Las estrategias de Seguridad y Defensa de hoy deben atender a más factores que nunca, se exige de ellas que sean más integrales. Las consecuencias que un suceso puede concatenar en una región o en un abanico de países demanda la necesidad de tomar medidas conjuntas. Estados e instituciones internacionales por igual deben ser conscientes de la exigencia de adaptar las estructuras de mando y la configuración de su despliegue bajo una cooperación definida por el Derecho Internacional, siempre en consonancia con las Estrategias de Seguridad nacionales.
En últimas fechas las Estrategias de Defensa nacionales han variado, siempre en aras del panorama geopolítico de cada país. Rusia ha enfatizado en su papel exterior dado el empuje geoestratégico que busca Vladimir Putin; mientras que la Administración Trump ha retornado a un aislacionismo desfasado bajo el lema “America First”. Por su parte, España mantiene una línea moderada dentro del marco comunitario, aunque hay especialistas en la materia, como Manuel Badás, que alaban la partitura de Seguridad y Defensa: “España es un país puntero, su sistema de Seguridad Nacional es más coherente que el del resto de Gobiernos occidentales. El Ejecutivo español ha emitido dos Estrategias, una en 2013 y otra en 2017, y cada año ha publicado un informe de seguimiento; de hecho, en 2017 han reformado todo el documento marco”.
La crisis de refugiados que lleva inquietando a Europa más de un lustro, el renqueante mercado libre internacional o el terrorismo yihadista, son ejemplos de una globalización que prueba la reciprocidad que sucesos de diferentes estratos pueden llegar a repercutir a toda una comunidad de naciones y órganos internacionales; ha quedado patente que las naciones no tienen capacidad autónoma para encarar las amenazas actuales. Adalid de ello muchas naciones han descargado en entes internacionales su volumen de Seguridad y Defensa bajo el programa de la seguridad colectiva. No obstante, la teoría se aleja de su práctica, y varias cuestiones también exigen una reformulación estructural dentro de los entes multinacionales.
El organismo más representativo de la corte internacional es la Organización de Naciones Unidas (ONU). Esta institución acapara la mayor cuota de países del planeta; está implicado en un corolario de conflictos y repercute en una amplia diversidad de esferas. No obstante recibe una crítica constante por su estructura de poder y mando, cuya remodelación acapara cada vez más voces. Viejas y nuevas generaciones deben evaluar modernizar una institución que representa a la humanidad y que acorde al Derecho Universal el escenario actual demanda ejecutar estrategias con visión conjunta en el contexto geopolítico presente. Ello requiere la disposición de personal formado y capacitado en la tarea de desarrollar proyectos que triangulen con eficiencia política de Seguridad en consonancia con la amenaza, y bajo el amparo crónico de un Derecho Internacional bien estipulado. La presencia de países miembros de la Asamblea General que no respetan la Declaración Universal de Derechos Humanos implica una falta de credibilidad a la institución que acaba por mermar su funcionalidad.
En la actualidad la ONU tiene desplegadas 15 misiones para el mantenimiento de la paz. En una de ellas, FINUL, España tiene desplegado su mayor contingente en el extranjero. La misión de las tropas es alcanzar el cese de hostilidades entre fuerzas israelíes y la milicia libanesa Hezbollah, tal y como procura la Resolución 1701 de la ONU.
A pesar de la obvia funcionalidad de Naciones Unidas, son varios puntos en su organigrama que hoy demandan revisión. El derecho de veto de las 5 naciones permanente, la carencia de poder legislativo de la Asamblea General, o la ausencia de carácter de ley en sus resoluciones suponen una contradicción para la institución más planetaria del globo. En orden al calibre global de las amenazas y al ideario de seguridad colectiva, es pertinente la formación de grupos de trabajo que busque la evolución de Naciones Unidas y lo conviertan en el órgano ecuménico propio de este siglo.
institución digna de mención a pesar de tener menos notoriedad es la Organización para la Seguridad y Cooperación de Europa (OSCE). Aglomera a 57 países centrados en 3 esferas: medioambiental y económica, político-militar, y humana. Esta entidad tiene un distinguido perfil integrador, ya que su función orgánica consiste en fomentar valores comunes en aras del progreso. La democratización, el control de armamento, las minorías nacionales, la seguridad energética, la libertad de prensa o la trata de personas son sus latitudes de acción. Un ejemplo de ello se vio tras las elecciones rusas del pasado 18 de marzo, cuando la OSCE denunció la falta de competencia en los comicios de los que Vladimir Putin salió vencedor: «Una elección sin competencia real, como hemos visto aquí, no es una elección real», tildaba su comunicado.
Definitivamente, a la escala global que han adquirido las amenazas de hoy no le han seguido las pertinentes políticas en Seguridad y Defensa destinadas a encararlas. Aún hoy están definiéndose las medidas conjuntas y coordinadas entre diferentes países y entes. Sin duda la necesidad de una perspectiva global en esta materia implica una mentalidad y formación acorde al actual orden mundial, una exigencia que implica determinar funciones y delimitar poderes.
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