Por el G.B. D. Emilio Abad Ripoll (R).
Todavía se percibía el acre olor de la pólvora en las calles del Lugar, Puerto y Plaza Fuerte de Santa Cruz de Tenerife; aún en muchas de sus calles y casas estaban frescas las cicatrices causadas por las balas de mosquetes y de cañones, y una veintena de familias acababa de enterrar a su hombre (padre, marido, hermano, hijo…).
Pero también aquella tarde del 29 de julio de 1797, seguían roncas muchas gargantas de tanto lanzar a los vientos el grito de ¡¡Victoria!! que se oyó resonar por vez primera cuatro días antes, cuando amanecía el 25, un glorioso día de Santiago Apóstol. Sí, todo: sangre, sudor, miedo, lágrimas, esfuerzo…había valido la pena. La acción conjunta de de las defensas artilleras, de un batallón de Infantería (la única Unidad del Ejército regular con que contaba a la sazón Canarias), de unos centenares de hombres de los 5 regimientos de Milicias, venidos desde las tres puntas de la isla, de una decenas de marineros franceses y del pueblo de Santa Cruz, bajo la dirección del comandante general de Canarias, un experto militar llamado D. Antonio Gutiérrez de Otero, había derrotado a unos mil ingleses, encabezados ni más ni menos que por el mismísimo Nelson, que habían intentado ocupar la Plaza.
Y aquella tarde, con las fuerzas vivas del Lugar (Alcalde, Diputados y Síndico Personero) al frente, las gentes de Santa Cruz, acudían a la Iglesia del Pilar a dar gracias a Dios, a su Madre y al Apóstol en cuya fiesta había ocurrido el hecho. Y allí el alcalde propuso a sus convecinos que se podía solicitar del Rey -que era Carlos IV- el copatronazgo de la Cruz y de Santiago como protectores del Lugar. Así se aprobó, y al día siguiente el alcalde presentó la propuesta al comandante general con el ruego de que hiciese valer su influencia en la Corte para que fuese aprobada como recompensa al mérito obtenido. Pero Gutiérrez pensó que se estaban quedando cortos en su solicitud y sugirió al alcalde que, además, se pidiese la concesión del Villazgo para Santa Cruz (que en aquellos momentos dependía administrativamente de la capital de la Isla, La Laguna) y se le otorgasen también los títulos de Noble e Invicta y un Escudo de Armas.
El 25 de agosto se presentaban al comandante general los borradores del escudo y las propuestas, que obtuvieron su beneplácito y la promesa, que cumplió, de mediación en la Corte. El 13 de septiembre salieron las peticiones hacia Madrid, y parece ser que, pese al refrán, entonces las cosas de Palacio no iban despacio, porque el 21 de diciembre Carlos IV aprobaba todo lo que se le solicitaba…y más. En efecto: a los títulos de Noble e Invicta, el monarca añadía el de Leal; y la flamante Villa de Santa Cruz de Santiago de Tenerife contaba con un escudo, el propuesto, pero al que el Rey había cambiado la corona ducal por la real.[1]
En el punto 4º de la descripción heráldica del escudo[2] podemos leer textualmente:
“Tres cabezas de león; este animal sirve de cimera al escudo de Inglaterra, cuyas cabezas se representan quebradas en las 3 Ynvasiones que aquí ha practicado esta nación: 1ª por el almirante Roberto Blake, en 30 de abril de 1657, siendo capitán general don Alonso Dávila, con el fin de apoderarse de la rica flota de don Diego de Egues, que no logró; 2ª por el almirante Juan Gennings, en 6 de noviembre de 1706, quemandando las armas el corregidor y capitán de guerra don Joseph de Ayala, por ausencia del capitán general don Agustín de Robles, intentó con engaño y armas someter al Archiduque estas Yslas, que siempre reconocieron al señor don Felipe V por su legítimo soberano; y 3ª por el contra-almirante Horacio Nelson, que desembarcó sus tropas en la madrugada del 25 de Julio de este año de 1797, en que es su digno comandante general el Exmo. Señor don Antonio Gutiérrez, con el objeto igualmente frustrado de sorprender la Plaza y apoderarse de los caudales públicos con el cargamento de una Fragata de la Compañía Real de Filipinas. Negras porque lo han sido las tres empresas que le cubren de otros tantos borrones. La atravezada con la espada denota el gran destrozo que, para escarmiento suyo, experimentó últimamente por mar y tierra.”
Si la dirección de la Revista lo permite, en futuras colaboraciones les contaríamos un poco más en detalle cada una de las tres intentonas inglesas, no muy conocidas en nuestra historiografía, pese a la indudable importancia estratégica en los tres casos, y muy tergiversadas por la inglesa que presenta como victoria una de ellas y trata en otra -en concreto la de Nelson- de ocultarla o minimizarla.
En el Museo Histórico Militar del Centro de Historia y Cultura Militar de Canarias existe un extraordinario “centro de interpretación” de la Gesta (aquí se la conoce así) del 25 de Julio. Son muchísimos (cada vez más) los turistas ingleses que lo visitan y se sorprenden al conocer que las aguas de la hoy tranquila bahía santacrucera (donde puede que esté anclado el crucero de recreo en el que han llegado) fueron el sepulcro de unos centenares de sus compatriotas, y que esas mismas aguas se tragaron para siempre el brazo derecho de su héroe por antonomasia, Horacio Nelson.
[1] COLA BENÍTEZ, L. Fundación, raíces y símbolos de Santa Cruz de Santiago de Tenerife. pp. 213-252
[2] Para la descripción completa, entrar en la página web de la Tertulia Amigos del 25 de Julio (www.amigos25julio.com) y navegar por ella (Actividades-Nuestras series-Series anteriores-El Escudo de Santa Cruz) o bien directamente en http://amigos25julio.com/index.php?option=com_content&view=article&id=515:el-escudo-de-santa-cruz&catid=52:series-anteriores&Itemid=109
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