Por D. Luis A. Moreno Hernández
Conclusiones
Después de todo lo visto, tenemos que tener presente que la situación de inestabilidad generada en la región tras la independencia de la región de Azawad y posterior toma de control por las organizaciones islamistas radicales, es de vital interés para Occidente y por ende, para España.
Queda claro que las autoridades de Malí van a ser incapaces de controlar la situación y recuperar la soberanía en el norte del país. Un acuerdo tal y como están las cosas, parece muy poco probable, y una intervención militar podría tener repercusiones regionales y globales perjudiciales para Occidente y para los países de la región que buscan estabilidad. Por el contrario, el fracaso de la misión, sería beneficioso para los yihadistas presentes en la región del Sahel.
Pero cuanto más se prolongue en el tiempo la situación actual menos posibilidades existirán de que la situación se revierta. Con la posibilidad de que en el norte de Mali se consolide un foco de actividad terrorista proyectable hacia el exterior como factor de inestabilidad no sólo hacia el sur del mismo país sino hacia otros estados de la región. No debemos ignorar que los yihadistas de Al Qaeda en el Magreb Islámico (AQMI) han adquirido una gran cantidad de armamento (lanzagranadas y lanzamisiles portátiles principalmente) procedente del arsenal libio, el cual fue saqueado en las revueltas civiles vividas anteriormente. El posible establecimiento de un gobierno fundamentalista en el norte de Malí con el principal objetivo de atentar contra los occidentales supone un riesgo al que se debe hacer frente por parte de los países que forman la Unión Europea, no sólo por su proximidad geográfica, sino porque AQMI ha dado muestras inequívocas de considerar a nuestros ciudadanos e intereses blanco de su violencia terrorista.
Esto por un lado, pero por otro tenemos que centrarnos en el verdadero juego geopolítico de la región. Del mismo modo que los Estados Unidos buscaban el control total del petróleo existente bajo el subsuelo de Iraq y lo consiguieron montando una guerra preventiva, los países occidentales tratarán de controlar el petróleo de la zona africana así como del uranio producido en Níger. Hoy por hoy, todavía seguimos funcionando gracias al uso de los combustibles fósiles, por lo que para cualquier gobierno disponer de una fuente de recursos energéticos fiables, no tiene precio (y más si tenemos en cuenta la irrupción de China como gran engullidor de petróleo y gas natural). El pastel es cada vez más pequeño.
También tendremos que ver el juego interno que se desarrolla en África. Me refiero por un lado a la lucha por la hegemonía entre Marruecos y Argelia, y por otro al establecimiento de grupos terroristas en el Sahel. Entre Marruecos y Argelia hay una lucha por conseguir ser la potencia hegemónica del norte de África, con capacidad de influencia tanto en el norte como en la zona sur (Sáhara y Sahel) por donde se mueven con libertad los grupos integristas radicales. Argelia fue capaz en el pasado de expulsarlos de su país tras una cruenta guerra civil, y podemos afirmar que no está dispuesta a permitir su vuelta. Es por ello, por lo que para ellos es de vital importancia que todo lo que ocurra en la región de Azawad no se extienda hacia el norte; para las autoridades argelinas es indispensable mantener la comercialización del gas natural existente en su subsuelo, por lo que los gasoductos han de ser vistos como infraestructuras críticas para su seguridad. Pero además, estos gasoductos son también críticos para España, ya que como hemos visto con anterioridad, nuestro confort depende de que el gas argelino llegue regularmente a nuestras costas. Por ello, lo que aún no llego a entender es porque Argelia no está dispuesta a participar en la operación internacional promovida por Francia; una explicación podríamos verla en la propia existencia de los grupos radicales, que como he dicho anteriormente, no van a desaparecer de la faz de la tierra: son como la energía, ni se crean ni se destruyen, se transforman. Si se expulsara a estas facciones del norte de Malí, deberían desplazarse hacia alguna región, y es ahí donde todos los países de la zona están temerosos. Incluido Marruecos, monarquía que se ve presionada por elementos islamistas que poco a poco van ganando terreno en su sociedad. Marruecos ha pasado a ser un aliado preferente de los Estados Unidos (así lo demuestran las recientes compras de armamento efectuadas por el Gobierno Marroquí) y ha aceptado el papel de guardián, impidiendo que los elementos islamistas continúen subiendo hacia Europa (e incluso nadie dirá nada si no respeta los derechos humanos).
Por otro lado, los elementos islamistas presentes en el Sahel han de ser estudiados aparte. Estas organizaciones basan su existencia en la aplicación de una doctrina religiosa que pretenden imponer al resto, y para ello emplean la violencia sin ningún tipo de remordimiento contra aquellos que se niegan a aceptarla. E incluso, pretender mitigar la resistencia de éstos por medio de acciones terroristas e indiscriminadas. Los secuestros contra occidentales son utilizados para obtener financiación para sus actividades, del modo que han de ser vistos como facciones peligrosas para todo lo que suene a intereses occidentales. El problema radica en qué hacer con ellos; las democracias occidentales no pueden matarlos directamente (salvo si esas muertes se producen el marco de una guerra) por lo que la única opción será tenerlos controlados. Sin embargo, lo que Occidente no puede olvidar es el componente social de dicho movimiento; me explico: estos movimientos poseen su base social en las capas más desfavorecidas de las zonas en las que están presentes, por lo que será en este ámbito (ayuda para la cooperación y el desarrollo) en el que se deban hacer todos los esfuerzos posibles. No basta con mantener en el poder a dictadores corruptos para tener garantizado el suministros de gas natural y petróleo, es necesario que los beneficios de estas relaciones comerciales acaben en mejoras sociales.
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