Francisco Bolumar Montero.
Con ocasión de la Fiesta Nacional de España, el 12 de octubre, el Centro Nacional de Inteligencia (CNI) publicó un Código Ético puesto a disposición de sus tres mil quinientos agentes así como del público español a través de su página web.
El nuevo Código Ético establece, en su último artículo, que “todos los miembros del Centro Nacional de Inteligencia asumirán como valores consustanciales al servicio España en el Centro la profesionalidad, la integridad y el rigor, el sentido del compromiso, la discreción, el espíritu de sacrificio, la lealtad, el respeto a jefes, compañeros y subordinados, el trabajo en equipo, la altura de miras y la búsqueda de la excelencia”.
Ante todo, discreción
Con este código, estructurado en un preámbulo y veinte artículos, el Centro pone de manifiesto el enorme abismo que separa la realidad del trabajo de los servicios de inteligencia de la ficción a la que nos tienen acostumbrados las novelas y películas de espías. Frente a los James Bond, Jason Bourne o Ethan Hunt (Misión Imposible) de Hollywood, agentes solitarios acostumbrados a protagonizar tiroteos y persecuciones por el centro de conocidas ciudades, los miembros del CNI toman la discreción como su principal virtud.
Este principio de discreción impone la obligación de guardar “rigurosa reserva sobre la información que conozcan por razón de su actividad profesional” así como de evitar “que su vida profesional trascienda de su entorno personal más íntimo”. Además, si la discreción es la principal virtud, se entiende que la vanidad es el peor defecto de un agente secreto y así lo considera el Código Ético al exigir a los agentes que asuman “la renuncia tanto a dar publicidad de sus éxitos como a defenderse de los ataques más injustos” y que actúen “con humildad y espíritu de equipo, sin buscar ni el protagonismo individual ni el reconocimiento público”.
Martinis, ni agitados ni revueltos en el trabajo
Además, frente al tópico de agentes secretos vestidos de esmoquin, conduciendo coches de lujo, durmiendo en suites de grandes hoteles, bebiendo “un Martini, agitado no revuelto” y acostándose con bellísimas mujeres, los agentes españoles se comprometen a comportarse “en todo momento y circunstancia, de manera íntegra y digna” ya que la ejemplaridad, que “constituye un objetivo irrenunciable para todos”, es considerada como el “mejor medio para velar permanentemente por la reputación y la imagen” del Centro Nacional de Inteligencia.
Como parte de esta búsqueda de ejemplaridad permanente, los agentes deberán asegurar que todos los recursos públicos a su disposición, generalmente opacos pero controlados por diversas instituciones públicas, sean empleados “únicamente para los fines previstos” y, por tanto, se “esmerarán en conservarlos de manera adecuada”, evitando “su desaprovechamiento o despilfarro”.
Si la discreción, la rectitud en el cumplimiento del deber y la honradez son virtudes esenciales para un agente secreto español, el cumplimiento de la ley y la proporcionalidad en su actuación son obligaciones inquebrantables. Ya en el propio preámbulo, el Código exige “el estricto acatamiento a la Constitución y a las leyes” y, en el artículo diecisiete, recuerda que, aunque la ley permite determinados procedimientos especiales, como pueden ser las escuchas telefónicas, la utilización de los mismos deberá ajustarse siempre a la “debida proporcionalidad, en función del riesgo o amenaza que se pretenda combatir o del conocimiento que se desee obtener”.
Por último, el Código exige que los agentes, con sentido de la responsabilidad, acepten “las consecuencias de su actuación”, adopten “con firmeza las decisiones que les correspondan” y asuman “con honradez cuanto de ellas se derive”.
Aunque el Código no tiene un valor legal como lo tienen una ley, decreto u orden ministerial, y en el caso del CNI el Estatuto del Personal del CNI y su correspondiente régimen disciplinario, el Código Ético tiene un importante valor simbólico pues muestra tanto a los agentes como al público los principios rectores que deben conducir la actuación de nuestros servicios secretos quienes, “por su propio honor y espíritu, obrarán siempre bien”. Para los que quieran más acción, más persecuciones en coches de lujo y presupuestos millonarios para cada operación, James Bond y Ethan Hunt pronto tendrán nuevas películas, pero fuera de Hollywood, lo importante es la integridad, la honradez, la rectitud y la profesionalidad que guían el comportamiento de nuestros servicios secretos.
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