Las tensiones se han disparado tras la concentración de casi 100.000 soldados rusos, carros de combate, artillería y misiles balísticos de corto alcance, a lo largo de la frontera con Ucrania y Crimea. Estos movimientos podrían esconder algo más que meras maniobras militares y han hecho saltar las alarmas de la comunidad internacional.
Ucrania fue incapaz de detener la anexión de Crimea por parte de Rusia en 2014, y las autoproclamadas repúblicas de Donetsk y Lugansk se encuentran fuera de su control. El hecho de que Ucrania solo contara con 6.000 soldados preparados en ese momento era fruto de décadas de abandono: los políticos ucranianos se mostraron satisfechos tras la firma del Memorándum de Budapest sobre Garantías de Seguridad en 1994, por el que Ucrania renunciaba a sus armas nucleares a cambio de ciertas garantía de seguridad por parte de Estados Unidos, Gran Bretaña y Rusia. Algunos funcionarios ucranianos de nacionalidad rusa se encontraban detrás de este acuerdo.
Ahora Ucrania parece estar despertando y sus fuerzas armadas han experimentado una considerable transformación. El gasto militar en relación con el PIB se ha duplicado hasta alcanzar un 4% y Estados Unidos ha suministrado a Ucrania equipos militares por valor de 2.500 millones de dólares. También se ha reimplantado el servicio militar obligatorio, aunque el 85% de los soldados ucranianos siguen siendo profesionales.
Algunas de las reformas necesarias requerirían de un tiempo del que el país no dispone. Las contrataciones públicas son sospechas y turbias y los fabricantes estatales no son productivos, además la reminiscencia de una cultura de mando rígida propia de la era soviética persiste en Ucrania. A pesar de ello, el país cuenta con 250.000 soldados y otros 900.000 en la reserva; 300.000 de ellos tienen algún tipo de experiencia en el frente. Los nuevos soldados cuentan con un mejor entrenamiento, y Occidente, que un principio se mostraba reacio a proveer de armamento a Ucrania, está cambiando de parecer. Ucrania ha comprado a Turquía drones de combate Bayraktar TB2, y Estados Unidos ha enviado a Ucrania misiles Javelin con la condición de que sean almacenados lejos del frente.
Sin embargo, el presidente de Ucrania, Volodymyr Zelensky, no parece satisfecho. Aunque el armamento es necesario, lo que persigue es su ingreso en la OTAN. Esto supondría que Estados Unidos y otros 29 países deberían socorrer a Ucrania en caso de que esta fuera atacada por Rusia. No obstante, su entrada no parece probable a corto plazo; la OTAN no está interesada en comprometerse con la defensa de un país inmerso en un conflicto tan directo con Rusia. Ucrania se encuentra organizando sus fuerzas para una hipotética “interoperabilidad” con las fuerzas de la OTAN.
En este sentido, la realización de ejercicios conjuntos con la Alianza Atlántica son cada vez más frecuentes; “Raid Trident” y “Sea Breeze” se llevan realizando desde hace muchos años, y son cada vez más sofisticados. También se están planificando nuevos ejercicios, como “Cossack Mace”, maniobras británica-ucranianas que han iniciado este mismo año, y “Coherente Resilience”, un ejercicio anual de la OTAN con oficiales ucranianos que se inició en 2017.
Sin embargo, el planteamiento ruso podría estar cambiando como respuesta a una visión del futuro que considera intolerable. El temor de Rusia podría pasar por el hecho de que Ucrania abandoné su histórico papel de “amortiguador” entre Rusia y los países occidentales, y en su lugar se alíe con Estados Unidos en contra de Moscú. Los expertos acusan a Putin de haber planeado el acuerdo de alto el fuego de Minsk II de 2015 para que Donetsk y Luhansk, con considerable núcleos de población rusa, volvieran a formar parte de una Ucrania federal con poder de veto sobre cualquier inclinación ucraniana hacia el oeste. De momento esto no ha sucedido. Aunque el acercamiento de Ucrania a Europa y Estados Unidos continúa, y Rusia parece estar perdiendo la paciencia.
Esto no quiere decir que las pretensiones de Rusia pasen por invadir de forma definitiva todo el territorio ucraniano. Los analistas sugieren que podría darse una incursión rápida y firme, similar a la guerra de Rusia con Georgia en 2008.
Las fuerzas rusas, desplegadas en todo su esplendor contra las tropas de Ucrania, probablemente acabarían con cualquier resistencia de manera rápida y contundente. No parece que por el momento el arsenal ucraniano cuente con capacidad para detener las modernas fuerzas aéreas rusas, que recientemente han demostrado su poder en una campaña de bombardeos sobre Siria. La mayor parte de la armada ucraniana desapareció junto con Crimea en 2014, y no ha sido reconstruida desde entonces. Las tropas rusas están mejor armadas, son más numerosas y además están respaldadas por una estructura logística más fluida.
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