Por D. Juan del Río Martín.
La más importante de las condecoraciones militares actuales es la Real y Militar Orden de San Fernando, que tiene su origen en las Cortes de Cádiz, durante la guerra de la Independencia, al surgir la idea de crear una Orden nacional y no dinástica que constituyese un justo y digno premio con el que la Patria pudiese materializar su agradecimiento a quienes se distinguiesen en acciones de guerra.
El artífice de la propuesta fue D. Luis Velasco, Diputado por la provincia de Buenos Aires, Virreinato de la Plata, quien junto con lo resto de los representantes de las Cortes, aprobaron, por aclamación la creación de una Orden Nacional que se materializó, como «Orden Nacional de San Fernando», el 31 de Agosto de 1811.
El patronazgo de San Fernando se debió a varias razones, entre las que cabría citar que el monarca en posesión de la corona, aunque preso en Francia en aquellos momentos, fuera Fernando VII, «El Deseado». Por otro lado, las mismas Cortes, se reunían en el Palacio de la ciudad de San Fernando (Cádiz), en la gaditana Isla de León.
La Orden de San Fernando En principio, la Orden establecía varias categorías: Caballeros Grandes Cruces y Caballeros de primera, segunda, tercera y cuarta clase y Cruces de Plata de primera y segunda clase.
A los Generales que desempeñaban el mando de los ejércitos reales, como Comandantes en Jefe, se les concedía la Gran Cruz por la primera acción distinguida, venera y orla por la segunda y una pensión de 15.000 reales por la tercera.
A los Jefes y Oficiales se les concedía la Cruz de Oro por la primera acción distinguida, el uso de una orla de laurel alrededor de la venera por la segunda y una pensión de 10.000 reales por la tercera.
A las clases de tropa se les concedía, igualmente, la Cruz, pero esta vez de plata, por la primera acción distinguida, orla y laurel por la segunda y una pensión vitalicia por la tercera.
El hecho de realizar seis acciones calificadas como «distinguidas» en el Reglamento de la Orden concedía la nobleza hereditaria y el derecho a poder blasonar las puertas de su casa y de sus padres y dotar a sus blasones de una corona de laurel.
Los Regimientos y Batallones distinguidos eran premiados, también, con la divisa de laurel que debían llevar bordada en su tafetán, así como con una corbata del color de la Orden.
Fernando VII, al ser liberado en 1814 de su prisión en Francia, no encontró de su agrado la nueva Orden. Su carácter nacional y el requisito de Juicio Contradictorio, que se necesitaba para su concesión, suponían una limitación a sus poderes, un tanto mermados por la Constitución de 1812 que habían redactado las Cortes de Cádiz.
Así pues, la Orden de San Fernando quedó en suspenso y por Real Decreto de 26 de Noviembre de 1814 se creaba la Orden de San Hermenegildo, que representaba la fidelidad a los viejos conceptos, tradiciones y usos que el Rey Fernando quería ver en sus súbditos. El gran descontento que produjo tan desafortunada medida obligó a que, con fecha de 19 de Enero de 1815, se restableciese la Orden de San Fernando, con la nueva denominación de Real y Militar Orden de San Fernando, con la vocación de premiar los servicios militares arriesgados y dejando la Real y Militar Orden de San Hermenegildo para premiar los años de servicio.
El criterio que regia la concesión de la recompensa variaba con respecto al Reglamento de 1811, no interesando el número de acciones distinguidas sino el mérito. La concesión de la Orden no se limitaría a hechos realizados en la Guerra de la Independencia, sino que se ampliaba también a las acciones en América. El nuevo Reglamento no satisfizo al ejército, provocando malestar entre los Caballeros de la Orden, por lo que el Rey encargó al Consejo de Estado y Guerra que redactara un nuevo Reglamento que saldría a la luz el 10 de Julio de 1815, tras múltiples intervenciones del Monarca, sobre todo en lo referente al modo y formalidad de la concesión.
El 5 de Marzo de 1816 y por Real Orden se formó el primer capítulo, que celebró su reunión el 10 de Junio de 1817 en la Iglesia de San Isidro el Real en Madrid. En 1820, con la vuelta del régimen constitucional, fue restablecido el Reglamento de 1811, estando vigente hasta que, en 1823, con motivo de la intervención de los «Cien Mil Hijos de San Luis» se restableciese el poder absoluto y con él, el Reglamento de 1815. El 18 de Mayo de 1862 se publicó una ley que reformaba los estatutos de la Real Orden y que estaría vigente hasta el 5 de Julio de 1920, año en que se publicó un nuevo Reglamento. El 26 de Noviembre de 1925 se promulgó otro que permaneció en vigor hasta el 9 de Mayo de 1931, fecha en que se derogó, rigiéndose la Orden, nuevamente, por el Reglamento de 1920, que subsiste, con algunas variaciones, hasta nuestros días.
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