Las políticas de Defensa y Seguridad de cada nación sostienen una correlación cada vez más orgánica que ya durante el siglo pasado derivó en organizaciones internacionales vertebradas para una arquitectura conjunta. La realidad actual asemeja un poder cada vez menos estatal donde los Gobiernos deben contextualizar sus implicaciones y focalizar sus capacidades nacionales dentro de un espectro más amplio que sus propias fronteras. Por tanto es elemental la capacidad de elaborar análisis geopolíticos en el marco de la seguridad para la configuración de estrategias en escalas y tácticas pertinentes. Hoy analistas, académicos o diplomáticos deben hilvanar unos escenarios políticos a unas amenazas volátiles y multiformes. Los conflictos asimétricos han condicionado la forma de hacer la guerra, y por tanto, la manera de prevenirla.
Cualquiera que sea el tipo de amenaza, las Estrategias de Seguridad se deben sostener bajo carácter preventivo, y en ciertos casos con un perfil disuasorio; empleando todos los medios que el Derecho Internacional legitime. Esto exige el conocimiento de las constantes y variables de todo tipo de escenarios, un conocimiento actualizado y una visión multidimensional de las causas y consecuencias. Tanto países como organismos internacionales deben saber proyectar en sus Estrategias de Seguridad una interpretación certera de las amenazas y realismo en sus capacidades.
En un mundo global los máximos exponentes de defensa y seguridad deben ser las organizaciones internacionales. Éstas deben crear una estrategia coordinada y conjunta, y aprovechar el organigrama estatal occidental para desglosar funciones que permitan ganar en eficiencia técnica y ahorrar en costes. Ante este panorama es tan necesaria una perniciosa y exacta lectura del escenario global, como la conciencia colectiva en la carrera hacia los objetivos de Seguridad y Defensa multinacionales; la OTAN, la UE o la OSCE deben ser exponentes de ello. Los organismos internacionales son agentes de estas estrategias y traen consigo la necesidad de disponer de expertos en estas materias.
Derecho Internacional y operatividad combinada
Una de las últimas demostraciones de la necesidad de muscular estrategias de seguridad conjuntas quedó patente en la Cumbre de Varsovia celebrada por la OTAN en 2016. De este encuentro nació la misión Enhanced Forward Presence (EFP) destinada a reforzar el frente septentrional de la Alianza Atlántica – los países del Báltico y Polonia – tras la guerra en Ucrania y la consecuente adhesión de Crimea a Rusia, que supuso el inicio del giro geopolítico de esta última. El objetivo de la EFP es la de potenciar capacidades conjuntas como poder de disuasión frente al coloso euroasiático en las fronteras compartidas con países miembros de la Alianza. La idea es demostrar que este organismo internacional sigue operativo y sus políticas – como el artículo 5 – vigentes; todo ello con el amparo del Derecho Internacional. 17 países intervienen en la misión, sumando los cuatro países destinatarios (Estonia, Letonia, Lituania y Polonia); se han creado cuatro batallones multinacionales con la disposición a las operatividad coordinada y conjunta. Por ejemplo, el batallón Stryker estadounidense tendrá el control táctico de una brigada polaca, como fórmula de coordinación entre el país anfitrión y el líder.
Ante esta movilización el Kremlin lanzó las prácticas militares ZAPAD 2017 como una demostración de fuerza y despliegue. Entre las prioridades geopolíticas de Moscú la Franja de Suwalki supone un activo estratégico en la zona, ya que facilita el paso desde Bielorrusia – país aliado de Moscú – a Kaliningrado, pivote geoestratégico ruso.
Por contraparte, la estrategia de Defensa de la Unión Europea ha demostrado una cojera latente en los momentos que su soft power no ha dado resultado. Consciente de esto, en 2016 nació la EU Global Strategy (EUGS), sin embargo, aún debe demostrar su funcionalidad. Hasta la fecha ha recalcado, a diferencia de la Política de Vecindad Europea (2004), la importancia de atender a regiones próximas a territorio de la Unión, un marco de acción más amplio que denota una perspectiva más acorde a las necesidades de hoy.
El defecto de la Estrategia europea de Defensa es la dependencia de seguridad que aún hoy tiene la unión de la OTAN. Los Estados miembros europeos forman parte de la Alianza Atlántica, lo que ha supuesto la cesión progresiva de funciones en seguridad y defensa a esta última. Asimismo, los presupuestos de Defensa no alcanzan en la mayoría el 2% exigido, prueba de ello es que Estados Unidos corra con el 72% de los gastos totales de la OTAN. La carencia de una conciencia militar europea es un defecto geoestratégico que ha quedado retratado en los organigramas de Seguridad y Defensa, con unos gabinetes mucho más propensos a medidas disuasorias de talante político y económico. Esto ha derivado en un organismo sin autonomía operativa por acostumbrar a recurrir a los recursos de la OTAN.
El escenario global de hoy exige unas políticas de Seguridad y Defensa versátiles y polivalentes, un trabajo que necesita de personal dotado en el conocimiento de diversos campos y con la capacidad para discernir el entramado ecuménico, necesario para entender la correlación entre los actores involucrados y poder elaborar políticas de Seguridad y Defensa acordes a las amenazas.
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