Por G.B. D. Agustín Alcázar Segura (R).
La campaña del año 1522 se inició por iniciativa del bando imperial, cuando el general Próspero Colonna procedió a asediar la fortaleza de Milán, en manos francesas.
Francisco I no podía consentir en perder el ducado de Milán, de modo que constituyó un ejército integrado por tropas francesas, suizas y venecianas, al mando del general Lautrec, el cual se dirigió hacia Milán con el propósito de coger a Colonna entre dos fuegos: las fuerzas de la fortaleza y las suyas propias.
A esta maniobra respondió el marqués de Pescara acudiendo en ayuda de Colonna, lo que obligó al francés a retirarse sobre Novara para, a continuación, poner sitio a Pavía defendida por el español Antonio de Leiva.
Ahora fue Colonna el que acudió en ayuda de Pavía, lo que decidió a Lautrec a presentar batalla en campo abierto. Ésta se desarrolló en torno a una pequeña fortificación (en italiano bicocca) que se encontraba a poca distancia al norte de los muros de Milán (actualmente le da nombre a un barrio de esa ciudad) el 27 de Abril de 1522.
La superioridad numérica favorecía a los franceses, de modo que Colonna adoptó un despliegue que le permitiera aprovechar el conjunto de canales que surcaban la zona y que constituían por si mismos excelentes líneas de defensa:
- En la espesura de un bosque, situado en las inmediaciones de la probable dirección de progresión enemiga, posicionó a los arcabuceros españoles.
- Los piqueros españoles y los lansquenetes alemanes formaron un cuadro para contrarrestar a la potente infantería suiza y a la caballería francesa.
- La caballería imperial se mantuvo en reserva, a retaguardia del despliegue.
- Un destacamento ocupó un puente situado a retaguardia, a fin de prevenir un posible envolvimiento enemigo.
La batalla se inició con el avance de los suizos, pero fue frenado por los arcabuceros españoles que, desde el bosque donde estaban ocultos, hicieron una espantosa carnicería. A continuación, los cuadros de piqueros españoles y de lansquenetes alemanes, realizaron un contraataque que contribuyó a desorganizar totalmente a sus rivales.
En este momento, la caballería francesa desbordando a los lansquenetes, que defendía el acceso a un puente que daba paso a la zona de canales, penetró en la misma. Recuperados los alemanes, cerraron el acceso y dejaron con ello atrapada a la caballería francesa dentro del parque de la Bicocca, que fue batida por los fuegos de los alemanes, de las fuerzas españolas de Antonio de Leiva y de la caballería imperial que había acudido para contribuir al desenlace de la batalla.
Ante el número de bajas francesas, que superaban los 3.000 muertos, Lautrec dio la orden de repliegue. Disensiones entre los lansquenetes imperiales salvaron a Lautrec del total desastre, y pudo refugiarse en Lodi, (al Sureste de Milán, a medio camino entre ésta y Cremona), de donde fue posteriormente expulsado por el marqués de Pescara. Por su parte, Colonna se apoderó de las ciudades de Cremona y de Génova.
El ejército francés se retiró a sus bases nacionales, dejando atrás las ciudadelas de Cremona y de Milán que aún resistían al esfuerzo militar del Imperio.
Así terminó, con total victoria imperial, la tercera campaña entre Francisco I y Carlos I. La batalla de Bicocca tiene una importancia extraordinaria en la historia del arte militar por cuanto en ella se puso de manifiesto la superioridad de las armas de fuego portátiles sobre las tradicionales formaciones de piqueros suizos que hasta entonces había dominado los campos de batalla europeos. Bicocca, junto a la posterior de Pavía, evidenció que la época de la pica y de la caballería pesada había llegado a su fin, dejando paso a las armas de fuego.
Así mismo, a partir de entonces, el diccionario español se enriquecería con una nueva palabra: “bicoca”, como símbolo de una victoria fácil.
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