Hemos perdido a 5.000 héroes

Carlos González de Escalada Álvarez/ Sevilla.

Me confieso un devoto admirador del «héroe anónimo», el héroe cotidiano y humilde.  Aquel que se levanta cada día a las siete; cumple con su trabajo; saca a su familia adelante; paga sus impuestos y lucha cada jornada, sin fallar una, con dificultades mil pero con constancia ilimitada. Me disculpará la RAE si ésta no es la acepción común del «que lleva a cabo una acción heroica» una proeza o hazaña singulares, pero el que cumple con su obligación miles de veces, durante años, para mí sí lo es.

Bueno, pues más héroe todavía si el trabajo consiste en enfundar tu arma, salir a la calle y proteger con tu vida la de una persona amenazada por terroristas o criminales. Saber cada mañana que te expones a saltar por los aires o a recibir el balazo mortal que te arrancará de los tuyos, de tu preciosa vida… ¡Qué enorme enorme mérito! El común de los españoles no se levanta pensando en que tal vez no se acueste por la noche. Ellos sí. Pero con miedo o sin él, acuden a su puesto de trabajo, por peligroso que sea, con la constancia que marca el cumplimiento del deber.

Así era al menos hace unos años, porque ahora las cosas han cambiado. Nos dicen por la tele que los malos ya no son tan malos y que no habrá más atentados de la ETA, todo está bien -dicen los políticos- y esos héroes cotidianos han dejado de ser tan necesarios. Quedan los escoltas de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado, pero los privados han sido eliminados en un tris. Ya no están.

Héroes en paro
En 2007, la Secretaría de Estado de Interior tenía habilitados a 5.100 escoltas privados sólo en Madrid, País Vasco y Navarra. Eran los tiempos en los que la mayoría de los concejales del PP y muchos del PSOE necesitaban tener protección armada, además de muchos magistrados, autoridades y empresarios. De ese colectivo, quedan hoy apenas 150, el resto están en el paro. España ha perdido de un plumazo 5.000 escoltas privados, el 80% de ellos en los dos últimos años. Esto se traduce en la completa eliminación de un colectivo bien formado y valioso para nuestra seguridad. Y todo ello, sin que haya apenas trascendido en los medios.

Todos nos alegramos de que el grado de amenaza haya disminuido. Si un concejal, como es lo natural, puede carecer de un escolta pues perfecto porque así debe ser. Si ese es el caso, nada que objetar. El problema radica en que no hay unanimidad entre los profesionales de que la amenaza haya desaparecido y si nos atenemos a los hechos, ETA no se ha disuelto.

Para preparar este artículo he hablado con un escolta profesional, con veinticuatro años de experiencia. Alguien que se ha batido el cobre defendiendo a personalidades desde los años duros de ETA y el terrorismo callejero. Mi amigo, que prefiere permanecer anónimo, no es tan optimista como nuestras autoridades: «Ahora nos dicen que la amenaza ha desaparecido; pero si alguien deja de matar, lo que hace es entregar las armas. El problema es que ETA no es una unidad homogénea, como una compañía del Ejército; al contrario, es una mafia donde no todos ven las cosas igual, ni están todos en la misma situación económica y profesional. Muchos no renuncian a la extorsión porque es su forma de vida y no conocen otra. Hasta que ETA no se disuelva la amenaza persistirá; incluso hay indicios de que pueda haber una escisión en la que la parte violenta vuelva a matar».

La crisis no ha ayudado a mantener la guardia alta. En una época de fuertes recortes en todos los servicios públicos, el gran coste que suponía mantener a los escoltas ha sido decisivo. Como dice mi amigo escolta: «los que han salido se buscan la vida como pueden, se les está acabando el paro y tratan de hacer lo que sea para ganarse un sueldo, pero ya vemos cómo está todo de difícil. Pero lo que llama la atención, han acabado con un colectivo que se ha ido sin hacer ruido, no como los mineros asturianos que se manifiestan violentamente».

Pues sí, hay 5.000 héroes menos en nuestras calles. Y se han ido como se van los héroes: con dignidad, silenciosamente, sin una plabra más alta que otra, a seguir dando la talla de otra forma.

Esos 5.000 hombres y mujeres buenos se merecen todo el reconodimiento y admiración de la sociedad a la que sirvieron poniendo en riesgo la propia vida. Que os vaya bien, valientes.

 


Doctor en Ciencias Sociales por UDIMA. MBA por la Henley Business School (Reino Unido). Máster Oficial en Seguridad, Defensa y Geoestrategia por la UDIMA. Licenciado en Ciencias de la Información por la Universidad de Navarra. Fundador y Presidente de CISDE. Director general de SAMU. Numerario de la Academia Andaluza de la Historia.

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