G.B. D. Agustín Alcázar Segura (R).
Una vez finalizada la campaña del Alto Perú, las fuerzas empleadas en ella estaban disponibles para iniciar la recuperación del territorio argentino, previsiblemente combinando sus acciones con las que, desde Montevideo, pudieran efectuarse.
Sin embargo, bien pronto se vio que desde Uruguay no era posible realizar acción alguna, dado el ambiente de inseguridad provocado por Artigas, que rechazó el armisticio firmado entre el virrey Elio y el triunvirato de Buenos Aires. En estas circunstancias la ofensiva se llevó a cabo por las fuerzas alto peruanas exclusivamente.
Abascal dio instrucciones a Goyeneche para que iniciara la progresión hasta Salta, escalonando las tropas del siguiente modo: una fuerza de 2.000 hombres encargada de llevar a cabo la penetración, que destacaría otra de 500 hombres para alcanzar el río Pasaje (80 kilómetros al sur de Salta). Desde este punto, se deberían realizar incursiones que llegaran hasta San Miguel de Tucumán (280 kilómetros al sur de Salta). Como reserva se mantendría un contingente de unos 1.000 hombres, que permanecería en el río Suipacha[1].
El 12 de Septiembre de 1812, el brigadier Tristán comienza su avance hacia el sur al mando de una fuerza operativa integrada por los regimientos de Abancay y Real de Lima (2 batallones cada uno), batallones de Cotabamba y Paruro y un escuadrón de dragones de Salineros de Tarija. El día 22, Tristán había alcanzado un lugar denominado Tapia, a unos 40 kilómetros de Tucumán, en tanto que su vanguardia se situaba en el Ojo del Agua, 8 kilómetros más adelante.
A partir de este punto, se realizó una marcha de aproximación siguiendo dos ejes paralelos que, al llegar a las inmediaciones de Tucumán, deberían transformarse en dos esfuerzos para el ataque:
- 1) Con misión de fijar la ciudad, materializado por la agrupación A, integrada por: uno de los batallones de Abancay, el escuadrón de dragones y 25 hombres montados del Real de Lima,
- 2) Con misión de progresar al oeste del anterior desbordando la ciudad hasta ocupar el camino real de Tucumán a Santiago del Estero y cortar las comunicaciones entre ambas, para impedir la retirada a Belgrano. Este esfuerzo estaba materializado por la agrupación B, integrada por el resto de la fuerza,
En la madrugada del 24 da comienzo la operación, de modo que, a las nueve de la mañana la agrupación A se encontraba a 8 kilómetros de la ciudad. Siguiendo el esquema de la maniobra expuesto más arriba, Tristán ordenó que ésta cerrase sobre Tucumán, en tanto que la agrupación B, continuara la progresión para efectuar el envolvimiento previsto.
Sin embargo, cuando ésta última se hallaba a unos 2 kilómetros de la ciudad, se encontró con el enemigo, que le presentaba batalla. Tristán la aceptó, para lo cual giró hacia la izquierda su dispositivo y presentó su frente al enemigo, que inmediatamente rompió el fuego.
En un exceso de impulsividad, antes de que se hubiera desplegado la artillería que apoyase el ataque y sin órdenes del propio Tristán, el batallón de Abancay seguido por el de Cotabambas, se lanzó al ataque. Ante el hecho consumado, el brigadier empeñó los batallones del Real de Lima y Paruro, envolviendo al enemigo por la izquierda.
Pese a lo improvisado de la acción, las fuerzas realistas parecían dominar la situación; sin embargo, en un momento determinado, la caballería de Cotabambas, quizás interpretando negativamente un movimiento de la enemiga, que pugnaba por buscar una salida a su situación, huyó del combate arrastrando al resto del batallón, al que siguió el de Abancay.
Esta huida provocó la reacción de los argentinos entablándose un combate cuerpo a cuerpo que finalizó, después de la captura de la artillería realista, con el repliegue de la fuerza insurgente sobre la ciudad.
Retirado a alguna distancia, Tristán no abandonó su propósito de ocupar la ciudad. Para ello reorganizó sus fuerzas, incorporando la agrupación A, e inició de nuevo el ataque, de forma, que a las tres de la tarde del mismo día 24 se hallaba en posesión de los arrabales de Tucumán. Sin embargo no se atrevió a dar el asalto por falta de municiones, y se limitó a intimar la rendición, que en modo alguno fue aceptada.
Aún se mantuvo Tristán ante la ciudad el día 25 reorganizando sus tropas, pero la falta de municiones le decidió a retirarse sobre Salta. Esta maniobra se presentaba como altamente dificultosa, dado que habría de llevarla a cabo a lo largo de casi 250 kilómetros, en un terreno ocupado por una población hostil, sin caballería, ni medios de transporte, sin víveres, sin guías conocedores del terreno y con una tropa desmoralizada. Sin embargo, estimó que no existía otra alternativa, de modo que, a las tres de la mañana del 26 inició el camino de vuelta a las presuntas bases seguras de Salta.
Para las fuerzas realistas, la batalla de Tucumán supuso un fracaso que le costó unas 600 bajas, de las que unas 150 fueron muertos y el resto prisioneros, desaparecidos y desertores. Para los insurgentes, si bien habían mantenido sus posiciones y obligado a Tristán a retirarse, también le debió suponer un alto precio en bajas, como lo demuestra el que, hasta cuatro días después de iniciada la retirada realista, no saliera en su persecución, no pudiendo impedir que llegaran a su destino.
Durante esta persecución, las fuerzas argentinas se presentaron ante Salta el 20 de Febrero de 1813, con unos efectivos de 4.000 hombres, desbordándola por su flanco este, y situándose entre ésta y Jujuy, a unos 6 kilómetros de la primera. Todos los intentos de abrirse paso hacia aquella ciudad por parte de Tristán fracasaron, y al fin, cundiendo la desmoralización entre los realistas, que no supieron atajar sus oficiales, se vieron obligados a encerrarse en la ciudad, y tras una lucha de tan solo tres horas, capitularon.
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[1] DÍAZ VENTEO, Fernando: Las campañas militares del virrey Abascal. Publicaciones de la Escuela de estudios Hispano-Americanos de Sevilla. Sevilla, 1948.. pp, 239 a 242.
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