Este año 2019 se conmemora el 175 aniversario de la creación de la Guardia Civil y las escenas en homenaje al Instituto Armado se repiten en diferentes puntos del país.
Sus Majestades los Reyes presidieron el día de ayer, en el Patio de Armas del Palacio de Oriente, los actos solemnes celebrados en reconocimiento al espíritu de servicio, la labor y la entrega de todos aquellos que forman y han formado parte de la Guardia Civil a lo largo de estos 175 años de historia.
Desde el Observatorio nos sumamos a esa extensa lista de merecidos homenajes, repasando los inicios de una crónica cada vez más próxima a los dos siglos de singladura, recordando algunos sucesos y dando testimonio del enorme valor que ha tenido, tiene y seguro seguirá teniendo la Guardia Civil en nuestro país.
Para conocer los orígenes de la Guardia Civil tenemos que remontarnos al año 1844, durante el reinado de IsabelII, y una España donde todavía resuenan los ecos demasiado recientes de la Primera Guerra Carlista, junto con las secuelas no superadas de la Guerra de Independencia contra los franceses de Napoleón.
El bandolerismo infesta los caminos y la inseguridad, entre otras razones, hace imposible la consolidación de un Estado Moderno en nuestro país. De ahí la necesidad de establecer una fuerza de seguridad pública que comprendiera todo el territorio peninsular y que actuara contra el bandidaje.
Será con el Gobierno de Luis González Bravo cuando toma forma la idea de constituir una fuerza especial con la misión de proteger a las personas y las propiedades. El Real Decreto de 28 de marzo de 1844 recoge por ver primera la mención a un “cuerpo especial de infantería y caballería” dependiente del entonces conocido como Ministerio de Gobernación bajo “la denominación de Guardias Civiles”.
Al frente de su organización se designa al Mariscal de Campo D. Francisco Javier Girón y Ezpeleta, II Duque de Ahumada, el cual toma como referencia el modelo de la Gendarmería francesa para introducir una serie de mejoras y modificaciones que darán lugar al Real Decreto de 13 de mayo de 1844, presentado por el entonces Presidente de Gobierno y Ministro de la Guerra, D. Ramón María Narváez.
Los esfuerzos de Ahumada se ven recompensados y el 1 de septiembre de ese mismo año es nombrado Inspector General del Cuerpo de Guardias Civiles, el mismo día que tiene lugar la presentación oficial del Cuerpo.
En octubre se aprueban el Reglamento para el Servicio y el Reglamento Militar de la Guardia Civil. En el primero se establecen las obligaciones y la dependencia del Ministerio de Gobernación. El segundo determina además el modelo de organización castrense, la disciplina o los estatutos, entre otras cuestiones.
Otra de las aportaciones más importantes del Duque de Ahumada fue la denominada “Cartilla del Guardia Civil”. Un documento donde queda reflejada la idiosincrasia que distingue a la Guardia Civil de otros cuerpos policiales y que sintetiza además los Reglamentos de Servicio anteriores y actual con solamente algunas modificaciones. Este documento tal y como lo definen desde el propio Instituto Armado “establece la doctrina del Cuerpo, un código deontológico que pretende dotar al personal de un alto concepto moral, del sentido de la honradez y de la seriedad en el servicio y que está presidido por su artículo más famoso donde se lee: “el honor es la principal divisa del guardia civil; debe, por consiguiente, conservarlo sin mancha. Una vez perdido, no se recobra jamás”.
El primer acto de servicio del recién creado Cuerpo, consistió en cubrir la carrera de la comitiva real desde el Palacio hasta las cortes con ocasión de la constitución de las mismas.
La consolidación del Cuerpo no fue fácil, teniendo que hacer frente a las consecuencias de la Segunda y Tercera Guerra Carlista respectivamente. Poco después la Guardia Civil acometería su primera misión en suelo extranjero, concretamente en Oporto, garantizando la seguridad ciudadana durante la guerra civil portuguesa. La denominada Primavera de los Pueblos o Año de las Revoluciones, el alzamiento de O´donnell (1854) y el cambio de gobierno a punto estuvieron de resultar en su disolución por haber permanecido leales al gobierno legítimo.
La labor humanitaria que realiza la Guardia Civil, hoy reconocida por todos, ya entonces cobraba una gran relevancia. Su participación en las tareas de salvamento durante el naufragio de la goleta Mary (1848) o durante la epidemia de cólera del 55, son solo algunos ejemplos del recorrido que desde sus inicios ha seguido la institución y de cómo gracias a sus contribuciones fueron ganándose el aprecio y el reconocimiento de la población, que pasó a denominarla con el sobrenombre de “Benemerita”, título que se haría oficial a partir de octubre de 1929.
En cuanto a la lucha contra el fenómeno del bandolerismo, razón de ser entre otras muchas de la creación del Cuerpo, continuará con la protección de los caminos, enfrentándose a personajes que han pasado a la historia con nombre propio: Curro Jiménez, el Tempranillo o Luis Candelas son solo algunos. A pesar de que pasará a ser considerado como un fenómeno controlado, no se considerará erradicado hasta finales del S.XIX.
En sus 175 años de historia, la Guardia Civil ha evolucionado de forma paralela a la sociedad a la que sirve. Su capacidad de adaptación frente a los diferentes cambios sociales, económicos y políticos que ha atravesado el país en el periodo reciente, está más que probada. Tal vez sea esta una de las principales razones por las cuales a día de hoy todavía es la institución mejor valorada por los españoles, que han visto como los ideales y el sentido que la vieron nacer permanecen vigentes en nuestro tiempo.
“servirán más y ofrecerán más garantías de orden cinco mil hombres buenos que quince mil, no malos, sino medianos que fueran.”
D. Francisco Javier Girón y Ezpeleta
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