El grito de Dolores

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GB. Agustín Alcázar Segura (R).

Al conocerse en México el inicio de nuestra Guerra de la Independencia, se constituyó, al igual que en otras zonas de España, una Junta que, después de diversos avatares, acabó presidida por D. Francisco Javier de Lizana y Beaumont, arzobispo de México (Julio de 1809).

No tenemos noticia exacta de cómo se inició la connivencia entre los dos grandes protagonistas iniciales del movimiento independentista: Hidalgo y Morelos, pero es posible que desde finales de 1808 o principios de 1809, se cartearan frecuentemente, e incluso, que se hubieran entrevistado personalmente.

Con los comienzos de 1810, Hidalgo y Allende[1] consideran que la situación de España les ofrecía una excelente oportunidad para iniciar el proceso de independencia. La excusa sería el peligro de caer en manos de los franceses, que desaparecería al emancipar la colonia temporalmente, con la aparente resolución de entregarla a Fernando VII cuando finalizara la invasión napoleónica[2].

A tal fin, marcharon a Querétaro (200 km al noroeste de Ciudad de México) antes de finalizar el mes de Febrero, donde se entrevistaron con personalidades locales con las que acordaron formular un plan revolucionario[3] mediante el cual se designaba un gobierno que lo ejercería en nombre de Fernando VII y en el que las relaciones de sumisión y obediencia a España debían quedar plenamente derogadas, manteniéndose en el grado que se tuviese por oportuno e indicasen las circunstancias de fraternidad y armonía.

Las autoridades comenzaron a sospechar y adoptaron disposiciones para detener a los confabulados. Cuando se iniciaron las primeras detenciones, Hidalgo y Allende se encontraban en Dolores, y sin pensar en escapar se lanzaron a dar el paso decisivo.

Al amanecer del 16 de Septiembre de 1810, Hidalgo y Allende hicieron sonar las campanas antes que de costumbre, con lo que se reunió casi todo el pueblo para escuchar al cura que les llamaba a la rebelión.

A las once de la mañana se había formado una columna de unos 800 hombres para marchar sobre San Miguel (50 km al noroeste de Querétaro). Al llegar a esta localidad, Hidalgo tomó un cuadro de la virgen de Guadalupe y, quitándole el marco, lo puso en un asta a modo de estandarte. Esta medida tuvo la virtud de unir en un mismo símbolo, lo político, lo religioso y lo racial, ya que dicha virgen era considerada como india.

En San Miguel se les unió la mayor parte del pueblo y los soldados del Regimiento de la Reina, de guarnición en la plaza, al grito de ¡viva Fernando VII! ¡Viva Hidalgo, Allende y Aldama[4] y mueran los gachupines! Aquel gentío, que se había desplazado sin ningún tipo de organización logística, no tuvo ningún escrúpulo en saquear las tiendas de los españoles, a los cuales se había encarcelado previamente. Posteriormente se procedió a organizar militarmente la masa de hombres reunidos, estableciéndose una especie de separación de poderes entre Hidalgo y Allende, quedando el primero como caudillo y autoridad moral de la revolución, mientras el segundo se encargaría de la organización de las tropas y los planes de campaña.

Comenzaba así la guerra de independencia mexicana, que puede dividirse en dos partes bien diferenciadas. La primera, denominada “insurgente”, discurre entre 1810 y 1815 y está liderada, primero por Hidalgo, y desaparecido éste, por Morelos. La segunda, llamada “nacional”, lo hace entre 1819 y 1821 y está liderada por el brigadier Itúrbide. Entre ambas se produce un período de relativa tranquilidad, solo perturbado por la insurrección del guerrillero español Francisco Javier Mina.

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[1] Vecino de la ciudad de San Miguel y capitán del Regimiento provincial de la Reina.

[2] EDO, Concha: Hidalgo y Morelos. Ed. Círculo de amigos de la historia. Madrid, 1976. p, 33.

[3] Ibidem, p. 34.

[4] Abogado al que se confirió el grado de mariscal de campo. Arrestado en Béjar, fue ajusticiado en 1811.


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