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Gibraltar, una tierra disputada durante siglos

Gibraltar, una tierra disputada durante siglos

Por el General D. Agustín Alcázar Segura.

Se consideraba a Hércules como un ser vengativo y terrible, cuyas iras no convenía despertar hollando el sagrado hito que se alzaba sobre un mar profundo, puerta de lo desconocido. Quizás por eso, la antigua Calpe, salvo esporádicas ocupaciones, permaneció deshabitada durante muchos siglos, contemplando desde su atalaya todos los acontecimientos que se iban a producir en su entorno.

Así, presenciará la fundación de Carteia en el 940 a.C. por los fenicios; conocerá la llegada de los griegos en el 630 a.C; verá la arribada de los focenses en los años 606 a 557 a.C.; contemplará el desembarco cartaginés en el 230 a.C.; presenciará la victoria romana en el 190 a.C.; y allá por los años 409-411, observará asombrada como Carteia era arrasada por los bárbaros.

Hasta este momento, Calpe fue testigo pasivo de los acontecimientos tan brevemente narrados, pero con la llegada de los musulmanes al mando de Tarik el 29 de Abril de 711, termina el reinado de Hércules y se inicia la historia militar del Peñón. Como primera providencia cambia su nombre por el de Yebel Tarik (montaña de Tarik), que con el paso del tiempo se convertirá en Gibraltar.

Inmediatamente, Tarik se dio cuenta de la importancia militar del Peñón, por lo que no tardó en ordenar la construcción de un castillo, más tarde completado con una triple muralla que llegaba hasta el mar. Asimismo, a su sombra fue asentándose y desarrollándose un núcleo de población así como un puerto y un arsenal, origen de la actual ciudad de Gibraltar.

Durante siglos, la Reconquista se desarrolló demasiado lejos de sus murallas, aunque es muy probable que su discurrir no se viera libre de los frecuentes avatares de la vida de Al Ándalus. Pero tras la toma de Córdoba por Fernando III el “Santo” en 1238, y  fundado el reino de Granada, entre cuyos límites se integraba Gibraltar, la amenaza cristiana empezó a cernirse sobre la plaza.

Pero fue con la llegada de Sancho IV el “Bravo”, cuando la inminencia del peligro se mostró a Gibraltar, al apoderarse éste de Tarifa en Octubre de 1292. No obstante, aún hubieron de pasar 17 años para que su hijo, Fernando IV, conquistase la plaza en 1309, poniendo fin a 598 años de dominio musulmán. A partir de este momento, Gibraltar se convirtió en objeto permanente del deseo por parte de moros y cristianos, luchando por ella cristianos contra moros, moros contra moros e incluso cristianos contra cristianos.

El reinado de Alfonso XI (1312-1350) fue pródigo en cuanto a acciones militares con Gibraltar como objetivo, ya que se produjeron hasta cuatro sitios. En el primero, Ismael I de Granada intentó recuperar la plaza en 1316, pero tuvo que levantarlo ante la inminencia de la llegada de fuerzas cristianas. En el segundo, Abd-al-Malik, hijo del sultán de Marruecos, reconquistó la plaza el 17 de Junio de 1333. En dos ocasiones (1333 y 1349-1350), Alfonso XI trató de recuperarla, resultando fallidos ambos intentos, siendo nefasto el segundo al fallecer el monarca castellano ante sus muros, víctima de una epidemia de peste.

El sexto sitio (1411) fue producto del enfrentamiento entre musulmanes, ya que el alcaide de la plaza se rebeló contra el emir de Granada entregándola al rey de Fez, siendo recuperada por aquél a continuación.

Tras un intento fallido, el séptimo (1436), durante el reinado de Juan II, la conquista definitiva para las armas cristianas llegó con el octavo sitio (1462), cuando durante el reinado de Enrique IV, el Duque de Medinasidonia se apoderó de la plaza, que pasó a ser propiedad de la Corona.

Los dos siguientes asedios, en 1467 y 1506, fueron producto de la situación de debilidad de la Corona en tiempos de Enrique IV y del Consejo de Regencia en Castilla a la muerte de Felipe I, en los que el Duque de Medinasidonia trató de apoderarse de Gibraltar e incorporarla a sus dominios.

Anexionada definitivamente a la Corona, Gibraltar pasa por un período de relativa tranquilidad durante los siglos XVI y XVII, lo que provoca una situación de abandono en cuanto al estado de sus defensas y a la dotación de su guarnición, lo que facilitó su fácil caída en manos de las fuerzas aliadas que, en nombre del Archiduque Carlos, la ocupó en 1704, durante la Guerra de Sucesión española.

La alevosa ocupación de la Roca por Gran Bretaña y el resultado del Tratado de Utrech no fue asumido nunca por España y, a  partir de entonces, Gibraltar se convirtió en pieza fundamental de la política española durante el siglo XVIII y tanto el mismo Felipe V como su hijo Carlos III, se enfrentaron reiteradamente a Gran Bretaña con las miras puestas en su recuperación.

Con esta finalidad se establecieron el décimo segundo sitio en 1706, el décimo tercero, en 1727,  y el décimo cuarto y último, que se prolongó entre 1779 y 1783. Pero en ninguna de las tres ocasiones logró España su propósito. Medios escasos e inadecuados, falta de unidad de mando y planes inapropiados chocaron con la voluntad británica de mantenerse en la plaza, para lo cual, las autoridades de la misma la mantuvieron en permanente estado de alerta, incluso en épocas de paz, y desde siempre apoyada por la mejor fuerza naval de la época.

A partir de este momento, España renunció a recuperar la plaza por la vía de las armas, si bien en plena II Guerra Mundial, se produjo por parte de Alemania, un intento de ataque a Gibraltar, denominado “Operación Félix”, que no se llevó a cabo ante la oposición del gobierno español y los avatares que se sucedieron en el desarrollo del conflicto.