El pasado mes de octubre salían a la luz múltiples informaciones relacionadas con la estrategia seguida por china en su particular Guerra de la Información. El Departamento de Estado norteamericano identificaba seis medios de noticias detrás de los cuales se encontrarían una serie de “operaciones extranjeras” controladas de facto por el Gobierno Chino. Paralelamente, hemos sabido que Suecia se ha sumado al veto que EE.UU mantiene sobre los equipos procedentes de las empresas chinas Huawei y ZTE, en relación con la implantación de las redes 5G, argumentando motivos de seguridad nacional.
En el transcuro de esta última década, y particularmente bajo el mandato Xi Jinping, el Partido Comunista Chino (PCCh) ha consolidado y reforzado el control sobre los medios de propaganda respaldados por el estado, llevando a cabo importantes esfuerzos para disfrazarlos bajo la apariencia de agencias de noticias independientes a ojos del mundo.
Mientras los medios libres y democráticos a nivel global tienen, o deberían tener, un firme compromiso con la verdad, los medios de comunicación chinos deben obediencia al partido, tal y como no ha dudado en afirmar el propio Xi Jinping en múltiples declaraciones públicas.
De este modo, Yicai Global, Jiefang Daily, Xinmin Evening News, Social Sciences in China Press, Beijing Review y Economic Daily han sido designadas como «misiones extranjeras».Estos medios cumplirían con los requisitos establecidos en la denominada Ley de Misiones Extranjeras,entendiéndose que se trata de medios «propiedad o efectivamente controlados» por un gobierno extranjero.
La decisión adoptada por el Departamento de Estado no supone la imposición de restricción alguna sobre lo que estas organizaciones pueden publicar en los Estados Unidos. Sencillamente les atribuye ser “medios de propaganda controlados por la República Popular China”.
Sin embargo el espionaje chino, o al menos una de sus vertientes, difiere al de la mayoría de potencias desarrolladas, donde encontraríamos un sustrato de personal altamente capacitado, con cobertura diplomática u operando de manera “no oficial”.
Las operaciones de inteligencia e influencia que china está llevando a cabo por todo el globo son las primeras en la historia moderna en utilizar, como base, a toda la sociedad. Debido a esto, las tácticas de espionaje chinas pueden llegar a ser bastante ingeniosas y Beijing se ha convertido en un referente a nivel mundial en lo que respecta a “autoritarismo digital”.
China ha demostrado una creatividad y capacidad sin precedentes a la hora de combinar todos los elementos del «poder social, incluyendo: el espionaje, el control de la información, la política industrial, la coerción política y económica, la política exterior, la amenaza de la fuerza militar o la fuerza tecnológica.
En cuanto a los objetivos, los análisis revelan que los campos tecnológico y de la información acaparan la mayor parte de los esfuerzos y recursos en materia de espionaje. Estas categorías se encuentran perfectamente alineadas con la hoja de ruta industrial (Made in China 2025), los Objetivos de Ciencia y Tecnología Espacial para 2050 y el 13º plan quinquenal, fijados por Beijing.
Los expertos señalan la congruencia existente entre los objetivos públicos y encubiertos de China. Uno de los estudios más recientes ha analizado 595 casos de espionaje chinos, de los cuales 435 tuvieron en su diana tecnologías o información que a su vez también aparecían recogidas en los documentos que marcan la estrategia China para el futuro. Los resultados de este análisis también pusieron de manifiesto el desproporcionado énfasis que Beijing ha puesto en la tecnología aeroespacial (con 116 casos) y las tecnologías de la información (con 113 casos).
El espionaje chino favorece el desarrollo de la industria china y prima el robo de riqueza extranjera para alimentar el propio arsenal tecnológico. Con esta finalidad, el estado no duda en emplear agencias gubernamentales, organizaciones, entidades comerciales, empresarios individuales, expatriados chinos, investigadores e incluso agentes extranjeros para lograr sus objetivos de espionaje.
La mayor parte de estos agentes trabajarían bajo uno de los siguientes paraguas: la Oficina Conjunta de Inteligencia de la Comisión Militar Central (CMC); el Ministerio de Seguridad del Estado (principal agencia de inteligencia civil china); y Empresas de propiedad estatal (EPE). Según el citado informe, aproximadamente el 23% de todo el espionaje analizado sería perpetrado por empleados de este tipo de entidades pseudocomerciales.
Para lograr el funcionamiento de todo este entramado, un elemento fundamental es la “colaboración ciudadana”. Los ciudadanos chinos son una parte indispensable en el ciclo de recopilación de inteligencia y son obligados por el gobierno a divulgar los secretos comerciales que puedan conocer a cambio de estatus, sobornos o de la amenaza de un castigo en caso de no colaborar.
Conocer el volumen real que representa el espionaje chino a nivel global constituye una tarea casi imposible con los datos disponibles. Sin embargo, existen algunos indicios que nos ayudan a hacernos una idea de la importancia que tiene esta actividad encubierta a la hora de reducir, por ejemplo, la brecha tecnológica entre potencias.
Tomando como ejemplo EE.UU, una de las principales víctimas del espionaje chino, podemos analizar algunos de sus efectos: la tradicional ventaja aeroespacial norteamericana se reduce a ritmo alarmante año tras año; el impacto financiero asciende a 360.000 millones de dólares anuales en pérdidas debido al robo de propiedad intelectual por parte de China; y según el propio director del FBI, su oficina abre un nuevo caso de contrainteligencia, en el que China está involucrada, cada diez horas (con más de 2.000 investigaciones en curso vinculadas al Gobierno Chino).
No es de extrañar por tanto que China sea calificada por algunas de las principales autoridades en la materia como “la mayor amenaza a largo plazo para la información y la propiedad intelectual”.
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