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Respuesta al problema de táctica: Un binomio contra un soldado detrás de un árbol

José Atilano Delgado / Toledo.

Todas las respuestas enviadas han sido correctas, pero, a nuestro juicio (ya saben que en táctica todo es relativo, nada es fijo) debe considerarse la mejor la  que a continuación indicamos

Nuestra respuesta

Cuando un fusilero se protege detrás de un árbol que le sirve de parapeto dispone de un sector de tiro limitado por el lado de ese mismo árbol. Puede aumentar ese sector simplemente moviendo el cuerpo en dirección contraria, pero en tal caso queda desprotegido por el tronco de dura madera.

Tirador diestro a la derecha del árbol oculta su cuerpo

Tirador diestro a la izquierda del árbol  expone su cuerpo

Por tanto, cuando dos fusileros enemigos avanzan hacia él, pueden hacerlo de forma que, conforme se vayan acercando, uno de ellos quedará fuera de su sector de tiro.

Si el fusilero defensor quiere seguir haciendo fuego sobre los dos fusileros atacantes enemigos tendrá que renunciar a la protección que le brinda el árbol.

Por tanto, dos fusileros que avanzan hacia un enemigo deberán ir abriéndose todo lo que puedan.

Pero… ¿y si el defensor hace fuego entonces desde detrás del árbol al fusilero enemigo que avanza sobre su izquierda (una vez que queda fuera del sector de tiro del de la derecha) y a la vez queda protegido del fuego del otro?.

 En este caso el que estaba avanzando deberá detenerse, y el otro, aprovechando que el enemigo no puede verle, avanzará a su vez.

El enemigo está perdido porque se le ha puesto en un dilema: puede resolver un problema sólo a costa de agravar el otro.

Esta es una de las situaciones tácticas más simples y a la vez más instructivas; y es la primera de las múltiples cuestiones que les expondremos en los meses venideros.

Un problema táctico responde siempre a la siguiente pregunta: ¿Cómo puedo sacar el máximo partido posible a esta situación?

Ejercitarse en este tipo de problemas proporciona lo que se ha venido en llamar “juicio táctico”. Este proporciona un carácter equilibrado que conjuga la visión de conjunto con la consideración de los detalles importantes. Sin este ejercicio, a la hora de la acción, es fácil perderse en los detalles, es decir, olvidar la visión de conjunto, o alejarse de la realidad, dejar escapar detalles que son importantes, quedarse en teorías con poca utilidad práctica.

Cuando el soldado se enfrenta a una situación real, pone todos sus sentidos y toda su cabeza en el problema. Pero en ese momento le falta tiempo para llegar a una solución eficaz, si no ha educado previamente su juicio táctico.

Por el contrario, cuando se enfrenta a una situación simulada durante la instrucción, tiene por lo general todo el tiempo del mundo, pero sus sentidos y su cabeza muchas veces no estarán tan centrados en el problema, porque no le va la vida en ello. Por este motivo tampoco perderá los nervios al tomar una decisión, cosa que será posible en el caso anterior.

El instructor debe tener todo esto en cuenta y buscar recursos para hacer que la instrucción sea lo más eficaz posible, para preparar a sus hombres para el combate.

Este problema táctico elemental es un buen punto de partida para educar el juicio táctico del soldado. Tiene aplicación casi universal y en muy variadas situaciones.

Si al enemigo le presentamos un problema, recursos tendrá para oponerse. Pero si le presentamos dos problemas complementarios, es decir, que la solución a uno de ellos agrava el otro problema, entonces se encontrará con un dilema: no puede resolver los dos problemas simultáneamente.

En toda situación táctica debemos encontrar recursos para poner al enemigo en un dilema semejante. Este es un ejemplo de cómo combinar direcciones para lograr ese dilema. Pero hay muchas formas diferentes de poner al enemigo en un dilema. Se pueden combinar diferentes tipos de armas sobre distintas armas enemigas de forma que se exploten adecuadamente los efectos de las propias y negando al enemigo un uso adecuado de las suyas. También los accidentes del terreno proporcionan recursos para tejer dilemas sobre el enemigo.

Esta forma de considerar el combate, y por tanto la instrucción, tiene muy poco que ver con esa otra manera de considerar el adiestramiento como un conjunto de procedimientos fijos y repetitivos que eluden el empleo de la principal arma de la que dispone el soldado: su creatividad e imaginación. Esta segunda vía convierte al soldado y a las unidades en autómatas, que ejecutan sus acciones con una precisión y rapidez encomiables, pero también en elementos pasivos que no saben por qué ni para qué hacen las cosas.

 


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