El secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, advirtió recientemente de que el riesgo de conflicto armado en Europa «es real» si fracasan las negociaciones con Rusia por su escalada militar. Después de todo, Putin ha pasado más de una década potenciando las capacidades de las Fuerzas Armadas de Rusia. Un recordatorio y una actualización de un poder a tener en cuenta por parte de Europa. Hasta ahora sus propuestas para llegar a un acuerdo con Occidente han rozado peligrosamente la extorsión armada. 

Los expertos sugieren que si los países de la OTAN pretenden disuadir de manera efectiva dichas amenazas, fortalecer su actual postura militar debe ser una prioridad.  Con este objetivo, garantizar que Polonia, aliada de la OTAN, disponga de una defensa y entrenamiento militar adecuado es una de las opciones que se han puesto sobre la mesa.

Rusia lleva años preparándose para esta confrontación. Ha ampliado su Armada y ha puesto en marcha un programa masivo para modernizar su capacidad nuclear. También ha consolidado su campaña de intimidación contra Ucrania. Como parte de su ejercicio anual Zapad del año pasado, Moscú desplegó unos 80.000 soldados a lo largo de su frontera con Ucrania, un escaparate para las unidades terrestres y aéreas mejor equipadas de las Fuerzas Armadas rusas. 

Desde el pasado verano, Rusia ha reforzado su despliegue en torno a Ucrania y ha aumentado la presión sobre la OTAN, mostrando los dientes con el anuncio de un incremento de  las capacidades ya desplegadas en la región de Kaliningrado, incluyendo misiles Iskander con capacidad nuclear que pueden apuntar a la mayor parte de Europa Occidental, así como un incremento del número de batallones. La mayoría de estas unidades se encuentran en estos momentos dentro del rango de ataque contra Ucrania. 

Al mismo tiempo que Rusia ha aumentado la presión militar sobre Ucrania, el gobierno ruso también ha emprendido una serie de movimientos diseñados para demostrar sus capacidades en caso de iniciar una guerra de alta intensidad contra Occidente: despliegue de misiles de largo alcance en Crimea, defensa aérea y sistemas de guerra electrónica para asegurar el dominio del Mar negro, así como pruebas de su misil hipersónico intercontinental, Avangard, y otros sistemas como el misil de crucero hipersónico Zircon. 

El objetivo de estas muestras de fuerza no parece no ser otro que el de intimidar a los países de la OTAN, socavando de esta forma su apoyo a Ucrania. Los “acuerdos” propuestos por Putin a la OTAN son un reflejo de esta estrategia, y de cumplirse, las exigencias de Rusia romperían con un pacto de décadas entre las naciones de la OTAN sobre el empleo de armas nucleares. 

Los expertos creen que el objetivo inmediato de Rusia es forzar a Occidente a conceder a Moscú la hegemonía sobre Ucrania. Las exigencias de Putin, como pedir la retirada de recursos y fuerzas militares de la OTAN en la frontera oriental de la alianza, podría esconder algo más. Impedir la incorporación de Ucrania a la OTAN parece ser una de las prioridades y las voces más críticas con los últimos movimientos del Kremlin consideran que  el objetivo de convertir Ucrania en un estado fallido bajo el dominio de Moscú, están sobre la mesa.

Desde 2014, cuando Rusia llevó a cabo la anexión ilegal de Crimea y apoyó a los separatistas para desestabilizar el este de Ucrania, la OTAN ha ido fortaleciendo paulatinamente sus capacidades defensivas: los presupuestos en defensa han aumentado en muchos países miembros de la alianza, aunque solo unos pocos han alcanzado el 2% del PIB. 

Teniendo en cuenta su posición geográfica en el flanco oriental de la OTAN y su firme postura antirrusa, Polonia podría ser la clave de una defensa creíble para Europa. Limitando con los Estados Bálticos, Bielorrusia, Ucrania, Rumania y el enclave ruso de Kaliningrado, Polonia ocupa una posición central en cualquier defensa dirigida por la OTAN contra una hipotética agresión rusa en Europa. Polonia ha sido uno de los aliados más fieles de la OTAN a la hora de construir una disuasión militar firme. Su presupuesto en defensa supera de forma habitual el 2% del PIB requerido por la OTAN. Además, ha adquirido equipamiento militar de alta gama y ha emprendido un importante programa militar a largo plazo para modernizar su ejército. 

Esta tensa situación no es la única a la que se enfrenta Occidente, si tenemos en cuenta la alianza entre Rusia y China. Esta alianza se ha convertido en una gran amenaza para Occidente y los países de la OTAN, que se han demorado en reconocer el creciente peligro que puede representar este nuevo eje creyendo que las diferencias ideológicas y geoestratégicas entre Rusia y China sería un impedimento para formar una alianza real. En cambio, la mayoría de los países de la OTAN no invierten lo suficiente en su propia defensa y se encuentra divida por profundas diferencias políticas, culturales y estratégicas.