parecía incuestionable.
La insurrección
Prigozhin ha dejado entrever las deficiencias operativas, pero también de liderazgo, apuntando directamente a las élites del país, y aunque ha señalado especialmente a la esfera militar, ha sacado a relucir disfunciones en diferentes estratos del Estado.
Ya centrándonos en la insurrección, y visto con retrospectiva, fue una maniobra que quería demostrar la incompetencia del Ejército ruso, institución a la que Prigozhin dirigió gran parte de sus ataques verbales, en concreto a sus máximos exponentes, empezando por el ministro de Defensa, Serguei Shoigu. No obstante, la insurrección también señala a otros organismos estatales, ya que pone en entredicho la eficiencia de la inteligencia rusa (FSB) por no haber medido las posibilidades de tales acciones, así como su respuesta una vez iniciada.
Si atendemos a la ejecución de la insurrección en sí misma, cualquier intento de golpe de Estado exigiría mayores recursos que los de Wagner, ya que no es viable alcanzar Moscú y deponer a la cúpula de poder rusa con los miembros de la compañía únicamente, algo que el empresario debía saber de antemano. En esta línea, el levantamiento de Prigozhin se aleja de los pasos a seguir para acometer un golpe de Estado, ya que en ningún momento se acercó a controlar los centros de poder: los edificios gubernamentales, bases militares (y policiales), vías de comunicación, medios de comunicación (televisión, radio, prensa y el control digital), y figuras del Estado. Lo más cerca de tal maniobra fue el control de la ciudad de Rostov, dónde a primera hora el Grupo Wagner ya se había hecho con control de las instalaciones militares.
Tampoco es descartable que Prigozhin, por su relación con Putin y su posición como empresario prominente, pudiera llegar a pensar que era demasiado útil para Rusia, lo que le condujera a medir erróneamente las consecuencias de sus actos. En cualquier de los escenarios el oligarca calculó mal su jugada.
El Kremlin ha seguido la misma línea de pensamiento, de ahí que, una vez erradicada la rebelión, la cúpula de poder rusa haya comenzado una caza de brujas dentro de los organismos más altos para encontrar posibles vínculos. Estas acciones, además, tienen la doble función de señalar a traidores de tal forma que sirva para tapar incompetencias propias. La purga interna ha empezado con el arresto del general Sergei Surovikin.
Las consecuencias de la rebelión
Por el momento, la respuesta ha sido permitir que Prigozhin se desplazara a Bielorrusia – el presidente del país jugó un papel capital para encontrar una salida a la situación – y a los miembros del grupo la oportunidad de decidir si quieren abandonar Rusia o integrarse a las filas del Ejército ruso.
Atendiendo al contexto de guerra, es una maniobra entendible que el Kremlin dé la oportunidad de reubicar a los miembros de la fuerza paramilitar en la estructura oficial de sus FFAA. De esta forma ejercerá un control directo sobre ellos y no pierde capital humano con experiencia, en algunos casos de alta cualificación.
En las próximas semanas se tendrá más información de cómo se acomete lo pactado, cómo se integran los miembros de Wagner en las FFAA y su disposición en el futuro. En cuanto a las cotas de poder rusas, cualquier cambio en el círculo de Putin, especialmente en la esfera militar, dará una victoria simbólica a Prigozhin. Putin querrá por todos los medios evitar más imágenes de debilidad, por lo que será cuidadoso si llega a acometer cambios en las altas esferas de su círculo entre los señalados por el oligarca. Por tanto, no sorprendería que mantuviera a las figuras que han levantado la crítica, como Gerasimov o Shiogu; el líder ruso antepone la lealtad a la eficiencia.
La lectura de todo el capítulo está lejos de ser obvia. Queda por ver qué pasa con todos los activos de Prigozhin, dado que el empresario posee compañías de diferente índole, y todas al servicio del Estado ruso. Manejaba fábrica de trols, empresas de catering que daba servicio a las FFAA y lideraba la compañía privada cuyo papel le ha costado su posición. El futuro de estas empresas puede dar pistas sobre el papel que le permiten tener al oligarca.
Finalmente, el Kremlin pactó para conceder a los miembros de la compañía militar la opción de integrarse en el Ejército ruso – firmado un contrato – o trasladarse a Bielorrusia. Si se atiende al historial de Rusia y de Putin, sorprende tal reacción, más si cabe cuando el mismo día del levantamiento aseveraba la contundencia del castigo para “los traidores”. Tal respuesta es significativa y puede justificarse desde la necesidad de capital humano para la guerra en Ucrania, otro reflejo de la situación delicada en la que se encuentra Rusia para encarar la guerra en Ucrania. No hay que olvidar que un porcentaje – es cierto que cada vez más bajo – de los miembros del Grupo Wagner son antiguos integrantes de las FFAA, cuya formación y conocimiento en el teatro bélico el Gobierno ruso no puede permitirse desperdiciar.
Además, está también la cuestión de todos los escenarios en los que Wagner opera más allá de Ucrania. La compañía militar privada está desplegada en Siria y varios países de África, entre otros puntos del planeta. A pesar de que el Kremlin obligue a partir de ahora a los integrantes a formar parte de manera oficial del organigrama de las FFAA, está por ver cómo afecta este cambio en la gestión de las misiones en el exterior con presencia del grupo paramilitar.
¿Cómo afecta esto a la guerra en Ucrania?
Sobre el terreno y a corto plazo no se debería notar, más cuando ya se habían sustituido las fuerzas de Wagner por las del Ejército ruso en Bakhmut. Sin duda el efecto más duro es el aspecto moral. Las sensaciones que deja el Kremlin y su consistencia en el poder es visto en Ucrania como una suerte de debilidad obvia, aunque ello se debe a que sigue la narrativa de guerra.
La comunidad internacional, en este caso Occidente, ha mantenido una posición más cauta en su discurso y no ha querido alimentar confabulaciones hacia el Kremlin, señalando que se trataba de una cuestión interna de Rusia. No obstante, cualquier inestabilidad política en el país euroasiático interesa a todo el planeta; no sólo por ser una potencia nuclear, también porque la descomposición del régimen sería un golpe tectónico para el orden internacional en diversas dimensiones estratégicas.
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A pesar de todo lo analizado, no se debe sobredimensionar las repercusiones de este capítulo. Quedará como lo que ha sido, un episodio de inestabilidad que duró 24 horas y que refleja una inesperada inconsistencia institucional en Rusia pero que, en última instancia, no supone cambios de gran calibre. De hecho, tendría sentido que este acontecimiento sirviera para que Vladimir Putin reforzara sus instituciones, aumentara la vigilancia de sus redes internas y atendiera a aspectos hasta la fecha eclipsados por la guerra. Todo esto hace más peligroso y tenaz al líder ruso.
Como ya se ha mencionado, en los últimos días se ha anunciado de que el general Serguéi Surovikin ha sido apartado por presunta vinculación con el Grupo Wagner. En su lugar se apunta que el general Zolotov será quién ocupe su espacio. Zolotov encabeza la Guardia Nacional, lo que puede presuponer que este organismo vea aumentadas sus capacidades y papel dentro del organigrama de seguridad interior. Este paso supondría centralizar todavía más el poder, ya que este cuerpo militar responde directamente a Putin. Un gesto cargado de significado.
Con el paso de los días, y atendiendo al alcance de la insurrección como a la respuesta gubernamental, se entiende que las acciones de Prigozhin eran más un mensaje que una intentona golpista. Ésto explicaría la benevolencia a los insurrectos, empezando por Prigozhin. Por magnitud, por el mensaje, por tiempos y por reacción, la rebelión de Wagner es un capítulo que apunta a una llamada de atención por la mala gestión de la guerra desde el Kremlin, concretamente apuntando a la cúpula militar, en un mensaje hacia pueblo como vía de presión a Vladimir Putin.
No obstante, el gran perjudicado de este suceso es presidente ruso. Su imagen de autócrata incuestionable con una Rusia unida por su liderazgo queda debilitada, un hecho sin precedentes. La insurrección no ha provocado cambios troncales ni consecuencias irreversibles, pero el poso de fragilidad que deja el levantamiento de Wagner bien puede deteriorar el aura de poder irrefutable del dirigente ruso.
El episodio de Prigozhin como actor independiente, que aspira a alejarse de la burocracia del Kremlin, acopia el peso simbólico que pretendía, todo lo contrario que la escasez de realismo a la hora de medir sus consecuencias; de ahí que la rebelión se solventara en 24 horas y él acabara en el exilio. En última instancia, este capítulo empieza y acaba con oligarca, un perfil de persona que sólo puede empoderarse en un sistema como la Rusia de Putin.
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