Por D. Juan del Río Martín.
La España imperial se constituyó, fundamentalmente, con los territorios europeos y americanos, y se completaron con una serie de plazas costeras en el continente africano, las Islas Filipinas en Asia y una parte significativa de la Micronesia en Oceanía[1], haciendo cierto el que “en el Imperio español no se ponía el sol”.
De todos estos territorios existe memoria histórica y una consciencia más o menos grande entre la población española, pero de nuestra presencia en Oceanía este conocimiento es prácticamente testimonial y casi reservado a un círculo reducido de eruditos.
Pero la realidad fue que durante 378 años, desde 1521 en que Magallanes descubrió las Islas Marianas, hasta 1899, fecha en la que España las cedió al Imperio alemán, existieron una serie de archipiélagos que estaban bajo la soberanía española: Marianas, Palos, Carolinas y Marshall.
Todos ellos forman parte de lo que modernamente se denomina Micronesia, región del Océano Pacífico Oeste que forma parte de Oceanía y constituida por cientos de pequeñas islas, modernamente divididas en ocho territorios: Wake, Guam, Islas Marianas del Norte, Parlaos, Estados Federados de Micronesia, Islas Marshall, Nauru y Kiribati.
No obstante, esta es la división administrativa actual, ya que en el siglo XVII se dio el nombre de Carolinas no solo a los actuales Estados Federados de de Micronesia, sino a las actuales Islas: Palos, Marshall y Gilbert.
El escaso potencial demográfico[2], económico y militar de España, así como el intenso polo de atracción que supuso el continente americano, hizo que nuestra presencia en Asia y África fuera muy escasa, como lo demuestra el hecho de que, en la segunda mitad del siglo XIX había en Filipinas 4.050 peninsulares. De ellos unos 1.200 eran funcionarios, 500 sacerdotes, 200 terratenientes y 70 comerciantes. En muy pocos de los 1.400 municipios residían peninsulares, ya que casi todos estaban concentrados en Manila, Cebú y otras importantes ciudades. Si descontamos los sacerdotes pertenecientes a órdenes religiosas dedicadas a la enseñanza, en el setenta por ciento de los pueblos el cura era nativo. Estos datos aplicables al Ejército, la Guardia Civil y a sus mandos, de capitanes para abajo, nos dan una idea de la total integración de Filipinas en el contexto de España.
Pues bien, si estos datos se refieren al archipiélago de Filipinas, próximo al continente y dentro de las rutas comerciales, podemos deducir que la presencia física de españoles en las islas de Oceanía era nula en la inmensa mayoría de ellas y puramente testimonial en las restantes, lo que provocó que tanto Alemania como Inglaterra, declarasen expresamente en 1875 al gobierno español que no reconocían la soberanía de España sobre dichas islas, especificando que lo que daba origen a la soberanía sobre un territorio era la ocupación efectiva del mismo, y esta ocupación nunca se había efectuado por parte de España respecto a las Carolinas.
En este contexto hay que integrar la denominada Crisis de las Carolinas, incidente diplomático que enfrentó al gobierno de Alfonso XII (Cánovas del Castillo) con el gabinete de Guillermo I (Bismarck) por la posesión de las hispanas islas Carolinas y Palaos, al considerar Alemania a estos dos archipiélagos carentes de propietario, habiendo procedido el 25 de Abril de 1885 el cañonero Iltis a proclamar el protectorado alemán sobre dichos archipiélagos.
No obstante, el Imperio dio explicaciones y desautorizó la acción de su cañonero. Ese litigio quedó solventado por el arbitraje del Pontífice León XIII quien, en su Laudo Pontificio del 22 de Octubre de 1885, concedía la razón a España, ratificándose lo anterior por el Protocolo de Roma (17 de Diciembre de 1885) que otorgaba al Imperio Alemán derechos preferenciales de bandera y el establecimiento en aquellas islas de dos estaciones navales para carboneo y aguada.
La situación de las Islas Marianas y Carolinas se consideró, en otros tiempos, como privilegiada. Magallanes, al hacer su primera travesía desde el Nuevo al Antiguo Mundo, repuso allí sus provisiones. Después, en las sucesivas navegaciones, se hizo preceptiva la detención en este grupo, que se convirtió en el eslabón necesario para encadenar, a través del Pacífico, las nuevas Indias Occidentales con el viejo Oriente. De este modo, las citadas islas fueron la escala única y constante para los buques que durante tres siglos mantuvieron exclusivamente el comercio entre las colonias occidentales y Europa, la China y Filipinas. Durante aquel período no hubo otro refugio ni esperanza en la larga navegación que las Marianas y Carolinas; era imprescindible tocar en estos puertos en el trayecto de la una a la otra costa.
En el transcurso del siglo XIX se fueron olvidando los navegantes en sus singladuras, de recalar en estas islas, como consecuencia de los trastornos ocurridos en el Viejo y el Nuevo Continente. Lo que ayer eran colonias españolas se convirtieron en independientes naciones, finalizando así con el monopolio mercantil de la Compañía de Filipinas.
De esta manera, al desarrollarse el comercio libre entre los nuevos Estados americanos y la China, considerados como enemigos nuestros aquellas nuevas naciones y no pudiendo arribar sus velas a nuestras islas del Pacífico, se perdió el hábito de esta escala, antes ineludible, languideciendo de esta forma la vida de aquellos territorios[3].
El fin de la presencia española en Oceanía se produjo como consecuencia de la derrota española en la guerra contra los Estados Unidos (1898), que puso fin a nuestro Imperio colonial, cediendo la soberanía de los territorios a los que nos referimos, excepto la Isla de Guam[4], a Alemania, a cambio de una indemnización pecuniaria de 25.000.000 de pesetas.
Además de estos archipiélagos, existen otras pequeñas islas descubiertas, en 1537, por Hernando de Grijalva, que nunca se consideraron incluidos en ninguna de las agrupaciones de las Carolinas. Estos archipiélagos fueron los denominados Grupo de Uluthi o Makenzie, Os-Guedes, Coroa, Pescadores y O-Acea. Constituían por su situación una ubicación independiente y, en consecuencia, no estaban adscritas a los preceptos de enajenación citados en el párrafo anterior, pero sí dentro de los meridianos y paralelos que cita el artículo 2.° del Protocolo de Roma (17 de Diciembre de 1885) y, por tanto, declarados solemnemente de soberanía española, sin haber sido objeto después de operación alguna de cesión o transacción por parte de España, única jurisdicción y poder soberano de los señalados grupos de islas.
[1] Oceanía es un continente insular de la Tierra constituido por la plataforma continental de Australia, las islas de Nueva Guinea y NUeva Zelanda, y los archipiélagos coralinos y volcánicos de Micronesia, Polinesia y Melanesia. Todas estas islas están distribuidas por el Océano Pacífico. Con una extensión de 9.008.458 km², se trata del continente más pequeño del planeta.
[2] España en el siglo XVI apenas sobrepasaba los ocho millones de habitantes.
[3] PASTOR Y SANTOS, E.: Territorios de soberanía española en Oceanía. Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Instituto de Estudios Africanos. Madrid, 1950. pp 27 y 28.
[4] La Isla de Guam fue cedida a los Estados Unidos.
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