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El recrudecimiento de la amenaza yihadista en Siria (1ª Parte)

Agustín Rebollo Navajas/Pamplona.

La República Árabe de Siria es un país perteneciente a Oriente Próximo, fronterizo con cinco países (Iraq, Jordania, Israel, Líbano y Turquía). La estimación de superficie total es de 185.000 km2,  con una población aprox. de 20 millones de personas posee una economía basada en la extracción de petróleo y gas natural, tiene una población activa principalmente en agricultura y pastoreo de supervivencia1 y a fecha de 2011 un tasa de desempleo del 8,3%2.

El tejido religioso está compuesto principalmente por musulmanes (90%), con una mayoría de la rama sunni aunque también en menor medida coexisten chiíes, alawitas, drusos e ismailíes, mientras que el cristianismo (10%) como minoría ejerce la libertad de culto que impera en el país.

Siria, en la historia más reciente, perteneció al Imperio Turco Otomano desde siglo XVII  hasta el XX, expulsados estos  por los ingleses en 1916. En 1918, finalizada la Primera Guerra Mundial, es entonces cuando el Consejo Supremo de los Aliados establece el mandato de este país a Francia. El resultado de esta intromisión colonialista son los gérmenes del llamado “panislamismo”, que al mismo tiempo comparte escena política con el socialismo y el nacionalismo árabe, representado por una figura importante como es Michel Aflaq, fundador del partido “Hizb al-Ba’th” (conocido como al-Baaz, Partido del Renacer) del mismo corte nacionalista que el partido iraquí Baaz de Saddam Husein. Fruto de estos movimientos, Siria consigue su independencia total en 1944, siendo reconocida dos años más tarde por Naciones Unidas.

El 8 de Marzo de 1963 se consuma en Damasco el golpe de estado número 11 desde su declarada independencia. Este es un día importante para entender el actual estado de la política en el país, la supremacía de la familia Assad (perteneciente a la minoría alawita) a través del partido Baaz y el uso militar para aplastar cualquier tipo de revuelta popular o movimiento religioso opositor al régimen. Reformaron la Constitución y como ejemplo el artículo octavo dice: “El partido Baaz Árabe Socialista es el partido dirigente de la sociedad y el estado”. Es así como el presidente Afez, padre del actual presidente Bashar Al-Assad, y Rifaaz su hermano, jefe de las fuerzas especiales del ejército sirio, estabilizan el país, acaban con el sectarismo a base de puño de hierro y se perpetran en el poder hasta nuestros días en la figura de Bashar. En la memoria quedan los bombardeos que en 1982 se llevaron a cabo sobre la ciudad de Hama, donde murieron cerca de 30.000 personas y puso fin a la revolución siria dirigida principalmente por la organización islamista de Hermanos Musulmanes, quien convocaba la yihad contra el gobierno apóstata.

Así, desde entonces la pertenencia a dicha organización está prohibida6 por la ley 49/1980 que dice: “Todo aquel que pertenezca a los Hermanos Musulmanes es considerado un criminal que recibirá como castigo la pena de muerte”. Motivo por el cual la mayoría de sus dirigentes sufrieron una represión que les llevo al exilio y como consecuencia no tienen capacidad de influencia dentro del país.

Política exterior declarada anti-Israelí fruto de la creación de aquel estado y de la humillación en el pasado durante la guerra de los seis días de 1967 donde perdió el territorio de  los Altos del Golán o los bombardeos preventivos sufridos en 2007 contra instalaciones en Daiz Alzour destinados a evitar el programa nuclear ocultado por el régimen. En consecuencia apoya y financia abiertamente a grupos islamistas como Hezbollah en el Libano, manteniendo una influencia sobre este país en consonancia con Irán (socio firme al que apoyó en la guerra de este contra el Iraq de Saddam Husein) y como Hamas en Palestina. Egipto, con el que un día formo parte de la R.A.U. (Républica Árabe Unida, 1958), también se alinea en el eje anti-Israelí aunque con el tiempo supo alcanzar acuerdos de paz que harán distanciar sus posturas. En adelante, el régimen necesita emplear su aparato represor hasta nuestros días, debido principalmente al malestar que provoca en la mayoría suní, que la presidencia y el destino del país recaiga en la minoría alauí (herética en su concepción).

En este proceso, año 2000, es proclamado presidente Bashar Al-Assad como heredero de la presidencia al frente del partido Baaz, encumbrado por su Mando Regional y respaldado por las fuerzas armadas y las elites adineradas de Damasco, conformando así una alianza clánico-familiar. Blindado así el régimen, aplasta y reprime cualquier oposición.

Abiertamente acusa a grupos yihadistas de atentar contra intereses de Siria, como Fatah al-Islam al que atribuye los atentados en la embajada de EEUU en Damasco el 19 de septiembre de 2006, o el coche bomba que explotó en un edificio de los servicios de inteligencia en Sayda Zaynab el 27 de Septiembre de  2008. Mientras, las relaciones con EEUU aun más deterioradas si cabe, con la aprobación en el congreso del documento firmado por el presidente George W.Bush: “Syria Accountability and Lebanese Sovereignty Restoration Act”  (SALSRA) en 2003, donde rompen definitivamente acusando a Libia de colaboración con el terrorismo de Hezbollah y responsabiliza de aprovisionar a la insurgencia antiamericana en Iraq. Sucesos como el asesinato del primer ministro del Líbano Rafiq Baha’ al-Din al-Hariri el 14 de febrero de 2005 en Beirut por la colocación de un coche bomba, bajo responsabilidad de los servicios secretos del régimen Sirio, no hace sino afianzar esta postura enfrentada.

Narrada la historia más cercana y puestos ya en contexto, el régimen en la actualidad 2011 – 2012, se enfrenta a una ola de movilizaciones en el mundo Árabe, susceptibles de contagiar Siria y perturbar su supervivencia.

De la ‘Primavera Árabe’ a la Guerra civil
Por la cabeza de nadie pasaba, que un ciudadano Tunecino (Bu’aziz), harto de sufrir humillaciones de la opresión policial en su país, acabaría inmolándose y así provocando una oleada de protestas en el mundo Árabe que terminaría tirando regímenes autocráticos como fichas de dómino.

Los presidentes de Túnez, Egipto, y Libia, con finales diferentes, sucumben y el efecto contagio amenaza a otros países entre ellos Siria. Ante estos hechos Bashar expresa su satisfacción por la caída de regímenes pro-Israelíes y al mismo tiempo confía en la estabilidad de su país1, nada más lejos de la realidad, ya que los ilegalizados Hermanos Musulmanes no iban a dejar pasar esta oportunidad histórica de revancha al régimen apóstata corrupto, ni los partidos opositores que operan en la clandestinidad. Se hace una llamada a la huelga general, protesta y desobediencia, denominando esta iniciativa como “el día de la Ira”, apoyándose para su difusión en plataformas, foros y redes sociales como “youtube” y “facebook”. Hasta la llegada de ese día, el gobierno de Bashar toma medidas para ganarse la opinión pública tales como reducción en los impuestos de los productos básicos, subsidios eléctricos para trabajadores estatales, subida de sueldos al funcionariado… y mientras disuelve cualquier tipo de protesta por la fuerza, encarcelando cualquier activista simpatizante de las revueltas acaecidas en otros países, se da baños de masas televisados enseñando al mundo la Siria “real”.

El 18 de marzo de 2011, es el día en que las protestas se multiplican y se extienden por las ciudades de Deraa, Homs, Alepo, Hama, Qamishle, Latakia y en Duma, siendo reprimidas con tal dureza que comienzan a contarse víctimas mortales en algún centenar, mientras la versión oficial, acusa a grupos yihadistas extranjeros que en el pasado ya actuaron dentro del país, concretamente Fatal Al-Islam, de organizar y promover los disturbios. Acusa del mismo modo a un complot  extranjero subversivo formado por Israel y EEUU junto con otros como Qatar a través de su cadena Al-Jazzera en la figura de su líder Al-Qaradawi.

Ante estos hechos la comunidad internacional hace eco de la brutalidad del régimen y pide el cese de toda violencia. Progresivamente disturbios, represión y muerte van de la mano, se cuestiona la legitimidad de Bashar y se intenta alcanzar una resolución en la ONU de condena y de posible intervención militar a la que Rusia y China se oponen desde el principio. Desde el exterior se crean las famosas cumbres de “países amigos de Siria” formada por 55 países (excepto Rusia y China) donde se buscan soluciones al conflicto, aplicando fuertes sanciones y descartando por el momento intervención militar (todavía está muy presente los resultados desastrosos en el estado fallido de Libia) y aun mas a sabiendas de que grupos terroristas vinculados a Al-Qaeda podrían estar operando sobre el terreno.

En este contexto surge el Consejo Nacional Sirio (CNS) con la intención de crear una alternativa popular y legítima a ojos internacionales aunque con el inconveniente que se encuentra prácticamente en el exilio con poca capacidad de movilización dentro del país. La Unión de Clanes y Tribus Sirias, a través de un comunicado, llaman a la revolución contra el régimen, acusando a las familias que ostentan el poder, de dictatorial, corrupto, sectario e ilegítimo: concretamente las familias Al-Assad, Makhlouf, Shalish, Al-Asad y Al-Akhras.

Temiendo el descontrol, el régimen mueve su maquinaria de guerra más temida, la 4ª División Acorazada a mando de Maher Al-Assad, los “shahbiba” y el servicio de inteligencia “mukhabarat” entre otros, comenzando así una escalada de violencia que no cesa hasta nuestros días y que según Naciones Unidas alcanza la cifra de 10.000 víctimas mortales. Ciudades como Homs sufren asedios desproporcionados con carros de combate, armamento pesado y helicópteros de las fuerzas armadas.

Ante esta situación de asesinatos y represión de civiles inocentes, comienzan las deserciones de militares, incluyendo mandos, que pronto conforman el llamado Free Syrian Army (FSA)  o Ejercito Libre Sirio bajo el mandato del CNS, aunque en un primer momento descoordinado y con poca capacidad de maniobra, pronto empieza a tomar forma la resistencia del FSA, y en consecuencia, el escenario de “guerra civil” a expensas de una intervención internacional bajo mandato ONU, cobra fuerza.


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