Por G.B. D. Agustín Alcázar Segura (R).
Para el relato de los hechos que vamos a narrar, seguiremos a Claudio Sánchez de Albornoz en su obra “Orígenes de la Nación Española, El reino de Asturias” (1).
Amparados en unos reiterados antecedentes de los monarcas visigodos como fueron los promovidos por Atanagildo (555-567), quien había vencido a Agila (549-555) gracias a la ayuda de los Bizantinos, o Sisenando (631-636), que había destrozado a Suintila (621-631) apoyado por los francos de Dagoberto, los vitizanos solicitaron la intervención de los mahometanos asentados en las costas del actual Marruecos para deponer a Rodrigo.
Los distintos cronistas que en siglos posteriores tratan del tema así lo aseveran. En la Crónica de Albelda se lee: ”Llamados los sarracenos ocupan las Españas”. Así mismo, el rey cronista Alfonso III, probablemente a fines del siglo VIII, escribió que: “Por fraude de los hijos de Vitiza, los sarracenos entraron en España”. Abundando en lo anterior, el escriba que retocó el cronicón regio no mucho después de redactado, amplía aún más la noticia: “Los hijos de Vitiza, movidos por la envidia, porque Rodrigo se había apoderado del reino de su padre, discurriendo astutamente, envían legados a África, piden ayuda a los sarracenos y los meten en España por medio de navíos”. Otra confirmación nos la proporciona el Silense, quien, tras referir que Rodrigo privó a los hijos de su antecesor del reino paterno, escribe: “Mas ellos, trasladándose a la provincia Tingitana, se reunieron con el conde don Julián, a quien Vitiza había contado entre sus fideles más íntimos, y lamentándose allí de las ofensas recibidas dispusieron que, introduciendo a los moros, ellos y el reino de toda España fuesen a perdición”.
Vemos, así, que la historiografía cristiana recogió de forma unánime la tradición de que los hijos de Vitiza llamaron a los musulmanes a España.
Por otra parte, esta tradición está confirmada por fuentes musulmanas en la persona de Isa ben Muhammad Abu-l-Muhair, autor africano nacido en el último tercio del siglo VIII, el cual dice: “Tarik, que gobernada Tánger en nombre de Muza, vio un día llegar unos navíos que echaron anclas en el puerto. El jefe de los que desembarcaron declaró: Mi padre ha muerto, un patricio llamado Rodrigo ha combatido a nuestro rey y nuestro reino y me ha humillado. He oído hablar de vos. Vengo para llamaros a España, donde os serviré de guía”. El cronista llama Julián al interlocutor de Tarik, pero le presenta como hijo de Vitiza. En la tradición llegada hasta tan temprano historiador africano se mezclaba el recuerdo de la intervención de Julián y de la petición de auxilio de los príncipes desplazados por Rodrigo. Pero su testimonio, absolutamente independiente del que ofrecen las crónicas cristianas, a más de no dejar lugar a la duda sobre la llamada de los islamitas por los hijos de Vitiza, parece acreditar la idea de la marcha personal de éstos o, a lo menos, de uno de ellos a África (2).
Los hijos de Vitiza o, para decir mejor, sus partidarios, pues ellos eran todavía unos niños, no sospecharon el riesgo inmenso a que se exponían y exponían a España, ya que las circunstancias eran ahora muy distintas de las anteriores. Así, cuando Atanagildo llamó a los bizantinos, Bizancio era la pura pervivencia histórica, revigorizada ocasionalmente, de un viejo imperio que se sobrevivía a sí mismo. De la misma forma, los francos de Dagoberto solicitados por Sisenando venían debatiéndose en una serie inextricable de reyertas y contiendas, y no podían aspirar sino a obtener un rico botín como resultado de su intervención en el Sur.
Sin embargo la situación de los musulmanes era muy diferente. En el curso de tres cuartos de siglo los árabes habían forjado un gran imperio que iba desde la India hasta el Océano Atlántico, imperio que estaba aún en período de expansión y que acababa de conquistar el Marruecos de hoy.
No obstante lo anterior, les habría sido sumamente difícil cruzar el Estrecho de Gibraltar y emprender la invasión de España de haber hallado en ésta un reino dispuesto a defenderse. Pero hubo de mediar el despecho del clan derrotado para cometer la inmensa locura de abrir las puertas de la Península a unas gentes que desde la remota Arabia, al conjuro, tanto de una fe, como de un apetito insaciable de conquista se hallaban al otro lado del Estrecho, ebrios aún de triunfos y nunca ahítos de botín.
Si al solicitar la ayuda de los musulmanes los vitizanos pensaron que se repetiría lo ocurrido en los días de Sisenando, es evidente que se equivocaron, y es preciso calificar el hecho de error porque es difícil imaginar que su odio les moviera a preferir la entrega del reino a los musulmanes antes que aceptar el señorío de Rodrigo. Sin embargo, los hombres han arriesgado al correr de la historia jugadas insensatas que han cambiado a veces el curso no sólo de su propia vida, sino la del pueblo al que pertenecían, y este fue el caso de los vitizanos.
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(1) SÁNCHEZ ALBORNOZ, Claudio: “Orígenes de la Nación Española, El Reino de Asturias”, Ed SARPE, Madrid, 1985, pp.155 a 158..
(2) Ibidem, p. 82.
Antonio Serra
9 agosto 2014
Desde luego, existía una tradición en el mundo godo de levantamientos apoyados por grupos locales,en especial en la Tarraconense con apoyo de mercenarios francos y vascones. Cabe recordar como los Banu Casi son descendientes de un conde godo a su vez emparentado con jefes vascones. Se puede hablar de los clanes de la Tarraconense , de los que una muestra fue el mismo Wilfredo el Velloso. Y también puede que lo sea el Jordi Pujol.