Por D. Francisco Jiménez Moyano.
El sábado 30 de marzo, Corea del Norte declaró que se encontraba en estado de guerra con Corea del Sur. El nuevo presidente Kim Jong-un ha declarado que se trata de «una batalla final a vida o muerte» que, ante «la menor provocación, actuará de forma inmediata » con un «ataque nuclear sin piedad», una «guerra sin cuartel», «una guerra nuclear», una guerra relámpago con una única ofensiva.
Soy de la opinión que tras la II Guerra del Golfo (1990-91), para las potencias medias y menores, que puedan ser enemigos de los Estados Unidos, incluso de Occidente, el choque convencional quedó descartado. La única solución es el uso de las armas nucleares, o el conflicto asimétrico.
El hipotético enfrentamiento basado en la capacidad disuasoria de las armas nucleares por parte de una potencia menor, tiene un desarrollo limitado pues no se alcanza el umbral de la destrucción mutua asegurada como ocurría en la Guerra Fría. Es decir, no se puede llegar a un punto de equilibrio y no es posible la negociación o el acuerdo entre iguales.
La estrategia de la potencia menor dotada de armas nucleares tiene que ser obligadamente defensiva y orientada a su propia supervivencia, pues en el caso de una escalada en una crisis, si esta potencia nuclear menor responde ofensivamente, con un ataque nuclear, forzosamente limitado, solo puede tener asegurado, en buena lógica, su destrucción por las armas nucleares de la gran potencia adversaria.
No obstante la potencia menor alcanza, con la posesión de armas nucleares, un puesto internacional y una capacidad de proyección exterior de la que carece por sus recursos y potencialidades de todo tipo. Puede ser el caso de Corea del Norte y el un futuro el de Irán, y de otros países con aspiraciones nucleares como la Venezuela bolivariana.
Corea del Norte con sus lanzadores forzosamente ubicados en su pequeño territorio tiene considerables limitaciones para desarrollar una estrategia nuclear. Ésta solo puede ser defensiva. Le basta con exhibir su arsenal. Hacer ocasionalmente una demostración. Con ello adquiere cierto margen de maniobra en su zona de influencia. Asegura su existencia, en este caso del de un régimen caduco, un socialismo hereditario que tardará en marcharse por el sumidero de la historia lo que su chantaje nuclear perdure. Lleva razón Kim Jong-un cuando dice que está en «una batalla final a vida o muerte».
Corea del Norte pese a ser un país con grandes deficiencias de todo tipo, es una potencia menor gracias a sus armas nucleares, está dotada de una ejército de masas propio de la era industrial, pero solo le sirve para encuadrar y controlar a su propia población, mantener el orden y asegurar la presencia del poder del Estado en el territorio. Esta masa militar, aunque no debe ser menospreciada, no es rival para una colación con fuerzas armadas de la era de la información.
Si Hawai (EE.UU) es atacada con armamento nuclear por Corea del Norte, sería un error estratégico y psicológico, es muy posible que la opinión pública norteamericana aprobara sin dudas una respuesta definitiva. Incluso si fuera atacada Alaska (EE.UU.), Corea del Sur o Japón, la opinión mundial comprendería una respuesta similar. China y la Federación Rusa también verían que el régimen socialista norcoreano habría ido demasiado lejos.
¿Entonces en qué situación estamos después de que Corea del Norte se considere en situación de guerra contra Corea del Sur?
Kim Jong- un es un precario presidente de un régimen lamentable. Es el heredero del Kim Jong-il, su padre, el Querido Líder, que como en una tragedia tuvo que repudiar a su heredero Jong-nam por escandaloso, y a su segundo hijo, Kim Jong-chul, por afeminado.
Kim Jong-un carece de prestigio. Su imagen tuvo que ser rediseñada por el aparato de propaganda del régimen a toda velocidad. Pero si para las masas norcoreanas puede ser ya un líder, el «Brillante Camarada » o el «Joven General» y «Gran Sucesor», no lo parece entre la élite del partido. Sin hacer el servicio militar, fue promovido al generalato, colocado inicialmente como vicepresidente del Comité Central Militar del Partido, debe pasar más de un año para que asuma el poder completamente. Ha sido un año de tensiones, donde ha demostrado tener capacidad para situar seis kilotones a 6000 kilómetros, calculándose unas diez bombas.
A largo plazo la situación es igualmente precaria, incluso más complicada, pues Corea del Sur puede desarrollar, como Japón sus propias armas nucleares, lo que incomoda a China y a Estados Unidos. China no ha vetado las sanciones del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas sobre Corea del Norte tras el incumplimiento del tratado de pruebas nucleares. Rusia también ha condenado este incumplimiento.
Kim Jong-un necesita llamar la atención para reforzar su prestigio interno y su proyección regional desde el punto de vista internacional. La actual circunstancia es básicamente un problema de prestigio a corto plazo.
El problema radica que las potencias, a lo largo de la historia, han recurrido a las guerras con bastante frecuencia para proteger el frágil prestigio de sus líderes.
Es por eso que la situación en estos momentos es impredecible.
La única salida es la de mantener un mensaje claro, si Corea del Norte utiliza sus armas nucleares, el régimen será eliminado. No necesariamente de forma exclusiva con armamento nuclear, Corea del Sur tiene misiles de precisión, que junto con el arsenal de sus aliados, puede hacer peligrar la existencia de las élites del régimen así como sus ‘nodos’ de mando y control y otros objetivos claves.
Si el mensaje es ambiguo, el precario prestigio de Kim Jong-un puede desencadenar la tragedia.
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