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El 11-S y la Guerra contra el Terror: Año 14

El 11-S y la Guerra contra el Terror: Año 14

Soldado estadounidense en el monumento a las víctimas del 11-S

Franciso Bolumar Montero.

Hace justo 14 años, el 11 de septiembre del 2001, Estados Unidos amaneció con el primer ataque en suelo estadounidense desde el bombardeo japonés de Pearl Harbor, Hawai, el 7 de diciembre de 1941. El ataque supuso un momento decisivo en la historia de la humanidad, cuyas consecuencias siguen haciéndose sentir más de una década después.

En una soleada mañana de septiembre de 2001, terroristas yihadistas pertenecientes a la organización terrorista Al-Qaeda secuestraron cuatro aviones estadounidenses y llevaron a cabo un ataque suicida coordinado. Dos de los aviones impactaron contra las Torres Gemelas, los emblemáticos rascacielos del World Trade Center de Nueva York, y otro contra el Pentágono en Washington DC, matando a todas las personas a bordo de los aparatos así como a casi 3.000 personas en el terreno. Un cuarto avión se estrelló en un terreno en Pensilvania después de que los pasajeros, en una acción heroica, tratasen de recuperar el control del aparato.

La Guerra en Afganistán
El 11-S pasará a la historia como el momento que definió el inicio del nuevo milenio y sus consecuencias se siguen sintiendo más de una década después. La solidaridad internacional con el pueblo estadounidense no se hizo esperar. El 12 de septiembre, el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas aprobó la resolución 1368 (2001) en la que se hacía “un llamamiento a todos los Estados para que trabajen juntos para llevar a los responsables, organizadores y patrocinadores de estos ataques terroristas ante la justicia” y estresaba que “aquellos responsables de ayudar, apoyar o amparar a los responsables, organizadores y patrocinadores de estos actos deberán rendir cuentas”. Además, en una reunión extraordinaria, la OTAN decidió, por primera vez en su historia, la aplicación del artículo 5 de su Tratado fundacional según el cual un ataque contra un miembro de la alianza atlántica será considerado como un ataque contra todos los miembros y, como tal, usarán los medios necesarios para asegurar su derecho a legítima defensa.

Ante esta situación, Estados Unidos logró la inmediata creación de una coalición internacional para atacar al régimen Talibán en Afganistán por dar cobijo y protección a Osama Bin-Laden y al resto de los organizadores del 11-S pertenecientes a la organización terrorista Al-Qaeda. El mundo estaba ante el inicio de la Guerra contra el Terror.

El Eje del Mal
Cuatro meses después del inicio de la guerra en Afganistán, el 29 de enero de 2002, el Presidente de EEUU, George W. Bush presentó, durante el discurso sobe el Estado de la Unión, los objetivos clave que su Administración perseguiría en su lucha contra la amenaza yihadista. Primero, destruir las estructuras y redes terroristas existentes con la finalidad de impedir que otro ataque como ese pudiese volver a ocurrir. Segundo, evitar que regímenes que apoyan el terrorismo pudieran adquirir armas nucleares, con mención expresa a Irán, Irak y Corea del Norte a los que el Presidente de Estados Unidos se refirió como miembros de un “eje del mal”. Los objetivos plasmados por el Presidente en su discurso quedaron reflejados en la Estrategia de Seguridad Nacional del 2002, en la que se establecía el derecho de EEUU a emplear la fuerza de manera preventiva como una forma de defenderse de posibles ataques en el futuro.

La Guerra de Irak
En este contexto, el régimen iraquí de Saddam Hussein se negó a cumplir con las obligaciones internacionales que le había impuesto, tras su derrota durante la Guerra del Golfo en 1991, la resolución del Consejo de Seguridad de la ONU 687 (1991) y que incluía la obligación de aceptar inspecciones por parte de la Agencia Internacional de la Energía Atómica (IAEA por sus siglas en inglés). Ante el reiterado incumplimiento de sus obligaciones internacionales por parte de Irak, incluyendo la expulsión de los inspectores atómicos, Estados Unidos, Reino Unido y España presentaron una resolución ante el Consejo de Seguridad de la ONU que incluía una mención al posible uso de la fuerza aunque posteriormente fue retirada ante la seguridad del veto ruso y posiblemente francés. Sin embargo, la resolución 687 (1991) establecía en su último punto que el Consejo de Seguridad había decidido “seguir considerando esta cuestión y adoptar las medidas ulteriores que sean necesarias para la aplicación de la presente resolución”. Esta frase fue interpretada por Estados Unidos y sus aliados como una carta blanca que permitiría el uso de la fuerza en caso de que Irak no cumpliese con sus obligaciones.

La guerra de Irak, igual que la de Afganistán, tenía, no obstante, un objetivo subyacente: el cambio de régimen y la democratización del país. Esta política democratizadora se debía a dos razones fundamentales. En primer lugar, en una democracia los ciudadanos tienen vías alternativas y pacíficas para canalizar sus frustraciones reduciendo, así, la necesidad de emplear la violencia. Además, en el campo teórico de las relaciones internacionales, existe la llamada teoría de la “paz democrática” según la cual las democracias liberales nunca han luchado una guerra entre ellas. Por tanto, lograr la democratización de Afganistán y de Irak supondría una clara victoria para la Administración estadounidense.

La Guerra de Irak y el nacimiento de Daesh
En su afán democratizador, Estados Unidos llevó a cabo un proceso de disolución del partido político de Saddam Hussein, el partido Baathista, y una purga de sus miembros en todas las estructuras del estado, en un proceso que se basó en el infructuoso intento alemán de desnazificación de sus instituciones públicas. Este proceso, que incluyó la disolución de las Fuerzas Armadas iraquíes, es, quizás, uno de los mayores errores cometidos por EEUU pues implicó el colapso de las instituciones y estructuras del Estado iraquí. Además, los suníes que, debido a la purga, habían perdido su trabajo veían con recelo al nuevo gobierno iraquí ya que su primer ministro, Nouri Al-Maliki, así como la mayoría de los nuevos cargos políticos eran chiíes.

En este contexto, los antiguos miembros suníes del partido Baathista comenzaron a radicalizarse, desencadenando una oleada de violencia sectaria que puso a las Fuerzas Armadas estadounidenses y aliadas contra las cuerdas. Al mismo tiempo, una nueva organización yihadista, que contaba con el apoyo de antiguos miembros de las disueltas Fuerzas Armadas, comenzó a aparecer bajo el liderazgo de Musab Al-Zarqawi, líder de Al-Qaeda en Iraq y fallecido en una ataque de EEUU en junio de 2006. Esta organización continuó sirviendo de paraguas a numerosas organizaciones yihadistas que actuaban en Irak contra la coalición internacional y la población chíi hasta el estallido de la Primavera Árabe. Con el inicio de la guerra civil en Siria, el autodenominado Estado Islámico de Irak creó una filial en Siria llamada el Frente Al-Nusra pero tensiones entre ambas llevaron a la ruptura de las relaciones entre el Estado Islámico de Iraq y Al-Qaeda y condujo al nacimiento del autodenominado Estado Islámico de Iraq y Siria (Daesh en árabe).

Resultados de la Guerra Contra el Terror
La guerra contra el terror, que ha implicado no sólo las guerras en Afganistán e Iraq sino, también, la eliminación por parte de la comunidad internacional de redes de captación, financiación y entrenamiento de terroristas así como la captura de células ya constituidas y preparadas para atentar, ha dejado a la organización que planeó los atentados del 11-S muy debilitada.

Sin embargo, la amenaza yihadista no se ha reducido pues otras organizaciones como Daesh o Boko Haram han ocupado su lugar y han logrado continuar sembrando el pánico en Occidente mediante ataques puntuales en Bruselas, Copenhague o París. Además, esta organización ha logrado ocupar una parte importante del territorio de Siria e Iraq, algo que nunca estuvo entre los objetivos de Al-Qaeda. A pesar de la los continuos bombardeos aéreos por parte de la coalición internacional y la resistencia de los peshmergas kurdos, empiezan a surgir voces que piden una intervención militar terrestre como la única forma de luchar de manera efectiva contra Daesh. ¿Está Occidente encaminándose a nueva guerra en Oriente Próximo?


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