Luis Antonio González Francisco.
“…Creo que la bandera del Islam debe
dominar la humanidad y que el deber de todo
musulmán consiste en educar al mundo de
acuerdo con las reglas del Islam; me
comprometo a luchar mientras viva para
ejecutar esa misión, sacrificando a ella cuanto
poseo…”.
Hassan Al-Banna, fundador de Hermanos Musulmanes.
“Sin emplear la violencia contra quienes la ejercen
y detentan los instrumentos y órganos de poder,
no es posible liberar al pueblo de sus opresores”.
Vladimir Ilich Ulianov, Lenin. “La victoria de los demócratas constitucionalistas y las tareas del partido obrero”.
Desde la época de la gran revolución francesa, las revoluciones han buscado algo más que cambiar los gobiernos; su objetivo era, y sigue siendo, la transformación completa y absoluta de todo el sistema tanto político como social. La revolución francesa originó otros movimientos similares en el sentido moderno de la palabra y los sucesos acontecidos en ella se fueron reproduciendo a lo largo de la historia. Tras ella legaron otros “periodos de terror” en toda la extensión del término y no pocas reencarnaciones de Robespierre o de Marat (1).
El terrorismo de inspiración yihadista dista mucho ya de ser un fenómeno nuevo. Es más, si algo ha demostrado a los largo del tiempo, es que ha sido capaz de adaptarse, al reproducirse esta fenomenología en distintos ámbitos territoriales, de subsistir e incluso de, al igual que un fenómeno viral, mutar y aumentar su capacidad letal. Todas estas características se personifican en Daesh, la nueva marca del terror de inspiración yihadista que tuvo su origen, en la primera década de este siglo en Al Qaeda en el País de los dos Ríos, la franquicia iraquí de la que por aquel entonces era, en palabras de uno de sus fundadores Osama Bin Laden, el “caballo ganador” de los grupos u organizaciones yihadistas: Al Qaeda. A diferencia de Al Qaeda, Daesh no realiza promesas de futuro una vez sea eliminado el “enemigo lejano”. Su propuesta es material y ofrece a sus seguidores la posibilidad de vivir la realidad del Califato bajo la égida de Abu Bakr Al-Baghdadi Al-Quraishi, autodenominado amīr al-mu’minīn (Comendador de los creyentes) el pasado 29 de junio de 2014 en una suerte de paraíso terrenal establecido en Dar al Islam (la tierra del islam).
En este punto, pasar de la teoría a la praxis en un territorio concreto y eventualmente promover la expansión del mismo, es donde cobra especial relevancia la faceta revolucionaria del movimiento yihadista que va mas allá del control por el simple hecho del mero control, sino que propugna la creación de un nuevo sistema llamado a sustituir al anterior, moribundo y decadente, implantarse y extenderse por la vía de la espada, según sus promotores, con el permiso de Alá.
En no pocas ocasiones el terror formó parte de revoluciones de distinto signo, según Maximilien de Robespierre “…el resorte del gobierno durante la revolución es, al mismo tiempo, la Virtud y el Terror; la virtud sin la cual el terror es mortal; el terror sin el cual la virtud es impotente«. En plena era de las comunicaciones digitales, el terror vuela a través del espacio cibernético, sirva como ejemplo la profusión de videos de macabro contenido con el que el potente aparato propagandístico de Daesh bombardea de manera perenne las redes sociales y la casi automática réplica de estos contenidos por parte de miles de “cibersimpatizantes”, más allá de implementar la presencia del terror en el seno de las sociedades occidentales y de sus enemigos sobre el terreno parece tener entre sus objetivos el hecho de evidenciar la implantación del califato, con todas sus consecuencias. Quizá la parte más visible son las terribles ejecuciones en distintas variantes pero estas son presentadas no como exponentes de una tremenda barbarie sino como una simple administración de la justicia del Califato.
Aunque gozan de mucha menos repercusión también proliferan documentos propagandísticos con contenidos mucho más mundanos como el cobro de impuestos, la recogida de las cosechas, el funcionamiento de un hospital o la inauguración de un hotel de lujo en Mosul. En esta ciudad milicianos de Daesh destruyeron esculturas asirias y acadias en el Museo de la Civilización no lejos de este enclave, la ciudad asiria de Nimrud, que podía ser considerada hace tres milenios como la capital del mundo fue transformada por Asurnarsipal II, fue arrasada con excavadoras y maquinaria pesada.
Esta manera de actuar unida al conjunto de los anteriores podría calificarse sin duda de revolucionaria ya que no se queda en la mera ortodoxia y se transmuta en una ortorpraxia ya que va mas allá de acabar con las figuras de los ídolos combatidos por el Profeta sino que parece ir encaminados al inicio de una reescritura de la historia (2).
El cambio que propone el yihadismo tiene una profunda base religiosa, o más bien de una interpretación religiosa errónea e interesada por parte de sus instigadores. Aunque de una corriente distinta religiosa también era la inspiración de la revolución iraní de 1979 extremo que quedó meridianamente claro en las declaraciones de su líder el Ayatollah Sayyid Ruhollah Musaví Jomeini “No hemos hecho una revolución para modificar el precio del melón”(3) .
Pero el cambio anhelado no caerá por su propio peso sino que es necesario implementarlo y cualquier ruta que se tome pasa indefectiblemente por el empleo de la lucha armada en cualquiera de sus versiones: terrorismo insurgencia, guerra convencional o un empleo en función de las circunstancias de cualquiera de ellas o de una combinación de todas. Lenin afirmaba: “El poder sólo puede ser conquistado por medio de una insurrección armada” (4).
Por su parte uno de los más importantes teóricos del yihadismo y mentor de Osama Bin Laden, el palestino Abdallah Azzam, afirmaba que el yihad tenía como finalidad “establecer la religión de Dios en la tierra y construir las bases de un Estado islámico” y por lo tanto “el yihad contra los infieles es la obligación más importante de todos los creyentes (fard ayn)” (5).
Esta pretensión del movimiento yihadista en general y de Daesh en particular de establecer un nuevo modelo de gobierno, de plantear una violenta ruptura con el status quo establecido anteriormente y de exportar este sistema le confiere definitiva características propias de un movimiento revolucionario.
El diccionario de la Real Academia Española contempla como uno de los significados de la palabra revolución el siguiente: “Cambio violento en las instituciones políticas, económicas o sociales de una nación”. Aplicando esta definición a los objetivos yihadistas parece que al menos en el aspecto semántico tienen muchos puntos en común:
Cambio.- En su libro La paz mundial y el islam, Sayyed Qutb definió Dar al-Islam (tierra del islam) como un medio “para establecer el reino de Dios e imponer su ley en todo el universo y sobre todo el género humano”.
Violento.- Ibn Taymiyya afirmó que el yihad es una de las obligaciones más importantes en el islam y que “tiene más valía que hacer la peregrinación mayor y la menor (umra), la oración y el ayuno” y quien lo lleva a cabo se encontrará siempre “con una de las dos recompensas: la victoria y el triunfo, o el martirio y el paraíso”.
En las Instituciones políticas económicas o sociales.- Hasan al-Banna, fundador en 1928 de los Hermanos Musulmanes en Egipto llamaba en a sustituir a los gobernantes del momento, a los que definía como de apóstatas, y a instaurar un gobierno islámico.
De una nación.- Bin Laden en un mensaje difundido después de su muerte decía “Hijos de la umma (nación) musulmana, estáis ante un decisivo cruce de caminos, y ante una gran y única oportunidad histórica, para el avance de la umma y la liberación del servilismo de los deseos de los dirigentes, las leyes impuestas y la hegemonía occidental” .
Otro de los puntos en común que comparten el yihadismo y los movimientos revolucionarios es que, salvando las distancias ideológicas, ambos se desarrollan de una manera similar en su concepción y en la superación de varias fases evolutivas. Uno de los referentes de la guerra revolucionaria es Mao Tse Tung el cual establecía tres etapas: Una primera fase la insurgencia evitaría la confrontación abierta y limitaría su actividad a acciones que desgastan los recursos del enemigo. En una segunda etapa la guerrilla se enfrentaría a las fuerzas enemigas tratando de alcanzar una situación de punto muerto que provoque la evacuación de las ciudades y del territorio en disputa. Finalmente, una vez que la insurgencia cuenta con una base de operaciones adecuada, puede generar una fuerza militar con la que pasar a la ofensiva, destruir al ejército enemigo y hacerse con el control del Estado.
Apoyado en estos conceptos de Mao, desarrollando los mismos y adaptándolos al escenario propio del conflicto yihadista se ha llegado a lo que desde algunos sectores ha venido a denominarse “Insurgencia Global Islámica” que no es otra cosa que “Una hipótesis que argumenta que varios grupos no estatales islamistas se dedican a hacer política utilizando métodos terroristas y operaciones informativas, estando interconectados por medio de vínculos sociales informales con acceso a modernas tecnologías de la información y con el respaldo de algunos Estados, ciertas organizaciones benéficas islámicas y/o individuos de gran poder económico; se describe mejor como una rebelión a escala mundial, contra el orden establecido”.
Los factores que afectan principalmente a una insurgencia son:
- Crear una identidad política relevante.
- Enarbolar una causa atractiva.
- Atraer un número elevado de partidarios comprometidos.
- Prevalecer sobre grupos rivales.
- Apoyo exterior (6).
Todos y cada uno de ellos han sido implementados con mayor o menor éxito tanto por movimientos revolucionarios de inspiración marxista o anticolonialista sobre todo en la segunda mitad del siglo pasado y en la actualidad se intentan poner en práctica en escenarios yihadistas como el que se desarrolla en territorio sirio-iraquí o como el que ponen en práctica los diferentes actores armados que confluyen en el escenario libio por citar algunos ejemplos.
Al igual que otros movimientos revolucionarios, los yihadistas también critican o matizan el uso del terrorismo aplicándolo a la violencia que es empleada contra ellos o tratando de justificarlo en la situación de conflicto asimétrico que viven respecto a sus enemigos, que cuentan con un número mayor, tanto cualitativo como cuantitativo, de medios de respuesta. El revolucionario cubano de origen argentino Ernesto Guevara de la Serna, “el Che”, afirmaba: “El terrorismo debe considerarse como factor valioso cuando se utiliza para ajusticiar algún connotado dirigente de las fuerzas opresoras, caracterizado por su crueldad, por su eficiencia en la represión, por una serie de cualidades que hacen de su supresión algo útil; pero nunca es aconsejable la muerte de personas de poca calidad que traen como consecuencia un desborde de la represión con su secuela de muertes. ……hay que tener mucho cuidado en la adopción de medidas de este tipo y analizar las consecuencias generales favorables que pueden traer para la revolución……El atentado y el terrorismo ejercitados en forma indiscriminada, no deben emplearse. Muy preferible es el trabajo sobre grandes concentraciones de gente donde se pueda inculcar la idea revolucionaria e ir haciéndola madurar, para que, en un momento dado, apoyadas por las fuerzas armadas puedan movilizarse y decidir la balanza hacia el lado de la revolución”(7).
Poco después del 11S, el 21 de octubre de 2011 Osama Bin Laden concedió una entrevista al periodista palestino Tayseer Allouni en la que describía sí los ataques a las Torres Gemelas: “Estos jóvenes, a quienes Alá ha despejado el camino para que, ellos han cambiado la batalla por el corazón de los Estados Unidos y que han destruido sus más destacados [puntos de referencia, sus hitos económicos y sus hitos militares, que estar con la gracia de Alá]. Y lo han hecho desde lo que entendemos (…) en defensa propia, defensa de nuestros hermanos e hijos en Palestina y para liberar a nuestros lugares sagrados. Y si realizar esto es terrorismo, y si matar a los que matan a nuestros hijos es terrorismo, entonces la historia atestiguará que somos terroristas”.
El fenómeno yihadista también ha experimentado a lo largo de su historia la aparición de lo que se podría llamar “corrientes contrarrevolucionarias” las cuales, aunque compartan pensamientos comunes con la doctrina que forma el origen primigenio del movimiento, disiente del mismo no ya en sus fines sino en el método, que pueden ir dirigidas no directamente al modelo de lucha adoptado, sino más bien a la legitimidad, de una parte o de la totalidad de los objetivos contra los que se ejerce el uso de la violencia.
En septiembre de 2007, con motivo de las fiestas religiosas de Ramadán, el jeque saudí Salman Al Oadah leyó en televisión una carta abierta a Osama Bin Laden usando, entre otros los siguientes términos: Hermano Osama: ¿cuánta sangre se ha derramado? ¿Cuántos niños, mujeres y ancianos inocentes han sido asesinados, mutilados o expulsados de sus casas en el nombre de “Al Qaeda”? ¿Estás contento de encontrarte con Alá con esta pesada carga sobre tus hombros? Ciertamente es una carga agobiante, al menos cientos de miles de personas inocentes, sino millones” (8).
En 1993 los analistas norteamericanos David Rondfedt y John Arquilla publicaron un artículo titulado “La ciberguerra está llegando” en el que comentaban como el uso de las nuevas tecnologías cambiaría el modo de desarrollo de las guerras. En 2010 el presidente de los Estados Unidos de América, Barack Hussein Obama, definió el Ciberespacio como el quinto ámbito de guerra tras el terrestre, aéreo, marítimo y espacio exterior.
El revolucionario chino Mao Zedong ya planteaba la necesidad de desarrollar la guerra en todos los frentes posibles: «los rasgos peculiares de la guerra hacen surgir un conjunto de organizaciones especiales, una serie de métodos particulares y un proceso específico de guerra. Las organizaciones son las fuerzas armadas y cuanto a ellas es anejo. Los métodos son la estrategia y la táctica para dirigir la guerra».
Dentro de este nuevo espacio el yihadismo ha desarrollado la que ha venido en llamarse ciberyihad Es un concepto, actualmente en desuso, que se utilizaba para llamar a esa “marca” que era la metodología cibernética de Al-Qaeda en la Red. Sirve tanto para la NetWar, asegurando canales seguros de comunicación entre las células vía e-mail y los sistemas de encriptación, como la CyberWar. En este caso especial referencia a los foros para poder reclutar y las páginas web que sirven para dar publicidad entre musulmanes, como para “desinformar” a los enemigos (9).
Como ejemplo final de coincidencia se podrían citar a aquellas organizaciones que no están dentro de la estructuras de organizaciones puramente yihadistas y aunque, al menos de manera formal, muestran su rechazo al uso de la violencia, si mantienen un discurso que los sitúa en el plano dialéctico de esa zona de incertidumbre que bordea el yihadismo y a la cual alguno de sus miembros acceden. Sirvan como ejemplo los miltantes del movimiento Tabligh como Hamed Abderrahman Ahmed, único preso español en Guantánamo, el cual perteneció al Tabligh antes de desplazarse a Afganistán o de Aziz el Bakri, joven marroquí de 27 años que perdió la vida en Ramadi (Irak) en abril de 2003, también perteneció al movimiento antes de caer en manos de los reclutadores salafistas. Otro tanto se podría decir de organizaciones como la de los Hermanos Musulmanes o Hizb ut Tharir.
Son grupos que no participan en las instituciones pero si aprovechan los recursos que las mismas facilitan, movimientos que “…apelando a la libertad religiosa y de expresión, hechos que ellos mismos niegan a los musulmanes de la confesión chií, a cristianos y judíos, además de mostrarse totalmente contrarios al sistema democrático europeo” (10).
En pocas palabras, estas actuaciones podrán encajar perfectamente dentro de las tesis de Leonardo Sciascia cuando afirmaba: “Si un movimiento revolucionario es incapaz de introducirse en las grietas que le ofrecen la sociedad, el régimen que combaten y ensancharlas; si es incapaz de conseguir que las contradicciones internas de esa sociedad, de ese Estado se exacerben y estallen, no tiene justificación llamarse revolucionario”.
Como conclusión, para enfrentar correctamente tanto a movimientos revolucionarios como al yihadismo actual, vuelve a cobrar relevancia, aunque nunca ha dejado de tenerla, la máxima de John Churchill, I Duque de Marlborough (1650-1722) cuando afirmaba: “No es posible conducir exitosamente la guerra sin tener cerca buena inteligencia«.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS.
1.- TAYLOR, A.J.P. “Revoluciones y revolucionarios”. Ed. Planeta, 1970.
2.-ALBA RICO, Santiago. “El Estado Islámico y la tentación del cero”.
3.-AZNAR FERNÁNDEZ-MONTESINOS Federico. “Aproximación al radicalismo islámico”.
4.- TROTSKY León, “Historia de la revolución rusa”. Tomo II Capitulo XIX).
5.- AL-CHARIF Maher “La evolución del concepto de yihad en el pensamiento islámico”.
6.-GARCÍA GUINDO Miguel “La Consolidación de los movimientos insurgentes: de Al Qaeda a Irak”.
7.- GUEVARA, Ernesto. “Obras escogidas”. Madrid, Fundamentos, 1976.
8.- JORDÁN, Javier. “La evolución del terrorismo yihadista global después del 11-S: repercusiones sobre la seguridad europea y española”.
9.- ESCOBAR STEMMANN, Juan José. “Activismo islámico en España”.
10.- PÉREZ VENTURA, Oscar, “Infiltración del yihadismo en los movimientos salafistas europeos”.
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