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Planes de defensa del virreinato de la nueva España

Durante la segunda mitad del siglo XVIII se desarrolló la Guerra de los Siete Años (1756 – 1763), misma que enfrentó a países como Inglaterra, Prusia, Francia y España. Ésta, a pesar de los intentos de los Borbones por convertirla de nuevo en una potencia militar y comercial, no vio resultados; mientras Inglaterra en el aspecto naval y comercial y Prusia en el plano militar, la aventajaban con creces.

Guerra de los Siete Años. Fuente: lenoxhistory.org

Guerra de los Siete Años. Fuente: lenoxhistory.org

La lucha por los mercados, materias primas y mano de obra desempeñó un papel fundamental en las relaciones entre los Estados europeos, por lo que España, metrópoli con grandes extensiones territoriales en América, rica en recursos y población y con escasas posibilidades de defenderlas, empezó a temer ataques, especialmente de los ingleses.

El siglo ilustrado se caracterizó por la lucha por el Atlántico, que se convirtió en “la manzana de la discordia” en la pugna por la hegemonía, América desempeñaba ya un papel de cierta importancia en el desarrollo de los conflictos armados europeos y a todas luces se hacía necesario incrementar su base de defensa[1]. (Humboldt, 1991).

En el siglo XVIII, España definió su orientación atlántica en lo que se ha denominado un “redescubrimiento” de sus posesiones indianas (Calderón Quijano, 1996); el concepto de equilibrio se ampliaba, si bien antes podía hablarse de estabilidad europea, ahora debía hacerse referencia al equilibrio mundial, dentro del cual América desempeñaba un rol relevante.

Durante el transcurso de la Guerra de los Siete Años, las posesiones españolas en América se sintieron amenazadas, especialmente cuando los ingleses tomaron La Habana en 1762.

Aunque al año siguiente se firmaron los tratados de paz y el puerto volvió a manos españolas, el rey Carlos III y sus ministros consideraron urgente llevar a cabo una reorganización de su política defensiva en América, máxime cuando la relación con Inglaterra sería tensa a lo largo del siglo.

Fueron diversos los criterios empleados para restablecer la capacidad de protección de las posesiones ultramarinas, entre ellos destacó la función activa que debería desempeñar la población de los virreinatos en su propio cuidado; por otro lado, la cuestión económica recaería también en las haciendas americanas.

Caballería. Nueva España. Fuente: miniaturasmilitaresalfonscanovas.blogspot.mx

Caballería. Nueva España. Fuente: miniaturasmilitaresalfonscanovas.blogspot.mx

En el virreinato de la Nueva España –a partir de la década de 1770- se coordinaron diferentes planes integrales de defensa encaminados a la protección del territorio; estos coincidieron con los momentos en que la relación España – Inglaterra era álgida.

En los años 1770 – 1771, por ejemplo, se dieron las disposiciones necesarias para evitar cualquier avance de tropas inglesas, en este sentido se tomaron medidas para fabricar nuevas cureñas y afustes de morteros, se movilizaron artilleros e ingenieros, además de preparar lo pertinente para el acopio de víveres en el castillo de San Juan de Ulúa[2].

El documento profundiza en la ubicación de las piezas de artillería y sus diferentes calibres en puntos aledaños al puerto de Veracruz y propone que, en caso de que la zona cayera en posesión de los enemigos, estos deberían repelerse por medio de la artillería y no a través del fuego de fusilería de la guarnición.

Tiempo después, en 1779, cuando España y Francia prestaban ayuda a las rebeldes trece colonias, se volvió a elaborar un plan de defensa de la plaza de Veracruz, sus costas y castillo de San Juan de Ulúa.

El autor del documento fue el brigadier José de Carrión y Andrade, gobernador de Veracruz, quien lo envió al virrey Martín de Mayorga.

Artillería. Fuerte de San Juan de Ulúa.

Artillería. Fuerte de San Juan de Ulúa.

Una de las cuestiones que más llama la atención del plan es la mención –como ha se había hecho en otro tiempo y se haría posteriormente- de la imposibilidad de defender la plaza: “(pues que ha sido común y sentada opinión de todos los que han tratado de este particular, que no tan solamente no puede defenderse, sino que se debe abandonar) y dar tiempo que puedan retirarse las tropas que hayan de unirse al ejército que se destine a defender la entrada de los enemigos del interior del reino o desalojarlos del puerto que hayan tomado, pues ya en este caso de abandonar la plaza, no dicta la prudencia otro partido”[3].

En 1796 las cosas entre España e Inglaterra volvieron a ponerse tensas y se organizó un nuevo plan de defensa.

Éste hacía hincapié en la instrucción, elemento fundamental para mantener la disciplina, la moral y el buen desempeño de un ejército y, por supuesto, en el buen estado del armamento, que generalmente era escaso y estaba en malas condiciones de operación.

Por ejemplo, en 1796 se contaba apenas con ocho mil fusiles para cumplir con todas las necesidades.

La situación obligó a recomponer armamento viejo con el que se dotó a las unidades milicianas.

Sin embargo, el plan de defensa más completo y minucioso fue el elaborado a principios de 1775.

Éste fue producto del trabajo en equipo de hombres de la talla de Juan Fernando de Palacio, Manuel de Santiesteban, Agustín Grames [Crame], Nicolás Devis y Segismundo Font, los cuatro últimos brillantes ingenieros militares y el primero gobernador de Veracruz.

Trataba el referido proyecto de todo cuanto pudiera interesar a una correcta defensa, especialmente del castillo de San Juan de Ulúa, Veracruz y sus aledaños, con miras a la conservación del virreinato de la Nueva España.

Iniciaba con un excelente estudio del terreno para dar paso al análisis de aspectos logísticos como el alojamiento de las tropas, la provisión de agua, los víveres y depósitos, hospitales, etc.

El armamento fue otro de los aspectos tratados en el plan: transporte de los servidores de las piezas de artillería, éstas y sus diversos calibres.

Por otro lado, se señalaba el apremio de adiestrar a las fuerzas de caballería e infantería, la composición que debían tener las unidades de estas armas y partía de que la defensa debería basarse en las milicias.

Como parte fundamental de estos planes de defensa se encuentra la Real Cédula del 1º de agosto de 1764, por medio de la cual se creaba el primer ejército regular y permanente en la Nueva España, al tiempo que se reorganizaban las unidades y fuerzas milicianas que ya existían en el virreinato.

Temas esos para próximas publicaciones…

Trabajos citados
Calderón Quijano, J. A. (1996). Las fortificaciones españolas en América y las Filipinas. Madrid, España.
Humboldt, A. d. (1991). Ensayo político sobre el reino de la Nueva España. Méxicio, México: Editorial Porrúa.
Notas al pie de página
[1] “Hasta la época de la independencia de los Estados Unidos de la América Septentrional, el gobierno español no había pensado siquiera en aumentar el número de sus tropas en las colonias”. Ensayo político del reino de la Nueva España, p. 558. La guerra de independencia de las trece colonias provocó temor en el virreinato y llevó a pensar en varias formas de defensa en caso de un ataque inglés; sin embargo, la participación de España en la Guerra de los Siete Años y la caída de La Habana constituyeron, de hecho, el detonante para el aumento de tropas y la reorganización del sistema defensivo.
[2] Archivo General de la Nación (en adelante AGN), Ramo: Reales Cédulas Originales; Vols. 97, 98.
[3] AGN. Ramo: Correspondencia de diversas autoridades; Vol. 33, Exp. 23; fs. 53-74. 8, 29 septiembre, 1779.

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