Óscar Pérez Ventura/Málaga.
La detención por parte de la Comisaría General de Información del Cuerpo Nacional de Policía de dos presuntos yihadistas de nacionalidad española, hace sospechar a las fuerzas de seguridad que pudieran estar relacionados con la doctrina radical takfir. Varios indicios pueden hacer pensar que los yihadistas, Rachid Abdellah Mohamed y Nabil Mohamed Chaib, pudieran estar relacionados con la secta ultrarradical Takfir wal-Hijra
Takfir wal-Hijra (traducido como Anatema y Exilio) fue constituida por el egipcio Sukri Mustafa en 1969, tras disentir de los pensamientos y métodos de los Hermanos Musulmanes. Radicalizado por las enseñanzas de Sayyid Qtub (uno de los principales ideólogos en los que se basa el pensamiento salafista yihadista), fue ejecutado en 1978 tras haber secuestrado y asesinado junto a otros miembros de este movimiento radical a Muhammad Al Dhahabi, ministro egipcio de asuntos religiosos.
Muchos seguidores de Mustafa abandonaron la vida en las ciudades y tras instalarse en el desierto y en cuevas del Alto Egipto, adaptaron su vida a la Sharia (la ley islámica). Otros abandonaron Egipto, para instalarse en países de Oriente Próximo, Norte de África e incluso Europa. La idea principal de los takfir es que la sociedad actual es kafir (infiel) incluidos los propios fieles musulmanes que no quieran abandonar esta sociedad, a que consideran corrupta, por lo que pueden ser excomulgados del Islam y pasar a ser considerados enemigos.
El objetivo primordial de Takfir wal-Hijra sería la conquista del poder, mediante cualquier método, así como la instauración del Califato a nivel mundial bajo un gobierno regido exclusivamente por la Sharia. Para sus miembros, el uso de la violencia más extrema a través de la yihad está legitimado por Allah y se transforma en un acto de veneración que les abre las puertas del paraíso como recompensa en el más allá.
El rasgo más característico de los takfirís es que pueden obviar los preceptos religiosos del Islam: no rezar, comer cerdo, beber alcohol, vestir de manera occidental, e incluso consumir drogas y delinquir. Todo esto iría encaminado a pasar lo más desapercibido posible en la sociedad occidental. En el caso que nos ocupa, y según las informaciones facilitadas, los detenidos, adoptaban grandes medidas de seguridad encaminadas al secretismo así como a no descubrir su mera presencia en el barrio de la Cañada en la ciudad de Melilla. Este hermetismo extremo les había permitido esconderse desde el año 2008 en varios países de Europa, y sobre los que, asimismo pesa una orden internacional de detención emitida por la autoridades marroquíes.
Nada es ilícito para un takfirí, ni está fuera de sus límites, para perseguir una yihad sin límites, incluso la práctica de rituales de torturas a sus víctimas, como el que parecen que los yihadistas detenidos practicaron a dos componentes de este grupo, que habían decidido desvincularse de esta visión tan sumamente radical.
Algunos analistas en yihadismo conjeturan que los atentados del 11-M tuvieron como motor ideológico a Takfir wal-Hijra, apoyándose en pruebas encontradas tras el suicidio colectivo de los autores en el piso de la localidad madrileña de Leganés. Allí aparecieron documentos en los ordenadores de los terroristas que hablaban sobre este movimiento y su ideología. Otros hechos que pueden hacer verosímil esta teoría son hechos como el que Jamal Ahmidan alias El Chino (pieza importante en el desarrollo logístico del atentado y uno de los suicidas), traficaba con drogas a pequeña escala y tenía una relación directa con la delincuencia común; o Jamal Zougam (condenado como autor material del atentado y pertenencia a banda terrorista a 42.917 años de prisión) que antes de entrar en prisión bebía alcohol, fumaba, vestía como un occidental y cortejaba a chicas, si bien ahora en la cárcel parece haberse convertido un místico, rezando a todas horas en dirección a La Meca.
Como conclusión decir que estas detenciones vienen a demostrar lo que hace tiempo sospechaban analistas y expertos en terrorismo: los takfirís están asentados en España y como ha señalado el Director General de la Policía, Ignacio Cosidó, estos detenidos constituían “una amenaza de primer orden”.
Debido al carácter tan secretista y hermético de los takfirís, las fuerzas de seguridad deben explotar la inteligencia humana (HUMINT), ya que la información relevante que maneja este grupo se limita a un círculo restringido de personas que lo componen. Si se quiere averiguar detalles importantes de este grupo tan secreto se requiere un nivel de proximidad y confianza que requiere grandes dosis de tiempo así como riesgos personales. Sin embargo, a largo plazo este tipo de inteligencia es la que podría dañar más seriamente la capacidad operativa de células vinculadas a Takfir wal-Hijra.
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