La ONU reúne a los líderes mundiales para que pronuncien sus discursos anuales en el Debate General del 76º período de sesiones de la Asamblea General de las Naciones Unidas (AGNU). Se trata del evento cumbre de la diplomacia global y tiene como telón de fondo temas cruciales como el cambio climático, el COVID-19 o las repercusiones a raíz de la polémica salida de Afganistán.
A diferencia de 2020, cuando la sesión se realizó casi en su totalidad de manera virtual debido a la pandemia, más de cien líderes y otros representantes de alto nivel pronunciarán sus discursos en persona. El martes, los principales líderes mundiales expusieron sus discursos, incluido el secretario general de la ONU, Antonio Guterres, el presidente de EE.UU, Joe Biden, el presidente de China, Xi Jinping, y el presidente iraní, Ebrahim Raisi.
Sin embargo, a pesar de las medidas sanitarias muchos líderes han optado por recurrir a videos pregrabados, como se hizo el año pasado, o a que un representante asista en su lugar. En esta ocasión las ausencias de algunos líderes pueden servir para enviar mensajes dirigidos específicamente a algunos de los socios internacionales.
Además, según un portavoz de la ONU el nuevo ministro de Relaciones Exteriores de los talibanes habría solicitado intervenir en la cumbre. Al mismo tiempo, el embajador del gobierno afgano destituido por los talibanes el mes pasado también habría pedido hablar.
Este evento constituye una importante prueba de credibilidad para la presidencia de Biden, quien ha sido uno de los primeros en tomar la palabra ante el organismo integrado por 193 Estados. A pesar de su clara apuesta por las Naciones Unidas (en contraste con la postura de su predecesor, Donald Trump), Biden ha pronunciado su primer discurso como presidente ante la ONU en medio de la polémica afgana y las dudas sobre su capacidad para gestionar efectivamente la política exterior norteamericana.
Hasta ahora, Biden no ha logrado contener la pandemia de COVID-19 en EE.UU y sus esfuerzos para ayudar a proveer de vacunas a otras regiones del mundo apenas han servido para mitigar la enorme discrepancia en las tasas de vacunación entre países ricos y pobres. Su presencia en la ONU también se produce menos de un mes después de la caótica salida de EE.UU tras 20 años en Afganistán.
Por si no fuera suficiente, la semana pasada, Biden sorprendió al mundo e indignó a Francia, su aliado más antiguo, al darse a conocer un acuerdo secreto de armas con Australia que acabó con uno de los mayores contratos militares franceses y puso en duda la sinceridad del gobierno estadounidense con sus socios. Funcionarios franceses dijeron que las acciones de Biden eran una traición y el presidente francés, Emmanuel Macron, descartó la idea de hablar incluso por video, delegando en su ministro de relaciones exteriores, Jean-Yves LeDrian.
Durante la semana que durará el encuentro otra de las cuestiones centrales será el cambio climático, especialmente tras conocerse nuevos estudios que alertan sobre lo que el secretario general de la ONU, António Guterres, ha calificado de “lucha existencial”. En esta década, las emisiones de gases podrían aumentar un 16% en comparación con los niveles de 2010, todo ello a pesar de que las últimas investigaciones científicas sugieren que estas tendrían que disminuir al menos una cuarta parte para 2030 a fin de evitar los impactos más graves del calentamiento global.
También se espera que la lucha contra la pandemia domine gran parte de la semana. Otros temas que se debatirán durante la semana son la toma del poder por los talibanes en Afganistán; el golpe militar en Birmania; el acuerdo nuclear con Irán; el vacío de poder en Haití, así como los conflictos en Etiopía, Yemen y Siria.
En su intervención ante los líderes mundiales, el titular de la ONU describió un preocupante panorama de la situación en la que se encuentra el mundo: desde el fracaso en la lucha contra la pandemia de COVID-19 y contra el cambio climático hasta el creciente el incumplimiento de los derechos humanos o el aumento de la división entre ricos y pobres y entre bloques geopolíticos.
“Estoy aquí para hacer sonar la alarma (…) Nuestro mundo nunca ha estado más amenazado. O más dividido. Nos enfrentamos a la mayor cascada de crisis de nuestra vida. La pandemia del COVID-19 ha sobredimensionado las flagrantes desigualdades. La crisis climática está golpeando el planeta. La agitación desde Afganistán hasta Etiopía, pasando por Yemen y más allá ha frustrado la paz. Un aumento de la desconfianza y la desinformación está polarizando a la gente y paralizando las sociedades. Los derechos humanos están bajo fuego. La ciencia está siendo atacada. Y los salvavidas económicos para los más vulnerables son pocos y llegan demasiado tarde… si es que llegan. La solidaridad está ausente, justo cuando más la necesitamos”.
Tras ese sombrío panorama, el Secretario General quiso terminar con una nota de esperanza al señala que “con un compromiso real, podemos cumplir la promesa de un mundo mejor y más pacífico” a través de su Agenda Común, ya que “la mejor manera de promover los intereses de los propios ciudadanos es promoviendo los intereses de nuestro futuro común”.
A pesar de que según la evaluación realizada por el Internacional Crisis Group, “La ONU parece cada vez más marginal en materia de gestión de crisis internacionales”, según su análisis, “el sistema de la ONU todavía juega un papel crucial en la gestión de un entorno internacional inestable”. Muchos diplomáticos han defendido que los acuerdos cara a cara durante la Asamblea General son fundamentales para el papel de la ONU como un escenario para resolver disputas y como un espacio para disuadir el conflicto armado.
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