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La creación de las tropas regulares indígenas

La creación de las tropas regulares indígenas

Por D. Juan del Río Martín

Los compromisos internacionales suscritos por España para la zona Norte del conti­nente africano hicieron que la intervención española fuera más importante que la desarrollada hasta entonces, y no se limitará a las plazas de soberanía, el desarrollo de las operaciones, la resistencia del enemigo, el número de bajas que se produjeron, exigieron la constitución de unidades militares bien instruidas, familiarizadas con el clima, la dureza del terreno y con amplio conocimiento de las tácti­cas utilizadas  por el enemigo.

Para dar satisfacción a todas estas exigencias, el gobierno decidió la creación de las Fuerzas Regulares Indígenas, concebidas para ser empleadas como unidades de vanguardia.

Por R.O. de 30 de Junio de 1911 se crearon las Fuerzas Regulares Indígenas, diciendo su Preámbulo que «la extensión de los territorios del Rif ocupa­dos actualmen­te por nuestras tropas, exige el mantenimiento en ellas de un núcleo impor­tante de fuerzas para asegurar la tranquilidad del territorio, y el desarrollo, a su amparo, del comercio y demás fuentes de riqueza del pa­ís”.

En la citada Orden se dice que dependerían de la Capitanía Ge­neral de Melilla, ingresando sus primeros hombres en el acuar­telamiento Fuerte de la Purísi­ma situado en Sidi Guariach en las proximidades de aquella ciudad. Así mismo, se determinaba que el perso­nal de oficiales pertenecería a las ar­mas de Infantería y Caballería y la tropa la constituirán, principalmente, indígenas.

El mando sería de Teniente Coronel, designándose en un primer momento al Teniente Coronel de Caballería, Don Dá­maso Berenguer Fuste, que logró que los Regulares se con­virtieran en poco tiempo en una unidad de elite del Ejército Español en Marruecos,

El puesto de combate de esta Unidad era la vanguardia y el destino a estas Fuerzas se ha­cía por elección, seleccionando el propio Berenguer a sus Man­dos.

Su funcionamiento se regiría por el Reglamento de la Milicia Voluntaria de Ceuta de 1895 y su modificación de 1909.

El personal de tropa era re­clutado entre los naturales de Marruecos que se presentaran en Ceuta,  Melilla o territo­rios ocupados por nuestras tro­pas en las inmediaciones de dichas plazas, siendo los en­cargados de la recluta con las debidas garantías, los oficiales españoles al mando de la poli­cía marroquí. Estos hombres se comprometían a servir indistin­tamente en Melilla, Ceuta o donde se dispusiera, según las necesidades del servicio.

Se contemplaba también que el personal soltero estaría acuartelado y los casados po­drían vivir en el cuartel o con sus familias, si estas residían en las proximidades del lugar donde prestaran sus servicios. Este fue el motivo, así como la necesi­dad de evitar represalias, del nacimiento de los poblados de Regulares junto a sus acuartelamientos.

En un primer momento se constituyó un Tabor (Batallón) de In­fantería con cuatro Compañías y un Escuadrón de Caballería indígenas, denominándose Fuerzas Regulares Indígenas de Melilla. Un año más tarde, visto el resultado alcanzado en las primeras acciones, se amplió esta fuerza  a dos Tabores de Infantería y otro de Caballería.

Las misiones que se le asig­naron fueron «prestar servicios de armas en unión de las fuerzas del Ejérci­to, así como el de guías, intér­pretes, confidentes y demás mi­siones especiales que se le en­comienden cuando sean nece­sarias».

Su bautismo de fuego se produ­jo el día 19 de Febrero de 1912, en la columna del Gene­ral Larrea sobre el Zoco el Te­nin. Participó el Tabor de Caba­llería y sufrió las bajas de tres muertos de tropa y dos oficiales y siete de tropa heridos. Los dos ofi­ciales fueron el Teniente Don Enrique de Vega y Ramírez de Cartagena y Alfonso Bazaine y de la Peña, que fueron los primeros ascendidos por méritos de guerra de los oficiales de Re­gulares.

En Mayo de 1912, en un enfrentamiento con las fuerzas del cabecilla rebelde el Mizzian, al que dieron muerte en el Aduar de Haddu Al-lal u Kaddur, alcanzó gloriosa muerte el Teniente  Samaniego, del arma de Caballería, al que por su brillante y valerosa ac­tuación le fue concedida la Lau­reada de San Fernando, primera de las numerosas a las que, a título individual y colectivo, se hicieron acreedores los que formaron en las filas de Regulares.

Estos fueron sus principios y así se comportaron en cuantas campañas fue requerida su ac­tuación

En sus filas se formaron mili­tares que derramarían heroica­mente su sangre por la Patria y cuyos nombres suenan en la historia de España: Sanjurjo, González Tablas, Pacheco Ba­rona, Ayuso Casamayor, Mola, y un largísimo etcétera.

A lo largo de su historia ha tenido 12.102 muertos en combate, 1.395 desaparecidos y 62.000 heri­dos, siendo recompensados sus diferentes grupos con 18 Laureadas  y 35 Medallas Militares Colecti­vas, y sus componentes, a título individual, con 55 Laureadas y 193 Medallas Militares.