José Atilano Delgado / Toledo.
(Según una idea de Félix de Vivar)
La respuesta que ha dado Santiago Díaz Masa es absolutamente correcta. Enhorabuena. Pero… ¿por qué es, en efecto, una tontería pensar en hacer fuego a una distancia de 1.200 m.?
Debido a la presencia de niebla y siendo el amanecer, suponemos una ausencia de viento influyente en nuestro disparo (esta era una pequeña trampa).
El tiro “tenso” como tal no existe. Si el terreno es llano y el arma está homogeneizada para 200 metros, al apuntar a la cintura (recordemos que estoy rodilla en tierra y si conservo el fusil recto, hago paralela la línea de tiro al suelo y la cintura es más o menos la horizontal del arma) daré en el punto exacto al que apunto.
Al estar más cerca, apuntando a la cintura le impactaré más arriba. Para saber “cuánto” más arriba, tendría que conocer otro dato, la flecha de la trayectoria.
Es importante, porque si la flecha excede a la altura media de un combatiente, existirá una zona en que la trayectoria le “pase” por arriba y no impactemos. Si estamos defendiendo, apuntamos, disparamos y no damos, implica que el enemigo sigue avanzando y la desmoralización es total, pero esta situación es rectificable si aplicamos la física.
Tratándose de 200 metros es relativamente fácil, pero… ¿Y si el enemigo está más lejos, por ejemplo, a 1.200 metros de distancia? ¿Es posible alcanzar un blanco de 15 centímetros de diámetro a 1.200 metros de distancia? NO, ES MUY DIFÍCIL, CASI IMPOSIBLE AL PRIMER DISPARO.
Muchas películas y leyendas (la mayoría basadas en hechos falsos) han hecho suponer que puede hacerse impacto a esas distancias. Nada más lejos de la realidad.
Sí, es verdad que un tirador de calidad excepcional, con una munición adecuada y un rifle con la mira bien ajustada, es teóricamente capaz de agrupar impactos con un error de poco más de un centímetro de diámetro a 100 metros. A 1.200 metros el posible error será doce veces mayor, por lo que una serie de impactos podría agruparse en un círculo de 15 centímetros de diámetro, haciendo nuestro disparo posible.
En realidad, las cosas no son tan simples. Por señalar la dificultad más evidente, eso supone la ausencia total de error por parte de quien dispara: no se arredra, tiene una puntería perfecta y es imperturbable como una roca. Pongamos que somos así, el francotirador perfecto.
Pero también hay que tomar en consideración muchas otras cosas.
Para empezar, hay que cambiar la munición, con velocidad muy alta y el proyectil muy aerodinámico, lo cual significa una munición mucho más grande y más rápida que la actual de 5,56 mm de calibre, e incluso más que la de 7,62 mm. Debemos hacerlo así, porque la bala de 7,62 mm pierde velocidad y se vuelve transónica a unos 900 metros, para viajar entonces por debajo de la velocidad del sonido. Ya son conocidos los problemas a los que se enfrentaron los primeros pilotos que rompieron la barrera del sonido: sus aviones perdían estabilidad. Lo mismo sucede con la bala. Pierde estabilidad y precisión. Así pues, para disparar a esa distancia se necesitaría un cartucho muy potente, que siga siendo supersónico a 1.200 metros.
Pero hay que tener en cuenta otros factores. Los menos importantes son la humedad, la temperatura del aire y la presión atmosférica. Tomemos los tres factores por orden.
Podemos hacer caso omiso de las variaciones en la humedad. Incluso una variación de la humedad bastante considerable significará una diferencia inferior a dos centímetros y medio a 1.200 metros. Es una diferencia tan pequeña que casi podríamos ignorarla.
En cambio la temperatura del aire tiene una importancia mucho mayor. Una variación de un solo grado centígrado en la temperatura supondrá una diferencia de cerca de dos centímetros y medio a 1.200 metros. Así, por ejemplo, entre el alba y el mediodía, cuando podría haber una variación en la temperatura de quizá 10 o más grados, la diferencia será de 25 centímetros… poniendo el margen de error fuera de nuestro blanco de 15 centímetros. Y eso con una munición muy dinámica. Con una bala de 5,56 o de 7,62 mm, más pequeña y más lenta, la diferencia será mayor.
Pero esto es sólo el comienzo. Pasemos a la presión atmosférica, afectada tanto por el tiempo como por la altitud. Ambos elementos van juntos. Cuanto mayor es la altitud, más baja la presión. Así funcionan la mayor parte de los altímetros. La altitud es fácil… puede sacarse de un mapa y calcular el efecto usando unas tablas. Digamos que aproximadamente una diferencia de 30 metros en la altitud o de dos milibares en la presión atmosférica significará una diferencia de dos centímetros y medio en el punto de impacto de la bala a una distancia de 1.200 metros. Las variaciones de la presión atmosférica debidas a cambios de tiempo suelen ser de 30 milibares o más, y hace falta un buen mapa para obtener la altitud precisa a 30 metros. Cuanto mayor es la altitud y, en consecuencia, más baja la presión, más enrarecido está el aire. Así pues, el aire ofrece menor resistencia y la bala no pierde velocidad con tanta rapidez. En consecuencia, la gravedad afectará menos a la bala, puesto que llegará al blanco con más rapidez, y lo alcanzará a más altura de lo que ocurriría a una altitud más baja y con una presión atmosférica superior.
De manera que si se apuntara el rifle en una día frío, digamos a una temperatura de 10 grados centígrados a 90 metros sobre el nivel del mar, no se podría esperar la misma exactitud que en una montaña en un día cálido. A una altitud de 400 metros y una temperatura del aire de 20 grados centígrados, el impacto de la bala se produciría entre 60 centímetros y un metro por encima del blanco de 15 centímetros a 1.200 metros de distancia, y sería un disparo fallido.
Pero esto no es todo. Existe el efecto Magnus. Tiene que ver con la rotación de la bala. Las estrías en el cañón del rifle provocan un movimiento rotatorio del proyectil que le mantiene estable durante el vuelo. La rotación suele ser a la derecha, en otras palabras, en el sentido de las agujas del reloj, y una bala con rotación a la derecha tenderá a desviarse hacia ese lado. Por suerte, ese efecto es una constante predecible para una distancia determinada. Para la clase de bala a la que me refiero, a 1.200 metros la desviación debida al efecto Magnus será de 60 centímetros. Una diferencia considerable. Así pues, se tendrá que ajustar el punto de mira 60 centímetros a la izquierda para compensar.
Otro factor es el disparar cuesta abajo o cuesta arriba. Si el lugar desde donde se dispara está a 60 metros por encima del blanco, el impacto se produciría unos 15 centímetros por encima del blanco a 1.200 metros. Aunque este factor no es muy importante.
Pero hay dos factores que sí son importantes; la distancia de tiro y el viento. Si uno se equivoca incluso ligeramente en el cálculo de cualquiera de estos dos elementos, el fallo es seguro. Es un grave problema cuando no se conoce con exactitud la distancia de tiro. Tomando la distancia de 1.200 metros, supongamos que cometemos un error de 100 metros en el cálculo, cosa muy posible en campo abierto. Pongamos que la distancia parece de 1.300 metros. Digamos también que se calcula la velocidad del viento en 10 nudos de derecha a izquierda, pero que algún punto entre el tirador y el blanco el viento está comportándose en realidad de una manera completamente distinta. En semejante distancia eso no es sólo posible sino también probable, sobre todo en terreno irregular, aunque también puede ocurrir en terreno llano. El efecto se ve muy bien en el mar: en un día que parece totalmente sereno, a menudo se pueden ver manchas con forma de franjas formadas por pequeñas olas en el agua causadas por soplos de viento localizados. Pero digamos que el error medio en el cálculo de la velocidad del viento es ocho kilómetros por hora. No es un gran error. En absoluto, tratándose de esa distancia. La bala pasaría casi dos metros por encima del blanco, y más de un metro por el lado.
Para los tiradores al blanco de competición, no es un problema irresoluble, por supuesto, es realmente fácil. Conocen exactamente la distancia entre ellos y el blanco. También suele haber banderas en distintos puntos a lo largo del campo, por lo que pueden ver el efecto del viento.
Además, a los tiradores al blanco se les permiten tiros de prueba para ajustar la mira. Normalmente disparar dos o tres tiros de prueba antes de que empiece la competición: y necesitan unos 20 minutos para hacer sus cálculos con tablas y fórmulas matemáticas. Hace unos meses, en estas óptimas condiciones, y con 10 disparos de prueba, acompañé a un francotirador de una Unidad de élite del ejército español, que alcanzó un blanco de silueta humana a 1.200 metros de distancia, en la región de Albacete. Y no es récord en España, donde su Infantería presume de tener los mejores tiradores del mundo. Pero, insisto, las condiciones NO SON DE COMBATE.
Hay que tener en cuenta también el efecto espejismo. En distancias largas el calor que se eleva del suelo entre el punto de partida del disparo y el blanco causa un efecto de resplandor trémulo. El blanco parece flotar, moviéndose ligeramente arriba y abajo. Su parte inferior desaparecerá. Si hace un día muy caluroso, puede que sea casi imposible alcanzarlo con un disparo, pero si el efecto es sólo ligero, se verá el brillo trémulo del calor moviéndose en el viento. Eso es una ayuda muy útil para calcular la velocidad del viento.
Siento haber acabado con la leyenda del tiro a larga distancia para algunos… NO OS CREÁIS CASI NADA DE LO QUE OS ASEGUREN RESPECTO A ESOS TIROS.
matias@tamaduste.com
3 marzo 2013
Muchas Gracias por la resolución a este problema. He disfrutado y aprendido mucho con la lectura. Muy interesante el planteamiento del disparo a largas distancias.