Luis González Francisco.
Los dramáticos acontecimientos que ocurrieron el pasado día 26 en Francia, Túnez y Kuwait cuya única conexión parece ser la fecha y, una vez más, la elevada inspiración radical de sus autores tuvieron gran repercusión, especialmente los dos primeros, en todos los medios de comunicación en general y en los occidentales en particular, circunstancia que sin duda será aprovechada en su propio beneficio por los efectivos aparatos propagandísticos de las organizaciones terroristas de inspiración yihadista.
En el Informe 2014/2015 elaborado por Amnistía Internacional bajo el título “La situación de los derechos humanos en el mundo” se afirmaba:
“A diferencia de muchos grupos que perpetraban homicidios ilegítimos pero intentaban mantenerlos en secreto, el Estado Islámico aireaba sus brutales acciones sin reservas. Se aseguraba de tener a mano a sus propios cámaras para filmar algunos de sus actos más atroces, incluida la decapitación de periodistas, cooperantes y soldados libaneses e iraquíes capturados. Luego divulgaba la carnicería en vídeos desagradablemente macabros, pero de cuidada realización, que subía a Internet para hacer propaganda, negociar intercambios de rehenes y reclutar a combatientes”. [1]
En el siglo XI de nuestra era el general mongol Temujin fomentó la estrategia de minar la moral de las fuerzas enemigas mediante la difusión de rumores, muchas veces infundados, sobre las capacidades de sus propios ejércitos. Temujin pasaría posteriormente a la historia como Genghis Khan [2]. Ya por aquel entonces, se estaba poniendo en práctica la estrategia de Psychological Warfare o “Guerra psicológica”, en concreto aplicando lo que, con el devenir de los tiempos, vendría en llamarse “propaganda de guerra”. Esta fue definida W. E. Daugherty como “Uso planificado de propaganda y otras acciones orientadas a generar opiniones, emociones, actitudes y comportamientos en grupos extranjeros, enemigos, neutrales y amigos, de tal modo que apoyen el cumplimiento de fines y objetivos nacionales” [3]
La propaganda fue usada a lo largo de la historia por colectivos de todo tipo, religiosos, políticos, económicos por los propios Estados así como por organizaciones insurgentes y, cómo no, también por organizaciones terroristas. Entre estas últimas es significativo el uso que hacen de la misma los grupos yihadistas que, con el avance de las tecnologías, han hecho de esta otro frente de combate ya que actúa simultáneamente en tres ámbitos que se complementan: inflige temor a sus enemigos, genera moral entre sus seguidores y favorece que su causa sea percibida como atractiva lo que le permite la adquisición de nuevos recursos y militantes. El revolucionario italiano Carlo Pisacane defendía en el siglo XIX la difusión de “la propaganda por el hecho”, planteamiento que desde el instante mismo de su creación ha sido puesto en práctica por distintas organizaciones terroristas con inspiraciones de lo más heterogéneas.
Esta máxima se sustanció, una vez más, por la vía de los hechos en los atentados que tuvieron lugar el día 26 en Francia y Túnez ataques aislados entre si y en los que existen una serie de características comunes como que los objetivos elegidos fueron soft targets o “blancos de circunstancias” es decir personas con escasa o nula capacidad de defenderse y en lugares cuyo acceso no presentaba una gran complejidad técnica, sus autores tenían como característica principal un elevado componente de violencia y parecían ser conscientes del altavoz que supondría el golpear a objetivos occidentales en el extranjero como en el caso de Túnez o directamente sobre el terreno como en Francia. Ambos hechos también comparten la cualidad de que los individuos que los ejecutaron efectuaron un proceso interno de radicalización para el que no es condición sine qua none el contacto personal con otros individuos sino que el material necesario está disponible simplemente a través de una conexión de Internet.
En base a ello, tampoco es ninguna novedad, sobre todo desde la perspectiva de Al Qaeda y de Daesh, que estas organizaciones traten de inducir a individuos aislados o en reducidos grupos a realizar ataques denominados como Lone Jihad contra lo que consideran el enemigo lejano personalizado en Estados Unidos, Israel y el Reino Unido principalmente haciéndolo extensivo a Francia y al resto de países Occidentales.
Teniendo en cuenta el ingente volumen de la propaganda distribuida por las eficaces productoras Al Malahem Media de Al Qaeda y en mayor medida la más conocida, aunque ni mucho menos la única, Al Hayat Media Center de Daesh, responsable de la difusión de diferentes “productos” en forma de documentos y mensajes de audio y video, se puede establecer que, posiblemente no en la cantidad deseada por sus creadores, pero que esta va dando sus frutos en la medida que contribuyen sobre todo en la radicalización del público que orienta sus preferencias hacia el yihadismo. Es poco probable que se sepa en qué medida influyeron estos materiales, si es que fueron estos en concreto, en la radicalización de estos individuos, de lo que queda pocas dudas es de que contribuyen, unido a otro tipo de productos propagandísticos, a magnificar el atractivo de la causa yihadista con la consiguiente incorporación de nuevos miembros independiente del nivel de compromiso que quieran adquirir respecto a su militancia.
Aunque pueda parecer lo contrario, este despliegue propagandístico como factor de inducción para la comisión de atentados, objetivamente no parece haber cosechado grandes éxitos. Es evidente que estos ataques, y otros similares en el pasado han producido un número terrible de víctimas inocentes. La pérdida violenta de una sola vida humana a manos de otra persona es por sí misma, al menos en el plano teórico, una muestra del fracaso colectivo de una sociedad entera que no ha sabido dotarse de los medios necesarios, no los ha usado convenientemente o no ha sido capaz de integrar en su seno a individuos capaces de realizar este tipo de acciones.
Desgraciadamente la realidad es bien distinta. Este tipo de individuos existen y a ellos va dirigido el bombardeo propagandístico de las organizaciones yihadistas que además de los anteriormente citados, cuentan con la ventaja del ciberespacio. En este caso la propaganda ya no tiene que ir a buscar a un eventual consumidor de la misma sino que el individuo receptivo a ese tipo de mensajes tiene facilidad para acceder a los canales que le lleven a la misma, es decir, en este caso es el consumidor el que va a buscar la publicidad.
Realizando una visión global del conjunto y pese a que lo dramático de los escenarios puede inducir a tener una visión distorsionada de los mismos, la propaganda yihadista no parece haber conseguido sus objetivos, al menos en la medida en que los plantea, si bien ha cosechado algunos macabros “éxitos”. El llamamiento de de forma machacona lleva realizando durante años Al Qaeda a través del magazine INSPIRE a cometer acciones en países occidentales apenas ha llegado a unos pocos oídos receptivos, con consecuencias dramáticas eso sí, pero objetivamente limitadas si se comparan con las intenciones de sus instigadores.
Los manuales para la fabricación de explosivos que distribuye Al Qaeda a través de su magazine INSPIRE, exceptuando que pudieran servir de inspiración a los hermanos Tsarnaev en los atentados de Boston no parecen haber ido más allá. Otro tanto ocurrió con un documento para la realización de sabotajes titulado Lone Mujahid Pocketbook (4), pese a que esta práctica pudiera servir de modelo de iniciación de individuos en proceso de radicalización práctica que dudasen, por falta de medios, capacidad o por una suma de ambas, en acometer acciones de mayor calado. Con toda seguridad habrá sido objeto de miles o incluso decenas de miles de descargas pero sin haber obtenido, hasta la fecha al menos resultados tangibles.
Las continuas llamadas a los Lone Mujahid no han pasado al plano práctico traduciéndose en una especie de “lobos del yihad” que lleva a cabo furibundos ataques individuales de manera diseminada por la tierra de los enemigos del Islam, pese a que en esta residen millones de individuos que pueden ser potenciales perceptores de este mensaje. Por el contrario sólo ha habido, aunque con dramáticas consecuencias, unos pocos ataques de este tipo. Al contrario que las células que atentaron en Nueva York o Madrid, estos han sido protagonizados por individuos cuya característica más destacada era su radicalismo y su atracción por la violencia, peculiaridades estas últimas que distan mucho de ser patrimonio exclusivo de los yihadistas y que se pueden apreciar con relativa frecuencia por ejemplo en individuos que provocan tiroteos, e incluso verdaderas masacres en ciudades de Estados Unidos como en el dramático y reciente caso de Charleston, o de otros países que no destacan precisamente por su devoción islámica. Es más, a los autores de los mismos se le presupone casi de manera inmediata algún tipo de alteración psíquica hecho que no ocurre cuando la acción tiene motivaciones yihadistas.
Paradójicamente, pese su relativamente poco éxito en la consecución de objetivos materiales, la eficacia, y aquí se incluyen todos los formatos utilizados, de la propaganda yihadista en su deseo de la intimidación del enemigo, entendiendo este como el conjunto de la sociedad occidental al que van dirigidos sobre todo las producciones de cualquier formato realizadas principalmente en lengua inglesa, aunque también en francés, alemán o ruso.
Es en este punto donde es exigible con más fuerza que el conjunto de la sociedad interiorice la necesidad de realizar un ejercicio colectivo de madurez para contrarrestar los efectos secundarios de esta propaganda. El miedo en sí mismo no es intrínsecamente malo, hace que todo el conjunto del organismo adopte una actitud defensiva ante una posible agresión exógena, incluso podrá decirse que la precaución no es otra cosa que las pulsiones del miedo pero bajo control el individuo. Otra cosa distinta es el pánico, este lleva a conducirse por medio de impulsos irracionales con resultados cuyas consecuencias son difícilmente previsibles. Este el estado que busca crear en un sociedad todo este aparato propagandístico y es precisamente el objetivo a combatir, no únicamente por fuerzas policiales, militares o servicios de inteligencia que ya lo hacen de manera intensa, notable e ininterrumpida, sino por todos y cada uno de los individuos que conforman las sociedades.
Pocos días antes de los atentados de París del mes de enero de este año, Bernard Cazeneuve, ministro galo de Interior declaraba:”El miedo es el objetivo de los terroristas, el arrebato y el nerviosismo sería para ellos la primera victoria”. Tener presente este principio es muy importante para que, de cara al futuro, el potencial peligro que encierran las distintas propagandas yihadistas, al menos en su faceta de aterrorizar a una grupo de población considerable, quede posiblemente no neutralizada, al menos en el corto y medio plazo, pero si por lo menos contenida. Si se consiguiese alcanzar este punto, sin desdeñar el absoluto el riesgo que implica la solo difusión de este tipo de materiales, máxime cuando cuenta con tremendos antecedentes, al menos su incidencia sí que quedaría notablemente minimizada.
Shashank Joshi, Investigador del Royal United Services Institute afirmaba “ninguna agencia de Occidente tiene facultades legales ni recursos para llevar a cabo vigilancia intrusiva y constante de miles de ciudadanos que no han sido acusados de ningún delito” , es decir una vez más se pone de manifiesto el axioma de que la seguridad perfecta no existe y de que por mucho nivel de recursos materiales, técnicos y sobre todo humanos que posean los servicios de seguridad la aparición de fallos en el sistema es una realidad con la que había que convivir en el pasado, en el presente y casi con toda seguridad en el futuro.
Hermann Hesse decía: “Cuando se teme a alguien es porque a ese alguien le hemos concedido poder sobre nosotros”. Por todo ello, es en ese hipotético futuro cuando quedará matizado si unos delincuentes con escasa preparación y cuya cualidad principal es un fanatismo absoluto, son capaces de mantener en shock a las sociedades occidentales que cuentan sus componentes en varios millones de personas o si esta toma conciencia de que, si bien la neutralización o la derrota del yihadismo es un objetivo destinado a los distintos cuerpos de seguridad, el ofrecer un nivel de vulnerabilidad lo más bajo posible a sus mensajes, el mantener la frialdad aún en circunstancias de gran tensión, y el hecho de interiorizar que los terroristas, por mucho que avancen en su crueldad, jamás conseguirán los recursos necesarios para someter al conjunto de la sociedad. Si se aplican estos puntos en el marco de un gran ejercicio colectivo, será en ese momento cuando se habrá llegado a un punto de inflexión que desembocará, con toda seguridad en la derrota definitiva del terrorismo.
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Bibliografía.
(1).-Amnistía Internacional, “Informe 2014/2015. La situación de los derechos humanos en el mundo”. 24 de febrero de 2015. https://www.amnesty.org/es/documents/document/?indexNumber=pol10%2f0001%2f2015&language=es.
(2).- VV.AA. “La Guerra Psicológica contemporánea conceptos esenciales y características” Revista de Humanidades Médicas, v.9, nº2, mayo-agosto 2009. http://scielo.sld.cu/scielo.php?pid=S1727-81202009000200012&script=sci_arttext
(3).- CURROS, Oscar y LEITE, Nuno. “La propaganda de guerra” http://www.ati.es/spip.php?article161).
(4).- Lone Mujahid pocketbook. https://azelin.files.wordpress.com/2013/03/al-qc481_idah-in-the-arabian-peninsula-22the-lone-mujc481hid-pocketbook22.pdf
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