El Cáucaso es una región que irá ganando la atención del ojo político por las necesidades energéticas que hoy presionan a Europa. Más allá de la alternativa circunstancial que representan las exportaciones de Estados Unidos y los países del Golfo, la infraestructura en el Cáucaso que conecta el Viejo Continente con Asia Central se visualiza como una opción viable a largo plazo y que, además, tiene la consecuencia colateral de minimizar el peso geopolítico de Rusia. No obstante, el Cáucaso Sur debe resolver sus tensiones internas para confirmar cualquier proyección, especialmente entre dos países que mantienen una confrontación desde hace tres décadas por un territorio. Se trata de la región de Nagorno Karabaj, un enclave de mayoría armenia, oficialmente en territorio de Azerbaiyán, que declaró su independencia en la década de los 90, razón por la cual estalló una guerra que aún hoy permanece abierta.
Este conflicto es el principal foco de inestabilidad en la región que, además, también sirve para medir de los intereses de cada nación circundante y ponderar su profundidad de influencia.
Rusia con relaciones consolidadas con todas las naciones caucásicas, fruto del legado soviético, aspira a prevalecer como primera potencia en la zona; Irán alberga en su territorio una importante población azerí que puede ser un foco de inestabilidad para el país y que, en la última década, se contempla con desconfianza por la creciente relación entre Bakú y Tel Aviv; y Turquía, hermanada con Azerbaiyán, hace uso de los lazos culturales y lingüísticos con Bakú para proyectarse hacia el este, y que, además, ve en esta alianza la posibilidad de minimizar sus dependencias energéticas con Rusia.
A pesar de los intereses contrapuestos de las tres potencias en el Cáucaso, los Gobierno de Turquía, Irán y Rusia están alineados en Siria. Esta cuestión, aunque se trate de otro punto de la agenda política, puede tener su incidencia en el tono de las conversaciones a la hora de tratar las tensiones en el Cáucaso.
La vía diplomática recae sobre la OSCE, a través d los Acuerdos de Minsk, creados para gestionar las conversaciones con el objetivo de alcanzar la resolución del conflicto. Sin embargo, esta plataforma no ha dado muestras de ser capaz de encontrar los canales políticos propicios. Es cierto que tal estancamiento en el avance de unas posibles acuerdo definitivo tiene que ver con Rusia, actor necesario para el avance de cualquier proceso y al que le interesa mantener el status quo actual, ya que el Kremlin ha jugado paralelamente el papel mediador y proveedor de armas de ambos contendientes.
Poder militar de Azerbaiyán
Las fuerzas armadas azerís son las más amplias de las tres naciones del Cáucaso Sur. Según Factbook, en 2020 contaban con un total de 95.000 efectivos distribuidos entre el Ejército de Tierra (85.000), la Armada (2.000) y la Fuerza Aérea (8.000). Tal reparto de del orden castrense denota la proyección de fuerzas, ya que pone de manifiesto las prioridades en materia de seguridad y defensa para Bakú. Asimismo, sorprende la escasa potenciación del poder naval enfocado en el mar Caspio, espacio que ya a día de hoy resulta clave para las rutas tránsito energético.
A la hora de hablar del armamento es menester mencionar que gran parte de la base armamentística de Azerbaiyán es de origen ruso. Los MiG-25 Foxbat, MiG-21 Fishbed, MiG-29, Su-25 Frogfoot, Su-24 Fencer y Su-17 Fitter son parte del grueso de la Fuerza Aérea, a la que hay que añadir los helicópteros Mi-24 Hind y Mi-35E.
Rusia ha sido el principal proveedor de armas de Azerbaiyán, sin embargo, en la última década Bakú ha encontrado en Turquía e Israel nuevos recursos, no sólo armamentísticos, sino que ha mejorado sus activos en todo el ámbito de su seguridad, ya que la asesoría y los canales de inteligencia han dado un salto cualitativo notable, amén de sus fructíferas relaciones con Tel Aviv y Ankara.
El episodio bélico de 2016 en Nagorno-Karabaj fue un punto de inflexión para Azerbaiyán. A partir de entonces Bakú apostó por una transición en su doctrina y comenzó a pavimentar un cambio que se inició por concentrar sus importaciones armamentísticas y su asesoría militar en Israel y Turquía.
Dentro de esta transición merece especial mención el papel de los UAVs, tanto aquellos para reconocimiento como aquellos con capacidad ofensiva. Durante las seis semanas de guerra en el otoño de 2020 quedó constancia del poder aéreo azerí como elemento diferencial, un poder aéreo que demostrado por la eficiencia de su despliegue a través de un abanico de UAVs. De origen israelí como los modelos Skystriker, Orbiter-1K, Orbiter-3, Harop, Aerostar, Hermes 450, Heron TP o Hermes 900; y de origen turco, como el Bayraktar TB2.
Azerbaiyán posee el segundo presupuesto militar más elevado entre todos los miembros de la Comunidad de Estados Independientes (CIS), únicamente por detrás de Rusia. Esta posición refleja una inversión que dio comienzo en la última década y que aún hoy continua su progreso. En 2020 Bakú invirtió alrededor del 9% de su PIB en el ámbito de defensa, una prueba de la aspiración del país por consolidarse como un actor geopolítico regional. Más aún si se tiene en cuenta que el resto de países de la zona carecen de sus recursos naturales y, en consecuencia, de su poder económico. Una diferencia que Bakú quiere hacer valer respecto a Armenia en la región de Nagorno Karabaj.
Capacidades militares de Armenia
Armenia está en una posición de debilidad. El tiempo juega en su contra dado que su enemigo, Azerbaiyán, muestra un fortaleciendo creciente. De ahí que Ereván haya apostado por Moscú y su seguridad esté a merced de Rusia, ya que ve a ésta como su única garantía. Hay que tener presente que el país no dispone de las capacidades propias para desarrollar una economía autosuficiente, de hecho, tanto sus exportaciones como importaciones apuntan como principal socio al país más extenso del planeta. A esto se le suma que sus fronteras al este (Azerbaiyán) y oeste (Turquía) permanecen cerradas, un hecho que condiciona aspectos estratégicos tanto en el plano económico como en materia de seguridad.
Se trata de un Estado de exigua infraestructura y con una capacidad económica-productiva limitada. Reflejo de ello es que parte de su capital procede de la diáspora: millones de armenios repartidos por el mundo que envían dinero a su país de origen.
A pesar de tal contexto económico, Armenia ha destinado un porcentaje considerable a su sector militar en los último años, un gasto que considera necesario ante la coyuntura que vive en la región de Nagorno Karabaj y su guerra contra Azerbaiyán. Este contexto dá razón a los datos: en 2019 se invirtieran 1,82 mil millones de dólares (5,3% del PIB) y que en 2021 alcanzan el 4,4% de su Producto Interior Bruto, unas cifras notables para una nación con unos índices económicos reducidos.
Armenia también ha dado muestras de poseer UAVs, alguno de origen propio como los modelos Baze (X-55) y Krunk; pero sobre todo de origen ruso, como los Ptero-5E y Orlan 10. No obstante, ni éstos ni su armamento antiaéreo (misiles S-300 y Tochka-U) ha sido capaz de hacer frente a la ofensiva aérea azerí. El conflicto se ha concentrado de tal forma en el despliegue de los UAVs que no se ha notificado el empleo de la aviación de combate armenia en los 44 días que ha durado.
En cuanto a la talla de sus Fuerzas Armadas armenias, éstas se acercan a los 45.000 efectivos, 42.000 del Ejército de Tierra y 3.000 del Ejército de Aire. Respecto a su armamento, al igual que Azerbaiyán, la base es es de procedencia rusa, pero a diferencia de su enemigo no dispone del músculo económico para la modernización de su instrumental. Es así que su dependencia respecto hacia Rusia sea una necesidad perentoria, a pesar de que el actual primer ministro dio muestras, en sus primeros pasos en el cargo, de pretender seguir una línea política alejada de Moscú.
El episodio bélico de 2020: la confirmación en el orden de fuerzas
La guerra de los Cuatro Días de 2016 había dejado pistas de la importancia de la tecnología en el plano operativo de cara a futuros enfrentamientos. Así fue que el conflicto de 2020 reflejó la diferencia de fuerzas entre los contendientes: Armenia demostró que contaba con capacidades defensivas insuficientes, así como armamento obsoleto y deficiencias doctrinales. Por el contrario, Azerbaiyán dejó patente el resultado de sus inversiones en el sector de la seguridad y defensa; los drones fueron el mayor exponente. Los UAVs empleados se integraron eficientemente en las Fuerzas Armadas, desde la perspectiva tecnológica, pero también organizativa, especialmente coordinándose con las fuerzas de tierra. Detrás de esta transición doctrinal está el papel de Turquía e Israel, quienes no sólo han proporcionado el equipo, sino también su asesoramiento. El resultado ha sido proyectar una fuerza contra la que Armenia no ha podido responder.
La guerra comenzó con ataques de ambos bandos dentro del espacio en disputa. Sin embargo, el centro de mando azerí concentro su ofensiva en la línea fronteriza del noreste y en las áreas meridionales, amén de la ventaja orográfica que estos terrenos conceden, a diferencia del espacio montañoso en el corazón de la región.
Durante la tercera semana del conflicto las fuerzas azerís comenzaron a ganar terreno en la provincia de Hadrut y a principios de noviembre (dia 8) tomaban la ciudad de Shusha, a 15 km de la capital de la región. A pesar de que Armenia negó el hecho en un principio, su primer ministro reconocería horas más tarde la derrota con la firma de un acuerdo – con Rusia de por medio –, que dejaba al país en una posición muy delicada, puesto que reconocía implícitamente la superioridad de fuerzas enemigas. El acuerdo entró en vigor el 10 de noviembre y detenía el avance azerí. Rusia desplegaría una contingencia de 2.000 efectivos durante 5 años – con opción de otros 5 prorrogables – sobre la línea de contacto. Por su parte, Armenia se veía obligada a devolver los enclaves controlados en los últimos años a Azerbaiyán (siete distritos adyacentes de Nagorno-Karabaj perdidos en guerras anteriores) y se comprometía a garantizar las conexiones entre Nakhichevan y Azerbaiyán; además, Bakú se aseguraba el libre tráfico a través del corredor Lachin.
Diplomacia
A comienzos de la década pasada la Unión Europea dio pasos para atraer a Armenia a su órbita a través de los Acuerdos de Asociación, pero Rusia apostó más fuerte y Erevan firmó su adhesión al marco de integración regional. Armenia era conocedora de todas las consecuencias de tratar con Rusia, pero también consciente de que certificaba su defensa.
El marco diplomático está representado en los Acuerdos de Mink, originado desde la OSCE, y fue creado con el objetivo de encontrar una solución negociada a la cuestión de Nagorno Karabaj. Está copresidido por Rusia, Estados Unidos y Francia, y en el que son partícipes también Turquía, Bielorrusia, Alemania, Italia, Suecia y Finlandia, así como los directamente implicados, Armenia y Azerbaiyán. Hasta la fecha este organismo no ha encontrado la vía para que la mesa de negociación gane peso ante los sucesivos capítulos bélicos. Una de las razones es la divergencia de intereses entre los mediadores; las prioridades políticas de cada actor pone de manifiesto que hay muchas más cuestiones en liza que la propia resolución sobre el futuro de Nagorno Karabaj.
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A pesar de que Azerbaiyán haya demostrado sus credenciales militares y haya firmado un acuerdo que cierra este capítulo con una victoria, la disputa por Nagorno Karabaj sigue abierta. Dado que la diferencia de fuerza entre los contendientes irá incrementándose, a Armenia sólo le queda la vía de la negociación. Su posición de debilidad es demasiado obvia, lo que convierte su habilidad diplomática su mayor activo. He aquí que parte de la clave en el futuro de Nagorno Karabaj va a estar en la capacidad rusa por contener las ambiciones azerís. Azerbaiyán tiene una relación compleja pero fluida con Rusia, con un vínculo entre líderes forjado hace décadas, sin embargo también tienen su peso la pretensiones de Bakú por hacer del país un actor regional a tener en cuenta. Algo que está consiguiendo.
En la actualidad, Bakú cuenta con un importante apoyo internacional, consolidados vínculos con Turquía e Israel, acuerdos comerciales con la Unión Europea y canales diplomáticos asentados con todas las potencias. Azerbaiyán ha sabido capitalizar su posición geográfica y es consciente de que el tiempo juega a su favor. Por su parte, Armenia tendrá que maximizar sus vínculos con Rusia y Francia para alcanzar un acuerdo definitivo que les otorgue ciertas concesiones sobre el terreno y garantice su seguridad a todos los efectos. Cuanto más tiempo pase, Armenia corre el riesgo de sufrir una ofensiva azerí que acabe con una victoria total y la toma del enclave sin opción a rédito alguno. Por eso la diplomacia es el único camino para terminar con este conflicto.
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